Méfeso. Lenin Real
rápidamente lo arrojó al basurero antes que Hallie se diese cuenta
—¿Te volveré a ver pronto?
—Espero que no —respondió Driss giñando uno de sus brillantes ojos que ésta vez se habían puesto celestes.
Driss sintió palpitar algo en su fornido pecho, intentó evadir ese confuso sentimiento, pues sabía que no quería irse, aun así haciendo gala de su coraje se marchó. Jamás le habían explicado que también había otro tipo de batallas y en esta vez, ese fulgor prevalecía fuertemente sobre él.
Al terminar las clases, Hallie caminó aun débilmente junto a sus amigas. Éstas le invitaron a almorzar pero ella se negó.
Al llegar a casa encontró a su madre y a su hermanito menor en la cocina.
—Cariño la comida está lista, lávate las manos y siéntate en la mesa. —Dijo su madre viéndola entrar.
—Lo siento mamá, muchas gracias pero no tengo hambre, subiré a mi habitación, tengo mucha tarea —contestó Hallie, mientras subía rápidamente las gradas sin esperar respuesta de su madre.
—Debe estar en sus días —pronunció Kobe.
—¿Dónde has escuchado esos términos jovencito? —Le respondió Amanda muy asombrada.
—La hermana de Rod es muy rara, cada fin de mes se pone irritante y Rod siempre dice que es porque está en sus días. Debe ser lo mismo que le ocurre a Hallie.
—Espero que lo sea cariño, ahora ve a hacer tu tarea.
Hallie entró en su habitación, le puso seguro a la puerta y se acostó sobre la cama con el libro en sus manos.
Al instante escuchó tocar la puerta de su habitación.
—Cariño ¿podemos hablar un momento? —Dijo Amanda algo nostálgica por el hecho de que Hall, su esposo era al que le hacía más fácil poder hacer ese tipo de cosas.
—Está bien, puedes pasar. —Respondió Hallie, ocultando el libro bajo la cama y apresurándose a abrirle la puerta.
—¿Está todo bien?
—Lo está mamá —dijo ella pintando una sonrisa falsa sobre su rostro pálido.
—Cariño, sé que te has vuelto algo iracunda últimamente, si tienes algo que debería saberlo dímelo por favor, sabes que te quiero mucho y que siempre estaré aquí para apoyarte en todo, pero no te aísles.
—Siento haberte preocupado, solo que con lo que pasó con Adam aún no he podido ser yo misma. Siento que debí haber hecho algo más, siento que…
—Hiciste todo lo que podías haber hecho cariño, muchas veces hay situaciones que no tienen explicación solo debes abrazar con sabiduría la experiencia y aprender de ella.
—Aun no comprendo cómo podré aprender sobre la decisión de alguien para tener el deseo egoísta de matarse y llevar consigo a su familia.
—Quizá algo lo empujó a hacerlo, no podíamos saberlo ¿cierto?
—Es verdad no podíamos saberlo.
—Es por eso que no debes aislarte, de otra forma las personas que en verdad te aman no podrían saber cómo ayudarte.
—Entiendo mamá, no lo haré más, te lo prometo.
—Te quiero Hallie.
—Y yo a ti.
Amanda abandonó la habitación con la seguridad que ésta vez lo hizo bien, abrazó la idea de saber que había aprendido de su esposo a manejar tal situación hace mucho tiempo, solo que no intentaba hacerlo por miedo a fracasar en el intento. Quien mejor que él para arreglar las cosas con sus hijos. Hizo una sonrisa al cielo y recordó su rostro haciéndole saber que todo estaría bien.
Hallie extendió el brazo hasta debajo de su cama y extrajo el libro de la oscuridad. Lo examinó cuidadosamente. Parecía antiguo, algunas de sus páginas ya estaban deterioradas, y le faltaba una página, como si se hubiese arrancado Lo comenzó a leer en voz alta.
Lo abrió para leerlo, pero de simple vista no había nada escrito, luego lo volvió a cerrar y pronunció el nombre de la portada:
Naitsab
Lo abrió de nuevo y se percató que unas letras comenzaban a formarse con un resplandor dorado, esperó que se formase el texto completo y lo leyó:
“Te imagino a la distancia, llena de suspiros de amor y sosiego.
Te imagino sincera, sin el remanente crudo del olvido.
Te imagino bella, sin la nostalgia que apuñala la duda y el recuerdo.
Te imagino con el alma, con el cielo,
con el dulce beso que desea escapar y retar al destino.
Te imagino en el silencio de tu esencia, lleno de armonía inagotable y frases que acarician la realidad del que te oye.
Te imagino noble y versátil, saboreando la intriga, los sentimientos y emociones de la decisión que aún no has tomado.
Te imagino libre, risueña y coqueta,
porque la vida te ha saciado de pureza.
Te imagino sin siquiera imaginarlo.
Te imagino aún por encima de la ausencia y la tristeza.
Te imagino, porque no podría imaginar a nadie más, que a ti, Lili.”
Al terminar de leerlo las letras cambiaban de posición formando el rostro de una mujer muy hermosa, que sonreía, luego desaparecía de nuevo y toda la página quedaba en blanco.
Hallie, se quedó impresionada, nunca antes había contemplado la belleza de las palabras y lo que escondían tras ellas.
Entendió que se trataba de un libro mágico, que guardaba una historia, quizá una leyenda.
***
Zadrac intentó averiguar a qué misión había sido enviado Driss, así que se escabulló por un gran corredor que daba al templo de la muerte, una especie de biblioteca donde se hallaba papiros antiguos sobre la historia de la humanidad y sobre la deidad en los cielos.
El cuarto no era muy concurrido, rara vez lo utilizaban para enseñarnos nuestras raíces y el labor que tenemos que cumplir en el universo. Pero últimamente ha visto reunirse en secreto a Caín y a Zidras un demonio muy detestable que se había convertido en su mano derecha.
Al intentar entrar notó que la cera de las velas aún seguían suaves, alguien había estado no hace mucho allí. Siguió su rastro hasta una sección que apuntaba a unos pergaminos que hablaban sobre los libros más poderosos del universo, muchas veces se creía que aquellas historias no eran más que mitos. Intentó seguir leyendo más, pero escucho una voz sollozando a lo lejos. Le dio curiosidad, pues no se escuchaba del mismo tono que la mayoría de los demonios, ésta era un poco más apacible pero a la vez agresiva. Miró a través de un espacio entre la biblioteca y el corredor y vislumbró de dónde provenía. Era de las catacumbas donde se hallaba el calabozo prohibido. Se detuvo a pensarlo por un momento, pero la idea de explorarlo le parecía muy tentador, se animó a proseguir pero una voz gutural le interrumpió antes de ser atrapado dentro de la biblioteca.
—¿Qué rayos haces aquí sí se puede saber?
Era Zidras, tenía en sus manos una bolsa de mirra, seguramente lo estaba llevando hasta Caín.
—Nada, es que se me ha quitado el sueño y pensé que sería buena idea leer un poco.
—Si no te marchas de aquí enseguida, haré que no solamente te dé sueño sino que no vuelvas a despertar jamás.
Al escucharlo, Zadrac salió apresuradamente llevándose consigo una hoja de papel muy arrugada que estaba junto a la vela recién apagada.
Al llegar a su aposento, sacó de sus ropajes