Un conde nórdico en el Caribe:. Joaquín Viloria De la Hoz

Un conde nórdico en el Caribe: - Joaquín  Viloria De la Hoz


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en 1820 (Mörner, 1961).

      La sola afirmación de Mörner es argumento suficiente para emprender una investigación sobre el prócer de la Independencia colombiana Federico Tomás Adlercreutz. La vida de este conde sueco está llena de vicisitudes como haber nacido en cuna noble, perder a su madre a temprana edad, tener a su padre como una de los militares más prestigiosos de su país y ser edecán del rey de Suecia. Después de la muerte de su padre, no supo administrar ni la fama de éste ni la fortuna familiar. Estos inconvenientes le costaron su carrera militar en Suecia, a la que tuvo que renunciar y buscar su destino en otras latitudes. De seguro con la anuencia del rey, Federico se encaminó a Londres a finales de 1819 para unirse a uno de los contingentes de la legión irlandesa, y con ellos, marchó a América para luchar por la Independencia de las colonias españolas.

      A partir de esta bibliografía me propuse como objetivo adelantar una investigación sobre Federico Tomás Adlercreutz y el contexto histórico que vivió en Colombia durante esos años (1820-1831), con algunos detalles relevantes de la guerra de Independencia ocurridos en Cartagena, Mompox y Santa Marta principalmente. Resultó interesante estudiar la vida de un hombre prominente como diplomático, político y militar, pero que fracasó en todas sus actividades económicas y financieras a lo largo de su vida. Los documentos sobre Adlercreutz dan testimonio de haber sido un buen administrador público (un ejemplo puede ser su desempeño como gobernador de Mompox), pero también confirman su escasa visión para los negocios y su limitado espíritu empresarial.

      Así mismo, en el desarrollo del documento se utilizó un enfoque que permitiera estudiar a Adlercreutz no como un personaje aislado, único e interesante, sino tomarlo como ejemplo de un fenómeno más general: los otros militares extranjeros involucrados en la guerra de Independencia, muchos de ellos enrolados en las legiones inglesa e irlandesa.

      A este respecto cabe preguntarse: ¿Cuáles fueron las motivaciones de Adlercreutz para venir a América y luchar por la Independencia? ¿Fue un simple aventurero o un mercenario, como muchos de sus compañeros extranjeros? ¿Cuál fue su aporte a la República? ¿Tenía un capital humano que lo hiciera sobresalir de los otros oficiales nacionales o extranjeros?

      El trabajo se estructuró a partir de tres ejes temáticos: el político-militar, el económico-administrativo y el familiar-sentimental. Estos temas se desarrollan de manera transversal a lo largo de todo el documento. Para adelantar la investigación no solo se consultó la bibliografía referida a Adlercreutz, sino su correspondencia con otros próceres de la Independencia como Bolívar, Santander, Montilla y de Francisco Martín, entre otros. También se tuvo acceso a la documentación existente en el Archivo Nacional de Suecia (Riksarkivet) - Archivo Militar - en Estocolmo, el Archivo Histórico de Cartagena, de la Casa de la Moneda y la Sala de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. En abril de 2004 tuve la oportunidad de visitar el Instituto de Estudios Latinoamericanos (LAI por sus siglas en inglés) de la Universidad de Estocolmo, en donde me entrevisté con los historiadores Magnus Mörner y Carlos Vidales. Allí tuve acceso a un trabajo inédito de Vidales, en el que recopila gran parte de los documentos que se encuentran en los archivos suecos referidos a Federico Tomás Adlercreutz.

      Esta investigación surgió de manera fortuita, a partir de la correspondencia que el autor entabló con María Wickelgren, una profesora sueca descendiente del momposino Carlos Natividad Adlrecreutz Díaz Granados (hijo del sueco Federico Adlrecreutz y la cartagenera María Josefa Díaz Granados), quien buscando pistas de su antepasado llegó a uno de mis documentos sobre historia empresarial del Caribe colombiano. Para ella, y su esposo John Wickelgren, mis agradecimientos muy especiales. Me beneficié igualmente de una visita a Suecia en la primavera de 2004, por invitación de la Asociación de Profesores de Español del Sur de Suecia, presidida por Inger Enkvist. También colaboraron con esta investigación Steinar Saether, historiador noruego; Magnus Mörner (QEPD), quien fuera fundador del Instituto de Estudios Latinoamericano de la Universidad de Estocolmo; Carlos Vidales (QEPD), quien se desempeñó como profesor colombiano del mismo Instituto; la Biblioteca Luis Ángel Arango, y Alberto Arias De Greiff, quien me facilitó documentos históricos referidos a su antepasado sueco, el capitán Carlos de Greiff.

      1. En 1933 el Ministro de Suecia en Madrid obsequió a la Academia Colombiana de Historia un retrato de conde Federico Tomás Adlercreutz (Posada, 1933), y en 1955 el Ministro de Suecia en Colombia hizo lo mismo con la Academia de la Historia de Cartagena (Torres, 1955). El retrato original, que pertenece a sus descendientes en Suecia, fue pintado por Per Krafft, el joven (1777-1863), discípulo de Louis David, éste último pintor neoclásico francés.

      I. Suecia y la Independencia

      Los contactos del gobierno sueco con los líderes republicanos de Hispanoamérica se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII. Se debe recordar que “El Precursor” venezolano Francisco de Miranda fue bien recibido por algunos miembros de la nobleza (entre ellos el rey) y por diferentes funcionarios del gobierno sueco, cuando visitó ese país en octubre de 1787. De acuerdo con Mörner, “El Precursor” fue el visitante hispano-parlante más famoso que estuvo en Suecia en el siglo XVIII, quien debió llegar de incógnito para eludir la persecución diplomática española (Mörner, 1961).

      En su Diario, Miranda nos dice que habló con el rey sobre “España y su decadencia e ignorancia extraordinaria”. Sobre el conocimiento de la “lengua de Cervantes”, el rey reconoció que apenas comprendía algunas palabras, pero así mismo dijo entender sin mucha dificultad el idioma de algunos asturianos que visitaron Suecia en esa época. De acuerdo con Miranda, la anterior afirmación “prueba que los pueblos godos que dominaron a España eran sin duda de este paraje” (Miranda, 1992, p. 265).

      Desde finales del siglo XVIII, el rey Gustavo III de Suecia estuvo interesado en obtener para su país una posesión en el Caribe insular o continental. Como el monarca sueco mantenía estrechas relaciones con el rey Luis XVI de Francia, cuando se definió la paz que puso fin al conflicto entre Inglaterra y la alianza franco-española, Francia obtuvo para Suecia la isla de San Bartolomé, a cambio de privilegios comerciales en Gotemburgo. El tratado de cesión se firmó en París el 1 de julio de 1784 y durante cien años Suecia ejercería el control y administración sobre esta pequeña isla de 21 kilómetros cuadrados. La isla de San Bartolomé se ubica en el grupo de las Antillas Menores y pertenece al archipiélago de Barlovento.

      El interés y la publicidad sueca sobre las guerras de independencia en América fueron permanentes en esta época. Así, por ejemplo, en 1781 se había reimpreso una parte de la obra del abate francés Raynal, referente a la emancipación norteamericana, y luego en 1816 apareció una edición en sueco de la misma obra. En 1818 siguió la publicación en sueco de la obra del abate De Pradt (al parecer por encargo del mismo rey Carlos Juan)


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