Un conde nórdico en el Caribe:. Joaquín Viloria De la Hoz
de voluntarios ingleses e irlandeses llegó a San Bartolomé a principios de 1818, y las operaciones de trasbordo a barcos republicanos fueron supervisadas por el almirante Luis Brión, de la armada insurgente. Con este primer contingente de 200 irlandeses llegó Francisco Burdett O´Connor, uno de los más destacados miembros de la legión y luego general de la República.
En estos años, por San Bartolomé siguieron pasando legionarios de diferentes nacionalidades, armas, municiones y demás mercancías para el ejército insurgente de la Gran Colombia. Esto era posible por el interés que despertaba en el rey Carlos XIV la Independencia de las colonias españolas. En 1819 el rey de los suecos da instrucciones al recién nombrado gobernador de San Bartolomé, para que venda a los insurgentes un cargamento de armas y pertrechos. De acuerdo con las instrucciones dadas el 29 de abril de 1819 “El rey espera del señor Norderling informes mensuales sobre la situación, no solamente de la Colonia, sino también de las otras colonias y países de América, cuyos acontecimientos no pueden carecer de interés para Suecia” (Vidales, 1988, p. 34).
El primer envío de armamento llegó a San Bartolomé junto con el nuevo gobernador, el 20 de agosto de 1819. Al año siguiente, el comerciante alemán Juan Bernardo Elbers compró en la isla 22.000 cartuchos y 35 quintales de pólvora. Elbers se naturalizó en San Bartolomé y en 1812 llegó a ser miembro del Consejo de Gobierno, en 1817 comenzó negocios con el ejército bolivariano y en 1819 se trasladó al continente (Vidales, 1988)6. Además del comerciante alemán Juan Bernardo Elbers, también vivieron en San Bartolomé el almirante curazaleño Luis Brión, el general venezolano Mariano Montilla y el francés Nicolás Joly, comandante de la marina grancolombiana, todos hombres muy destacados (y controvertidos) en la lucha por la Independencia.
C. El incendio de Ríohacha y la toma de Sabanilla
En agosto de 1819, llegaron a la isla de Margarita cerca de ochocientos legionarios irlandeses, pero en un momento crítico, cuando las provisiones escaseaban, lo que generó conflictos y deserciones. La comunicación con su nuevo comandante, el coronel Mariano Montilla, fue otro de los problemas que encontraron los irlandeses, ya que aquel no hablaba inglés y la mayoría de éstos no entendían el español. El 6 de marzo de 1820, cuando Montilla dio la orden para marcharse de Margarita, la muerte, la deserción y la enfermedad habían mermado la tropa y de los cerca de mil irlandeses que habían llegado unos meses atrás sólo quedaban cerca de 400 (Cochrane, 1994; McGinn, 1991).
La legión irlandesa y demás tropas al mando de Montilla se tomaron Riohacha el 12 de marzo de 1820, y luego, junto con el contingente organizado por el capitán José Prudencio Padilla enfrentaron a los españoles en el combate de Laguna Salada, de la cual salieron victoriosos los republicanos. Ante la inconformidad por la falta de paga y la escasez de agua, el 4 de junio los irlandeses se amotinaron, se emborracharon con el licor robado a los ríohacheros e incendiaron la misma ciudad que cinco meses atrás (en octubre de 1819) habían destruidos los mercenarios ingleses al mando de Gregor MacGregor. Pero ingleses e irlandeses tuvieron distinta suerte: mientras más de 200 ingleses fueron degollados por los nativos, los irlandeses fueron expulsados del ejército libertador y remitidos a Jamaica por Montilla.
Luego del segundo incendio de Riohacha, Mariano Montilla, Pedro Gual y otros oficiales con su tropa salieron de la ciudad, se tomaron Sabanilla el 11 de junio y lo habilitaron como puerto al servicio de la República. En Soledad, Montilla nombró a Pedro Gual7 gobernador civil y al coronel Ramón Ayala gobernador militar, ambos de origen venezolano. El coronel Montilla se reunió en Barranquilla con el almirante Brión y con el teniente coronel Córdoba, para definir una estrategia contra los realistas de Cartagena, los cuales coincidieron en someter la plaza a un sitio o bloqueo por todos los frentes.
Montilla con sus hombres marcharon sobre la plaza fuerte de Cartagena, todavía en poder de los españoles, llegaron a Turbaco el 1° de julio e iniciaron de inmediato el sitio de Cartagena, que duraría catorce meses. La guarnición realista de Cartagena la componían 1.150 hombres, que cubrían las fortalezas de Bocachica, el castillo de San Felipe y los dos recintos de la ciudad. En cambio, la marina era muy débil, compuesta apenas por 175 hombres, así como tres lanchas, tres barcos y varios botes pequeños (Lemaitre, 1983).
D. La batalla de Ciénaga y la campaña de Santa Marta
A mediados de agosto de 1820, un año después de la victoria patriota en la batalla de Boyacá, Bolívar llegó a Barranquilla procedente de Villa del Rosario de Cúcuta. En Soledad se reunió con Montilla y Córdova, hizo un reconocimiento de la línea del Magdalena, y dio instrucciones sobre el ataque a Santa Marta. En esos días decisivos para la Independencia del litoral Caribe, también llegó a territorio colombiano el conde sueco Federico Tomás Adlercreutz. Bolívar lo recibió en audiencia y luego de revisar su trayectoria militar y diplomática, se lo recomendó al entonces coronel Mariano Montilla. Así, el 24 de agosto de 1820 (el 29 de agosto según O´Leary), durante la campaña de Santa Marta, Adlercreutz fue incorporado oficialmente al Ejército Libertador como teniente coronel de caballería, al igual que el capitán alemán Felipe Braun (Lecuna, 1982; Brante, 1941).
Mapa 2. Sitios visitados por Adlercreutz para incorporarse al Ejéricito Libertador, agosto 1820.
Fuente: Elaboración propia.
El 26 de agosto, Bolívar viajó de Soledad al “Cuartel General Libertador” de Turbaco, para pasar revistas a sus tropas y recibir los informes sobre el sitio de Cartagena. El primero de septiembre un destacamento realista con sede en Cartagena atacó sorpresivamente a las tropas republicanas acantonadas en Turbaco, de donde Bolívar había salido horas antes. Desde su cuartel en Soledad Montilla dispuso de inmediato una contraofensiva para recuperar las posiciones perdidas en Turbaco, población estratégica situada a poca distancia de Cartagena.
Montilla era un rico y aristocrático hacendado venezolano que se unió a la causa de la Independencia de su país en 1808. Derrotada en Venezuela la primera república, Montilla fue acogido por el gobierno republicano de Cartagena, ciudad que defendió durante el sitio de Morillo de 1815. De nuevo derrotado viajó por Estados Unidos, México y Haití, y en este último país discutió con Bolívar sobre la unidad de mando militar. Ante sus desavenencias con Bolívar en 1816, quedaron expulsados del Ejército Libertador Mariano Montilla, el corsario Luis Aury y Juan Miramón. Tres años después Montilla se reincorporó al Ejército Libertador en la isla de Margarita, bajo el mando del general Rafael Urdaneta. Luego de algunas acciones militares en Venezuela, Urdaneta y Bolívar le encargaron la misión de expulsar a los españoles de la costa colombiana sobre el Caribe (Imprenta de Manuel A. Carreño, 1851; Cacua, 2001).
Adlercreutz comenzó su actividad militar al mando del entonces coronel Mariano Montilla, comandante general del ejército que actuaba en las provincias colombianas del Caribe. Durante su primer año en la Gran Colombia (entre agosto de 1820 y junio de 1821), Adlercreutz estuvo al lado de Montilla reconociendo el terreno, las tropas, los jefes y las condiciones como se desarrollaba la guerra, y el 30 de mayo de 1821 fue nombrado ayudante general del estado mayor del ejército de la costa, comandante de su vanguardia y del escuadrón de húsares, “en cuyos destinos ha hecho la campaña del Magdalena hasta la entrada en esta plaza en donde es comandante del cuerpo de ingenieros” (Ediciones de la Presidencia de la República, 1982, p. 916, t. 2).
En este período crucial para la historia de Colombia, Adlercreutz mantuvo enterado de los acontecimientos al gobierno sueco, a través de su correspondencia con Johan Norderling, gobernador de la colonia sueca de San Bartolomé, en los años 1820 y 1821. El 8 de octubre de 1820 escribió desde Barranquilla una carta, en la que define crudamente su percepción del conflicto: “La guerra parece ser llevada más bien por comerciantes que por militares”. En este sentido considera al almirante Brión como la “imagen de una ignorancia completa, sin respeto ni crédito”, y critica en general a los oficiales extranjeros. Su visión es desconsoladora, pero no muy lejos de la realidad:
Si no estuviese España tan débil como lo está, podría sin duda alguna, con sólo cinco mil hombres