Gente de tango. Carlos Federico Torres

Gente de tango - Carlos Federico Torres


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con las consecuencias que resultan imaginables, y el momento vivido por el cantor —señalaba entonces Mancione— produjo en su estado de ánimo una fuerte conmoción» que se percibe claramente en la versión grabada, la que no estuvo por ende a la altura de su calidad interpretativa. Escuchando la misma, se evidencia claramente la veracidad de lo relatado por este excelente director.

      Entre septiembre de 1951 y marzo de 1952, formó parte de la orquesta de los maestros uruguayos José Puglia y Edgardo Pedroza, en cuyo debut discográfico, producido en el mes de noviembre de 1951, también participó Fiore.

      En ese mes, orquesta y cantor grabaron tres temas para el sello Sondor en la capital uruguaya, los que a la postre resultarían ser sus postreros registros, dado que luego sólo participó pronunciando unas palabras introductorias en un disco editado por el sello Music Hall del tango Llorando la carta en el año 1955.

      Inspirado compositor, le pertenecen la música de los tangos Admiración, al que grabó con la orquesta de Juan Carlos Cobián en julio de 1928; Pa’ qué seguir, en colaboración con Pedro Lloret, que Miguel Caló con la voz de Jorge Ortiz llevó al disco para el sello Odeon el 19 de enero de 1943; En las noches, con versos de Enrique Cadícamo, y ¿Quién te ha traído?, escrito en colaboración con Astor Piazzolla, los dos grabados con la orquesta dirigida por Astor.

      Una consideración especial merece Orquestas de mi ciudad, tango del que Fiore figura como compositor de la melodía y cuyos versos pertenecen al letrista y periodista uruguayo Erasmo Silva Cabrera, autor que suscribía sus trabajos con el seudónimo de Avlis, dado que el historiador uruguayo Humberto Barrella ha señalado que «el verdadero compositor de esa melodía no es otro que Aníbal Troilo, quien decidió obsequiarla a su cantor y entrañable amigo. La decisión molestó profundamente a Avlis, dado que éste consideraba que había perdido injustamente la oportunidad de que sus versos estuviesen acompañados por la música de un compositor de los quilates de Pichuco».

      Orquestas de mi ciudad fue grabado precisamente por la orquesta de Troilo con la voz de Fiorentino el 17 de diciembre de 1943 y por Alberto Podestá en el año 1973 con el acompañamiento de la orquesta dirigida por Leopoldo Federico, para su inclusión en un disco larga duración editado por el sello Music Hall.

      Desde su desvinculación de la orquesta de Puglia y Pedroza hasta su fallecimiento producido tres años y medio más tarde, la actividad de Florentino se circunscribió fundamentalmente a la realización de giras que lo llevaron a diversas ciudades del interior del país, como asimismo a Brasil, Chile, Perú y Venezuela.

      El inesperado fallecimiento de Fiore se produjo durante un viaje que inició por la provincia de Mendoza a comienzos de septiembre de 1955 en compañía del cantor Roberto Chato Flores, con la finalidad de realizar una serie de presentaciones.

      En la madrugada del 11 de ese mes, ocurrió el accidente que le costó la vida, ahogado en una acequia de escasa profundidad situada en cercanías de la capital provincial, de la que no pudo escapar a causa del desmayo que le había producido el golpe que sufrió en ocasión de caer en ella el automóvil en el que viajaba.

      Le faltaban entonces sólo doce días para cumplir 50 años de edad.

      120. Firpo, Roberto

      Pianista, director y compositor, nació en Las Flores (provincia de Buenos Aires) el 10 de mayo de 1884.

      Desempeñó diversos oficios tanto en su ciudad natal como luego de su llegada a Buenos Aires. Así, en Las Flores trabajó en el almacén de sus padres y en la Capital fue empleado en otro almacén cuando sólo tenía catorce años de edad.

      Posteriormente, realizó labores en un campo como fichador de esquilas y ya de regreso a Buenos Aires, ingresó primero a una fábrica de zapatos, dos años más tarde a la fábrica Vasena y luego en el puerto de Ingeniero White, como apuntador de muelles.

      Con los ahorros producto de esta última ocupación, a su retorno a Buenos Aires, adquirió su primer piano, siendo al poco tiempo presentado por Juan Deambroggio, el que a la postre fuese director en Francia y compositor del tango Bandoneón arrabalero, al pianista Alfredo Bevilacqua, quien le impartió las primeras y decisivas lecciones de piano.

      Con los conocimientos que rápidamente adquirió, en 1906 integró un trío con el violinista Alcides Palavecino y el clarinetista de Juan Carlos Bazán, conjunto con el que actuaron en cafés y locales del barrio Norte de Buenos Aires, entre ellos el célebre Hansen.

      Con su fama ya plenamente consolidada, Firpo fue luego incorporado a los elencos del Armenonville, el Abbaye y El Tambito, entre otros célebres establecimientos de la época.

      Compuso su primer tango alrededor del año 1907, al que tituló La gaucha Manuela, el que no llegó nunca al disco, y en 1912, Argañaraz, tango que fuera el primer tema que grabó al frente de su conjunto en ese mismo año. A este tango, dieciocho años más tarde le agregó una letra de tinte sumamente nostálgica, propia de su estilo, el poeta Enrique Cadícamo, a fin de que fuera grabado el 1º abril de 1930 pero con el título de Aquellas farras por Carlos Gardel acompañado por un conjunto que integraron Rodolfo Biaggi, en el piano; Antonio Rodio, en violín, y los guitarristas Barbieri, Aguilar y Riverol, para luego ser grabado en forma instrumental y ya nuevamente bajo su título original por la orquesta de Ricardo Tanturi para el sello rca Victor, el 18 de noviembre de 1940, época en la que transitoriamente dicha orquesta no contaba con cantor.

      Registros posteriores de este tango, siempre bajo el título de Argañaraz, fueron los de la orquesta de Ángel D’ Agostino con la voz de Tino García, y las de Héctor Varela y Alfredo De Ángelis, en estos dos casos nuevamente en versiones instrumentales.

      En la Nochebuena del año 1913, Firpo compuso otro de sus célebres tangos: Fuegos artificiales, en colaboración con Eduardo Arolas, mientras ambos observaban desde el cabaret Armenonville, donde actuaban, los festejos de esa noche. Este tango, junto con otros dos temas muy recordados de su producción, El amanecer y La carcajada, poseen efectos especiales en sus interpretaciones, que simulan los sonidos propios de sus respectivos títulos.

      También en el Armenonville, en una noche de ese mismo año 1913, estrenó tres tangos de su inspiración: Sentimiento gaucho, Marejada —del que en julio de 1950, Francisco Rotundo con su orquesta hiciera una excelente aunque poco difundida grabación para el sello Odeon— y De pura cepa, todos ellos con un sesgo sentimental que habría de constituir la impronta de la mayor parte de su producción.

      En 1914, compuso Alma de bohemio, estrenado en una obra teatral del mismo nombre de Florencio Parravicini, quizás el primer tango romanza según José Gobello, dado que su estreno, de acuerdo con el mencionado estudioso, es anterior al de Bélgica, el tango de Enrique Delfino al que suele adjudicársele ese privilegio.

      En ese mismo año, ya asentado como director y pianista de su conjunto, agregó al mismo un segundo violín y una flauta, y posteriormente incorporó por primera vez al tango el sonido del contrabajo, el que confiara a Leopoldo Thompson, a quien se reconoce la creación del sonido canyengue del género.

      Por entonces, ya había compuesto, además de los ya mencionados, otros temas como El bisturí, El ahorcado, De mi flor, Toda la vida, Barquinazo, Ave sin rumbo, El rápido, Eco melodioso, Mágico sueño y El apronte.

      Curiosamente, desde entonces y por un período que se extendió a los siguientes dieciséis años, Firpo no produjo ninguna otra composición, dado que al mismo tiempo que continuaba al frente de sus conjuntos agregó otras tareas ajenas a su actividad artística, como la ganadería y las inversiones bursátiles.

      Sin embargo, en 1929 ocurrieron dos circunstancias que afectaron a esas actividades en las que había invertido las ganancias que obtenía con su actividad musical: una gran crecida del Paraná que inundó los campos en los que desarrollaba la ganadería y la caída mundial de las Bolsas producida a partir del 19 de octubre de ese año, día desde entonces recordado como el «viernes negro» de la Bolsa neoyorkina.

      Ambos eventos causaron en el patrimonio de Firpo importantes pérdidas, las que lo obligaron a abandonar esas actividades y retomar entonces su tarea de compositor.


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