La enseñanza de la bondad. Mary Beeke
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LA ENSEÑANZA
DE
LA BONDAD
SIRVA CON EL CORAZÓN Y
CON SUS MANOS
con Preguntas de Estudio
Mary Beeke
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
Primera Edición, impresa en Mexico, 2008
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
ISBN 978-1-629461-54-0
La Enseñanza de la BondadSirva con el Corazón y con sus Manos Por Mary Beeke
Derechos de Autor © 2007 por Mary Beeke
Derechos Reservados
Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Reformation Heritage Books (2965 Leonard St., NE; Grand Rapids, MI 49525) para traducir e imprimir este libro, The Law of Kindness, al español. www.heritagebooks.org
© 2008 Traducción al español por Publicaciones Faro de Gracia. Todos los Derechos Reservados
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida por ningún medio, sin el consentimiento escrito de la casa publicadora, excepto por citas breves usadas para revisión en una revista o periódico.
Diseño de la Portada por Jeremy Bennett, www.kalosgrafx.com Diseño Editorial por Julio Armando González
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
“Y hay enseñanza de bondad en su lengua”.-Proverbios 31:26b
Dedicatoria
A mis queridos padres, Henry y LenaKamp: Gracias por establecer los cimientos de un servicio continuo a los demás, así como una bondad genuina y constante en el hogar de mi infancia.
A mi amoroso marido Joel Beeke: Gracias por tu constante apoyo y por tu benignidad, semejante a la de Cristo hacia mí y nuestros hijos.
A mis queridos hijos, Calvin, Esther yLydia: Mi corazón se regocija al ver su gentileza, su paciencia y su generosidad.
Le doy gracias a Dios y lo alabo por cada
uno de ustedes.
Los amo. Son más de lo que merezco.
UN VASO DE AGUA FRÍA “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” Mateo 10:42 Bueno, por lo menos puedo cumplir con este versículo. Puedo llevar a cabo un acto de gentileza hacía un siervo del Señor. El Señor sabe que amo a todos sus siervos, y que sería un honor lavarles sus pies. A causa de su Maestro, amo a los discípulos. ¡Qué generoso de parte del Señor mencionar una acción tan insignificante: “un vaso de agua fría solamente”! Puedo hacerlo, no importa que sea pobre; puedo hacerlo, no importa mi salario bajo; puedo hacerlo con alegría. Esto que parece tan poco, el Señor lo nota; ve cuando se ha hecho para el más pequeño de Sus seguidores. Evidentemente no es el costo, ni la habilidad ni la cantidad lo que Él mira, sino los motivos: aquello que hacemos para un discípulo, por que es un discípulo, su Señor observa y recompensa. No nos galardona por el mérito de lo que hacemos, sino conforme a las riquezas de Su gracia. Doy un vaso de agua fría, y Él me da a beber agua viva. Le doy a uno de Sus pequeñitos, y Él me trata como a uno de ellos. Jesús encuentra la defensa para Su generosidad en lo que Su gracia me ha llevado a hacer, y dice: “De cierto os digo que no perderá su recompensa” -Charles H. Spurgeon |
Contenido
Capítulo 2 Las raíces de la bondad
Capítulo 4 La esposa bondadosa
Capítulo 5 El esposo bondadoso
Capítulo 7 El papel del maestro
Capítulo 8 Intimidación escolar
Capítulo 9 Una carta para niños y adolescentes
Capítulo 10 Pensamientos bondadosos
Capítulo 11 Palabras bondadosas
Capítulo 12 Bondad a uno de estos pequeñitos
Capítulo 13 Su demostración de bondad
Apéndice “¡Mamá, por favor no te vayas!”
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Introducción
Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, aunque fue hace más de treinta y cinco años. Era la hora del recreo. Una pequeña multitud de estudiantes de secundaria se había reunido en la loma detrás de la escuela. Mis amigos y yo teníamos curiosidad. En el centro del grupo estaba de pie uno de sus compañeros de clase, con las manos atadas a la espalda. Le habían atado las manos tan apretadamente que una de sus manos estaba blanca como una hoja de papel y la otra roja como betabel. La campana marcó el final del recreo y lo dejaron parado en el campo.
Yo estaba asombrada y angustiada, pero demasiado paralizada para hacer algo. Yo era, después de todo, cuatro años más joven. Yo también lo dejé allí parado, y me preguntaba que sería de él. Pero he repetido esta escena en mi mente incontables veces. Las dos cosas que resaltan fuertemente eran el color de sus manos, y la mirada resignada, casi serena de su rostro. Sin embargo, en mi repetición mental, no me quedo parada solamente. Estoy pateando y golpeando a sus captores, y gritándoles con lágrimas de indignación: “¿Por qué son tan crueles? ¿Por qué no pueden ser amables?”.
Esta