Gente de tango. Carlos Federico Torres

Gente de tango - Carlos Federico Torres


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en elencos circenses. Su primera infancia transcurrió así entre innumerables giras, que familiarizaron al pequeño Oscar con el ambiente artístico y despertaron su interés en el mismo.

      Cuando tenía seis años, la compañía en la que actuaban sus padres se presentó durante toda una temporada de verano en el teatro 18 de Julio de Montevideo, decidiendo el matrimonio Rodríguez de Mendoza permanecer allí para continuar durante un tiempo su actividad artística. Sin embargo, en 1932 se produjo el inesperado fallecimiento de su padre, lo que obligó a la entonces joven viuda y al pequeño a afincarse en la capital uruguaya, donde éste cursó toda la escuela primaria.

      Recién en el año 1936, su madre decidió regresar a Buenos Aires, radicándose en el barrio de Barracas, en el que Oscar completó su educación primaria en el Colegio García.

      Dos años más tarde, cuando contaba con catorce años de edad, debutó como cantor en la orquesta característica de Antonio Felice, músico de Lanús, en la que se alternaban tangos con otros ritmos bailables. En 1943, Julio Jorge Nelson y radio Mitre organizaron un concurso de orquestas típicas en el Luna Park, participando al frente de un conjunto un hermano del director Graciano Gómez, contando como cantor con Ferrari, quien tras una destacada interpretación del tango Alma de bohemio fue incorporado por Juan Caló a su orquesta, la que actuaba en la boite La Colmena del barrio de Chacarita.

      Luego de un año de permanencia con Juan Caló, se incorporó a la orquesta de Alfredo Gobbi, presentándose en el café Marzotto y el dancing Sans Souci.

      Al cabo de cuatro meses de su ingreso a esta formación, debió incorporarse al servicio militar, etapa que le demandó dos años, debido a que cumplió esa obligación en la Marina de Guerra.

      De todos modos, durante ese período pudo formar parte de un trío al que sus integrantes —el pianista Alberto Suárez Villanueva, el guitarrista Adolfo Berón y él— denominaron Los Cantores de América, actuando durante seis meses en el cabaret Chantecler.

      Cumplida su obligación en la Armada, se incorporó a la orquesta de Edgardo Donato, con quien permaneció durante los años 1947 y 1948, etapa en la que el mencionado director no efectuó grabación alguna, aunque actuó en radio El Mundo y en diversos salones.

      Lo destacable de su participación en la orquesta de Donato es, además de su consolidación profesional —especialmente, a partir de su actuación en la mencionada emisora radial—, la incorporación a su repertorio del tango Galleguita, que de ahí en adelante pasó a ser una de sus más grandes creaciones.

      Actuó luego durante un mes con Astor Piazzolla, con quien se presentó en el Tango Bar y nuevamente en radio El Mundo, actividad a la que puso fin el propio director, al disolver su orquesta para realizar su primer viaje a Europa.

      En 1949, llegó a Ferrari la oportunidad de ingresar a la orquesta de José Basso en reemplazo de Ricardo Ruíz, el otro tenorino del tango al que mencionáramos al comienzo de esta reseña.

      En la orquesta del destacado ex pianista de Troilo, Oscar compartió el rubro de cantores con Francisco Florentino, presentándose con gran éxito en el café La Armonía.

      Su participación en esta orquesta se prolongó hasta el año 1955, siendo el otro cantor Jorge Durán, cuando de la formación se retiró Florentino. Durán y Ferrari fueron verdaderos puntales del crecimiento de la orquesta de Basso, produciéndose en el caso específico de Ferrari su debut en el disco a través del tango de José Tinelli y Manuel Ferradás Campos Será una noche.

      Sus registros discográficos en esta agrupación alcanzaron en una primera etapa a un total de diez temas en discos de 78 revoluciones por minuto para el sello Odeon, incluyendo entre ellos un dúo con Jorge Durán —la milonga del propio director y Eduardo P. Maroni titulada Payada criolla— y luego diez temas más para un disco larga duración editado por ese mismo sello, entre ellos los tangos Te odio, de Francisco Pracánico y Celedonio Flores —que ya había sido grabado en uno de los discos de 78—; Venganza, perteneciente a Luis Rubistein, un nuevo éxito que lo acompañó durante toda su trayectoria, y Ronda de ensueños, una adaptación del famoso vals de Raúl Capablanca e Ivanivici, registrado también a dúo con Durán.

      En ese lapso, la orquesta, con Ferrari y Durán como cantores, se presentó en radio Belgrano, en los cafés Marzotto y Tango Bar, en bailes en clubes y en giras por el interior del país y en el Uruguay, país en el que actuaron con gran éxito.

      Desvinculado de Basso en 1955, se incorporó en ese mismo año a la orquesta que terminaba de formar Armando Pontier, a poco de disolverse la recordada formación que este director condujera con Enrique Mario Francini. En este caso, el rubro de cantores lo compartió con Julio Sosa.

      También con Pontier realizó innumerables presentaciones en Buenos Aires y el interior del país, además de realizar nuevas grabaciones; tres para discos de 78 revoluciones editados por el sello rca Victor y posteriormente seis para un larga duración del sello Armani y otros seis que fueron incluidos, a razón de tres en cada uno, en sendos long play correspondientes al sello Columbia.

      En 1960, se desvinculó de Pontier, iniciando su carrera de solista, desarrollando entonces durante la década del sesenta una intensa actividad, como por ejemplo la gran cantidad de presentaciones en Buenos Aires y el interior del país, acompañado siempre por prestigiosos directores como Miguel Nijenson, Oscar de la Fuente —con quien grabó los tangos Humillación y Vida mía para el sello Doma—, Jorge Dragone —con quien registró el tango Alma en pena—, Ricardo Martínez y Pascual Mamone.

      Ya en 1973, fue contratado nuevamente por Armando Pontier, a fin de incorporarlo como cantor del sexteto que acababa de formar. Con esta agrupación, se presentó en Capital Federal —en el salón del Marabú— y en otros locales del interior y también de Paraguay, además de realizar seis grabaciones para el sello Music Hall, entre ellas una nueva versión de su viejo éxito Venganza, siendo los cinco restantes el vals Yo tengo una novia, de Héctor Marcó y Centeno, y los tangos El momento soñado, perteneciente al mismo Pontier; No hables mal de las mujeres, de Alberto Margal; La melodía de nuestro adiós, de Carmelo Santiago, y Desencanto, el clásico de Discépolo y Luis César Amadori.

      El rubro de cantores lo compartía ahora con Carlos Casado.

      En ese mismo año 1973, interrumpió brevemente su actuación con Pontier a fin de integrar una delegación tanguera que viajó a la ciudad colombiana de Medellín, para presentarse en el iv Festival del Tango. A su regreso, se reincorporó al sexteto de Pontier, con quien permaneció hasta el año siguiente, en el que retornó a su condición de solista, presentándose poco después nuevamente en Colombia, junto con Jorge Casal y Carlos Alcorta, en una actuación que duró un mes.

      En febrero de 1977, encabezó el elenco de la boite Caribean, en Mar del Plata, junto con Alfredo Belusi y María Garay, y en 1985 fue galardonado con el premio el Zorzal de Oro, auspiciado por el programa Argentina de noche.

      En 1986, volvió a presentarse en Mar del Plata, en esta ocasión en el Hotel Tourbillón, con un elenco en el que también estaban Alberto Podestá, Reynaldo Martín y el bandoneonista Pascual Mamone, entre otros.

      En 1987, grabó acompañado por una agrupación dirigida por el pianista Ricardo Martínez, con la que participó en la edición de un total de tres casetes, los que se completaron con temas cantados por él y por sus colegas Osvaldo Ribó, Juan Carlos Cobos y Carlos Aguirre.

      Ya en 1989, fue distinguido con el premio Discepolín de Oro.

      Por otra parte, en la década del ochenta, había comenzado a escribir poesías y cuentos cortos en los que volcaba su larga experiencia en los ambientes nocturnos donde desde hacía cuatro décadas venía desarrollado su actividad de cantor. Así fue como publicó dos libros, titulados Versos de amor y barricada e Historias de cabaret.

      A fines de esa década, actuó en el programa televisivo Grandes Valores del Tango, presentándose también en tradicionales locales de Buenos Aires y Mar del Plata.

      A partir de agosto de 1991, participó en un espectáculo teatral en la ciudad de Montevideo titulado Los Maidana están cantando, junto con el vocalista


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