Un conde nórdico en el Caribe:. Joaquín Viloria De la Hoz
por las colonias españolas en América, ya que “toda la sociedad sueca se encontraba fuertemente ligada a los principios democráticos que habían sido establecidos a partir de la “revolución de Estado” de 1809-1810” (Vidales, 1988, p. 50).
Agitada en extremo fue la primera infancia de Federico Tomás. En 1796, cuando contaba solo tres años, quedó huérfano de madre, por lo que su padre se vio en la necesidad de dejarlo a vivir con sus tíos, ya que estaba en el frente de batalla luchando contra los rusos. A los trece años entró como cadete en la Escuela Militar de Carlberg, en donde permaneció cuatro años recibiendo una educación rigurosa y esmerada: allí hizo cursos de artillería, fortificaciones, reglamento de caballería, artículos de guerra, equitación, esgrima, topografía, álgebra, tablas logarítmicas, geografía, inglés, francés, alemán y baile (Brante, 1941, p. 224). No es extraño que descollara más tarde por su cultura entre la oficialidad colombiana y que su compañero de armas, el general irlandés Francisco O´Connor, dijera de él que era “el jefe más instruido y más completo de cuantos habían venido a Colombia”.
En 1809, formó parte de las comisiones que negociaron con Rusia el tratado de paz, y más tarde con Dinamarca. Luego viajó a la Francia napoleónica para ingresar a la Escuela de Artillería y Fortificación de Metz, en donde siguió estudios militares durante algunos meses. De regreso a Suecia en 1810 le correspondió salir al encuentro del mariscal Bernadotte, quien ocho años después sería coronado como rey de Suecia. Federico se ganó la simpatía de Bernadotte, por lo que este lo nombró su primer edecán (Giraldo, 1960).
Los años trascurridos entre 1810 y el Congreso de Viena (1815) son los más brillantes de la carrera militar de Adlercreutz en Europa, logrando sobresalir como soldado y como diplomático. Por sus servicios militares y diplomáticos, el rey de Prusia lo condecoró con la Orden al Mérito, el zar de Rusia con la Orden de Santa Ana y el rey de Suecia con la medalla de oro al valor militar, además de distinguirlo como Caballero de la Real Orden de la Espada. Sus méritos fueron de reconocimiento público, por lo que no se entiende el bajo perfil que lo caracterizó durante toda su vida:
¿Es por casualidad que no haya exhibido sus méritos, ni escrito sus memorias, o es un rasgo del carácter sueco-finlandés el de encerrar en sí las fuertes emociones y preservarlas celosamente del contacto con el mundo exterior… y relegarlos en lo trascendente, en lo metafísico, en lo religioso? (Brante, 1941, p. 230).
Lo cierto es que no todos los suecos que visitaron Colombia en esa época actuaron a la manera de Adlercerutz: por el contrario, sus compatriotas Severin Lorich, Carlos A. Gosselman, Pedro Nisser y Carlos de Greiff, plasmaron sus vivencias en informes, libros o diarios, de gran utilidad para conocer la situación de Colombia en los primeros años de su vida independiente.
Foto 1. Retrato de Federico Tomás Adlercreutz hecho por el artista Per Krafft, El jóven
Foto: Jens Lindhe.
3. El nuevo rey Carlos XIII no tuvo hijos, por lo que fue elegido como heredero un príncipe danés quien murió al poco tiempo, y en su reemplazo fue nombrado el mariscal francés Juan Bautista Bernadotte. Este militar francés se había ganado el aprecio y respeto de los suecos durante su permanencia en Pomerania (región que perteneció a Suecia) y por su decisión de combatir al ejército de Napoleón, su antiguo jefe. Bernadotte reinó en Suecia bajo el nombre de Carlos XIV Juan, desde 1818 hasta 1844, dando comienzo a la actual dinastía sueca (Parra-Pérez, 1928, pp. 11-12).
IV. Un conde convertido en prócer
A. La bancarrota del conde
Al morir el general Carlos Juan de Adlercreutz, en diciembre de 1815, su hijo Federico Tomás recibió el título de conde y una fortuna equivalente a cuarenta mil dólares. Federico Adlercreutz era por entonces mayor de Caballería en la Guarnición de Estocolmo. Su vida empezó a complicarse, tanto por razones financieras como sentimentales. Desde su juventud vemos en Adlercreutz desatinos económicos, mala administración de su fortuna, despilfarro y, al final, la bancarrota.
En 1817 es jefe de escuadrón y dos años después teniente coronel pero sin sueldo. Documentos contemporáneos ponen de presente los despilfarros y las deudas contraídas para sostener su alto rango y comprar la coronelía de la Guardia Real. Una carta escrita en 1820 por Christopher Hughes, Encargado de Negocios de los Estados Unidos en Estocolmo, deja testimonio de esta situación:
El conde Adlercreutz tuvo la gran desgracia de perder a su excelente y renombrado padre cuando era muy joven y sin experiencia. Así se vio a la cabeza de una familia ilustre, cortejado y halagado por sus compatriotas, como resultado de los servicios y fama de su padre; y siendo de temperamento generoso, hubo de incurrir en gastos que no le permitiera su fortuna, aunque ella fuese respetada en su país (Parra-Pérez, 1928, pp. 34-35).
Ante su bancarrota, Adlercreutz se vio obligado a pedirle ayuda económica al rey, y como última instancia, su autorización para trabajar en el extranjero. Esta última posibilidad fue la que se concretó, por lo que la primera recomendación de su tía Rosalía, Condesa de Engeström y esposa del ministro sueco de Relaciones Exteriores, fue que Federico ofreciera sus servicios al zar de Rusia:
Si las armas de los patriotas progresan, no hay ninguna duda de que tú serás un empleado favorable; si no, la mejor salida será la de volver sobre tus pasos y buscar el servicio de Rusia; esa fue siempre mi idea (Vidales, 2004, p. 8).
B. En busca de la Legión Irlandesa
No es aventurado pensar que las simpatías del monarca sueco por las ideas libertarias en América debieron tener un peso significativo al momento en que Adlercreutz, su ex edecán, tomara el camino de Iberoamérica. Incluso, luego de sus descalabros financieros, Adlercreutz obtuvo del rey una licencia por dos años para servir en el extranjero4. Ante la firme convicción de Federico, la condesa Rosalía de Engeström procedió entonces a solicitarle a Christopher Hughes, Encargado de Negocios de los Estados Unidos en Estocolmo, que recomendara al conde Adlercreutz ante el general John Devereux, jefe de la Legión Irlandesa5.
Por la carta de Hughes, con fecha 10 de julio de 1820, se sabe que Adlercreutz incurrió en exceso de gastos, por lo que “con la ayuda del rey” abandonó Suecia a finales de 1819 y se estableció en Londres por algunos meses, hasta que pudo viajar a América para enrolarse en el ejército de Simón Bolívar:
¡El se ha ido a consagrar su vida y sus talentos a la causa gloriosa de Usted! Es un completo y debidamente educado oficial de caballería y pertenecía al mejor Cuerpo de este país – la Guardia de Caballería del Rey -... Encarecidamente le suplico que usted mismo o por medio de su ilustre jefe, el general Bolívar, de ocupación a sus talentos y a su espada (Parra-Pérez, 1928, pp. 34-35).
Esta recomendación llegó a Devereux cuando Adlercreutz ya había partido hacia América, pero de seguro fue conocida por Bolívar y Montilla, que le dieron un trato preferencial al conde. Adlercreutz estuvo en la isla sueca de San Bartolomé entre los meses de abril y julio de 1820, para luego seguir viaje a la isla de Margarita y Angostura, base de los patriotas grancolombianos. A principios de agosto, solicitó en Angostura su incorporación al ejército libertador, hecho que oficializó personalmente El Libertador en Barranquilla el 29 de agosto de 1820, otorgándole el grado de teniente coronel.
Mapa 1. Viaje inicial del conde Adlercreutz de Suecia al Caribe grancolombiano, 1819-1820.
Fuente: Elaboración propia.
Durante la guerra de Independencia, el ejército libertador recibió miles de legionarios extranjeros, principalmente británicos, irlandeses, franceses y alemanes. Entre 1818 y 1821 llegaron a la isla de Margarita (Venezuela) cerca de 4.500 hombres de la Legión Británica y más de 2.000 de la Legión Irlandesa, entre los que se encontraba Federico Tomás Adlercreutz. Una de