Medellín. Jorge Pérez Jaramillo

Medellín - Jorge Pérez Jaramillo


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con la desmovilización de los grupos de autodefensas, el indicador volvió a aumentar en plena etapa del Urbanismo Social durante 2008 y 2009, al alcanzar una tasa de 94.3 homicidios. A partir de este momento se presentó una extraordinaria reducción, continua y sistemática que nos llevó a la menor tasa desde 1976, con 20.1 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2015. Este representa el más extraordinario indicador de los resultados del proceso de Medellín durante cuatro décadas (1975-2015).3

      Algunos asuntos de la política nacional tuvieron grandes implicaciones en la ciudad, como la desmovilización de los grupos paramilitares iniciado por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, con el acuerdo de Santa Fe de Ralito firmado en julio del 2003. La desmovilización de más de 30,000 hombres impactó profundamente en la situación de los barrios de Medellín desde su inicio a finales del año 2003, particularmente la desarticulación del Bloque Cacique Nutibara. Esta situación incidió en el gobierno local de Sergio Fajardo, en 2004, y en el de Alonso Salazar en 2011. La vinculación de diferentes sectores de la sociedad antioqueña con los paramilitares determinó en buena medida la realidad interna de Medellín y el valle metropolitano, en tanto las organizaciones ilegales asociadas tuvieron operaciones en la ciudad y en la región. En esta dirección evolucionaron algunos grupos vinculados años antes al llamado Cartel de Medellín, como lo representa el caso de las Autodefensas Unidas de Colombia (auc), encabezadas por Carlos Castaño, entre muchos otros.

      En los indicadores referidos influyó también el caso de Diego Fernando Murillo, alias Don Berna, quien aceptó la desmovilización y posteriormente, en 2008, fue extraditado a Estados Unidos por narcotráfico. Informes detallados sobre las incidencias de estos procesos se pueden consultar en fuentes diversas, entre las cuales están la Alta Consejería para la Reintegración Social y Económica de Personas y Grupos Alzados en Armas (arn)4 y la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (mapp) en Colombia de la Organización de Estados Americanos (oea).5

      Como se podrá comprender, la historia muestra cómo la seguridad y la violencia en Medellín han obedecido a factores internos de indudable dimensión, así como a procesos relacionados con el crimen organizado y diversos tráficos ilegales. Los resultados positivos tienen que ver también con dinámicas nacionales e internacionales, al igual que con aspectos que superan el contexto interno. Indudablemente, es necesario “comprender el contexto geográfico en el que crece la ciudad e identificar los procesos históricos de poblamiento, estructuración de las relaciones políticas y económicas, puntos estratégicos de control de la ciudad, caracterización del territorio intraurbano y su relación con los límites, áreas de interés, conexiones locales y nacionales, tanto lícitos como ilícitos de la ciudad y la región” (Patiño Villa, 2015).

      El estudio realizado por el Instituto de Estudios Urbanos (ieu) con el Departamento Administrativo de Planeación (dap, 20124-2015) explica de qué forma el problema de Medellín obedece a diversas escalas territoriales y reclama políticas articuladas en diversos ámbitos institucionales y de autoridades del Estado e incluso internacionales. Es decir, el gobierno local solo, como se pretende en la actualidad, no tendrá nunca capacidad de controlar las complejísimas variables que enfrenta la ciudad, y más bien desestructura políticas públicas que ha costado ensamblar.

      Volviendo atrás, es oportuno revisar la dinámica de la sociedad en el camino de superación de la crisis extrema. El conjunto de nuestra comunidad enfrentó, además de la crisis general, una guerra interna, feroz y autodestructiva a inicios de la década de los noventa, en la cual estábamos en riesgo y nadie tenía esperanza de futuro. Fue una auténtica encrucijada, que puso a prueba a todos los estamentos de la sociedad y que demandó respuestas que pocos o nadie podrían ofrecer. Inspirada por un fuerte instinto de supervivencia ante el caos y la desesperanza, nuestra comunidad desplegó una intensa autocrítica, confusa pero persistente, en medio de una toma de conciencia colectiva sobre los errores acumulados. Ese fue el fundamento de una etapa de construcción de acuerdos sobre los grandes problemas por resolver. A lo largo de la grave dinámica de degradación y guerra urbana, gradualmente se dieron programas de fortalecimiento de las bases comunitarias en los sectores populares, acompañados de la transformación de las instituciones policiacas, el fortalecimiento de la justicia y la implementación de políticas para perseguir abiertamente la ilegalidad y la delincuencia organizada. En la década de los noventa se desarrolló un diálogo sin precedente, que derivó en la conformación de un pacto político ciudadano y la formalización de una ciudadanía muy activa. Gracias a esta dinámica, líderes comunitarios y organizaciones con un buen grado de respaldo social y amplia representatividad construyeron un camino que ha sido base firme del recorrido político y social reciente, expresión extraordinaria de resiliencia.

      Diálogo social, intenso trabajo para superar las brechas con gran énfasis en educación y cultura, formación de líderes, organización comunitaria, fortalecimiento del Sistema Municipal de Planeación creado según el Acuerdo 43 de 1996, que incluyó el marco general para el Plan de Desarrollo del Municipio de Medellín; consolidación de esquemas de corresponsabilidad comunitaria, surgimiento de organizaciones políticas cívicas, compromiso con los sectores productivos formales, así como formación de una institucionalidad y un sistema fiscal municipal muy fuerte son algunos elementos que fomentaron la gobernanza y gestión de los recursos públicos con mayor responsabilidad, con un indudable saldo que ha asegurado que la ciudad hoy sea liderada con el involucramiento de diversos sectores y no solo por la clase política.

      En efecto, de la profundidad de la crisis que hemos vivido ha surgido gradualmente una voluntad colectiva de concertación ciudadana, de profundización y ampliación de la democracia, de promoción de mecanismos de participación popular, de énfasis en la generación de una cultura civilista y tolerante, que contrasta con otras épocas de nuestra historia. Lo que está al orden del día no es la imposición de las soluciones y del orden mediante mecanismos represivos, ni el diseño puramente tecnocrático de estrategias y programas. Lo que está aprendiendo Medellín, gradualmente, pero sin pausas, es la importancia de que los diversos aspectos de la vida urbana se discutan entre todos y que las soluciones se apoyen en el más amplio consenso (Melo, 2016).

      La magnitud de la crisis se convirtió en nuestra oportunidad. Los ciudadanos habíamos perdido no solo la posibilidad de soñar, sino también el espacio colectivo y la opción de disfrutar la ciudad; estábamos amedrentados por la delincuencia, los ataques terroristas con asesinos a sueldo, los secuestros y las bombas urbanas, con graves condiciones económicas generales, que nos negaron la vida pública. Entendimos que recuperar la civilidad y la vida en el espacio urbano, reintegrar los fragmentos sociales y superar la exclusión eran las bases de la estrategia a seguir. Si en algo la sociedad de Medellín avanzó desde entonces, fue en su trabajo por reconquistar la vida pública, mediante cohesión y emprendimientos colectivos diversos en medio de una comunidad con alto grado de corresponsabilidad con su territorio. Son varias décadas acumuladas, trabajando enfocados en construir una ciudadanía políticamente activa, que busca una Medellín más equitativa y civilizada.

      La historia de planificación, proyectos de urbanismo, infraestructura y arquitectura ofreció un campo de acción extraordinario para concretar en el hábitat diversas obras que han tenido capacidad de catalizar y consolidar nuevos escenarios para la vida de la gente. En esta etapa el urbanismo, con su mirada integral del espacio y la sociedad, ha evolucionado hasta alcanzar una ciudad que tiene en el centro a las personas y comprender que, más allá de obras funcionales, un escenario así se construye con obras que ofrecen escenarios para la integración social, la convivencia y el desarrollo humano.

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