Pensar en escuelas de pensamiento. Libardo Enrique Pérez Díaz
realidades.
El autor se pregunta ¿qué significaría transitar de la disciplinariedad a la transdisciplinariedad, en el propósito de construir condiciones para la generación de escuelas de pensamiento?, y a continuación se arriesga a construir una perspectiva relacional sustentada en un enfoque hermenéutico-analógico entendido como un diálogo de saberes y prácticas en favor del abordaje de la tensión unidad-diversidad y sus relaciones con las transiciones de lo disciplinar a lo interdisciplinar y de esto a lo transdisciplinar. En el contexto de este cometido, el profesor Mancipe deja ver siempre la importancia de esta noción sistémica en la agencia de un proyecto como el de las escuelas de pensamiento.
A continuación, podrá disfrutar de una mirada panorámica que, aun cuando se introduce humilde, da cuenta de un gran rigor en la construcción textual, así como de una actitud proactiva y deliberante que respecto a la pregunta ¿cuáles son las características esenciales de una gestión orientada hacia la creación de condiciones para generar escuelas de pensamiento desde una perspectiva interdisciplinar y transdisciplinar?, propone diez tesis interpeladoras y congruentes. Pero antes, como muestra de un amable espíritu crítico y a modo de enmienda que a la postre viene a ser una precisión, se replantea el interrogante en términos de: ¿qué hace falta para el nacimiento y el sostenimiento de las escuelas de pensamiento?
Las diez tesis, que además se precisan mejor como retos, están referidas a un conjunto de aspectos que competen al ámbito institucional como ente que se concreta en las interacciones de los sujetos constituyentes de tal entidad, es decir, el todos ahí. La primera tesis se refiere al pensar desinteresadamente, que en realidad no trata de un des-interés por sí, trata esencialmente de un apropiarse del disfrute del proyecto como aspecto esencial del proyecto vital, trascendiendo las lógicas del consumismo desenfrenado.
Otros aspectos claves de estas tesis tienen que ver con la construcción de otros espacios, con la disposición de posibilitar la emergencia de nuevos, alternativos y fecundos escenarios que potencien el pensar y el actuar. También aparece la libertad como condición sine qua non, representada en una especie de libre albedrío producto de la deliberación; se nota la presencia del denominado outsiders como representación de la humildad que acota un suspender-se para suspender múltiples dimensiones de la realidad, es decir, para repensar-se y repensar. Se alude al reconocimiento del constructivismo como reconocimiento amable de la voluntad del intelecto creativo; al acontecimiento como indispensable expresión de la inmanencia de la experiencia que existe históricamente, pero que se trans-estructura con el pensamiento; a la experimentación que entendida como atrevimiento fraterno permite correr el riesgo de arriesgarse hacia lo nuevo y significativo; a los grupos que, quizá, más que grupos seguramente evolucionarían a equipos, a familias cuyo mayor valor es la fraternidad de la construcción en la diversidad; a la tradición, que como un paciente inquilino está siempre disponible para cuando decidamos dejarnos acompañar por ella, y, claro, a la acción, pero como capacidad desde sí y con otros síes para transformar-se y transformar.
En un tercer aparte, el libro contiene los productos del trabajo realizado por los equipos interdisciplinares en esta fase del proceso. Este nodo problematizador se ha nombrado como nodos interpelantes y el lector encontrará que son un conjunto de producciones muy diversas, pero que, al mismo tiempo, desde la mirada intervinculante que caracteriza los fenómenos complejos, cuentan con una serie de conexiones rizomáticas e interestructurantes.
En primer lugar, se puede registrar el trabajo titulado “El desarrollo social en Colombia como oportunidad para la sostenibilidad hacia el siglo XXII”. Este producto del pensar colectivo se configura como uno de los primeros acercamientos interdisciplinares a lo social desde una postura analítica referente a las categorías de desarrollo, eficiencia y sostenibilidad, entre otras. Se hace un primer intento de acercamiento al contexto colombiano y su perspectiva de desarrollo, como oportunidad para valorar la importancia de la sostenibilidad en la perspectiva del siglo XXII.
Luego, aparecen en escena las “Reflexiones para un programa de investigación en pobreza, inequidad y desarrollo en la Universidad de La Salle en torno a las escuelas de pensamiento”. Este aparte del texto da cuenta de una rigurosa revisión teórica respecto a las diferentes escuelas sobre el estudio del desarrollo y las analiza en función de su relevancia respecto a la pobreza y a la inequidad, y se sugiere la necesidad de abordar estos procesos desde diferentes disciplinas. La reflexión se contextualiza, luego, en la Universidad de La Salle y se destacan los aportes más relevantes de cada unidad académica, según los integrantes del equipo. El propósito esencial que se destaca es el de mostrar caminos posibles para continuar los desarrollos en este campo.
A continuación, se encadenan estos aportes con la presentación de “Los libros de la buena memoria”, un conjunto de pensamientos que se introducen y que proponen una tensión interesante entre la violentología y la pazología, esta última se propone como alternativa en un contexto como el colombiano que tanto lo necesita. Seguidamente, el texto nos introduce en un riguroso cuerpo teórico que da cuenta de los constituyentes esenciales, de la complejidad y los efectos de los vínculos con el pasado, de la buena memoria, del olvido, del efecto de los intereses en estos productos de la cultura y del comportamiento humano.
Se aborda, también, la discusión de la religión como escenario de constitución de memoria cultural y como posibilidad mediadora en un buen vivir, si deliberadamente así se asume en el contexto de lo que se nombra como el destino y siempre que se superen las manipulaciones históricas. Así se retoma el asunto del territorio, en relación con la memoria y la historia, como posibilidad en los procesos democráticos y constructores de paz.
Desde este transcurrir, se pueden tender algunos puentes con las “Aproximaciones conceptuales para dimensionar el papel del territorio en el advenimiento de un proceso de paz: el papel de la Universidad”. Estos pensamientos se originan en el acuerdo del carácter territorial del “ser humano”, una idea que es utilizada acertadamente para explicar aspectos importantes de la historia del conflicto colombiano. Se enfatiza en que la paz se vincula directamente con las realizaciones en el territorio.
A partir de la documentación y la amplia explicación de cada una de las nociones fundamentales expresadas, este equipo se arriesga en torno a la pregunta por el papel de la universidad colombiana en una formación que si bien no puede dar garantías, sí se inscriba de manera deliberada y decidida en el compromiso de ayudar a constituir ciudadanos capaces y dispuestos a contribuir en la construcción de una mejor sociedad, que aporten a la sostenibilidad en toda su extensión y, por supuesto, que sean protagonistas en el nacimiento de una cultura de paz. Todas estas expectativas se vinculan estrechamente con el horizonte de sentido de la Universidad de La Salle y las condiciones de singularidad de su proyecto educativo.
Yendo al ámbito de lo rural como escenario determinante en el futuro del país, pero asimismo, como una de las muestras de cuán alejados y de espaldas al campo hemos estado cultural y políticamente hablando, otro de los equipos que tomó el riesgo de este caminar juntos en la incertidumbre nos plantea “La tensión teoría-práctica: un desafío para la Universidad de La Salle en el diálogo entre la nueva ruralidad, la seguridad alimentaria y la política pública”. Centra su atención en un ejercicio de profundo discernimiento en torno a cada una de estas categorías de análisis y establece conexiones típicamente complejas con las problemáticas sociales y un conjunto de posibles estrategias orientadas hacia su solución.
Sus pensamientos los imbrican desde el abordaje epistemológico como soporte del conocer de cierta manera; lo económico como componente fundamental del desarrollo, pero entendido de forma alternativa a la tradición economicista; el factor de lo social centrado en la importancia, el sentido y las garantías que deben tener los conglomerados humanos, y lo cultural y lo político como bisagras que en el marco de la gestión de las prácticas socio- culturales devienen en tensiones o posibilidades del crecimiento centrado en la calidad del ser humano como sujeto-propósito y no medio del desarrollo, como protagonista y beneficiario de la sostenibilidad de los sistemas de producción, de los recursos genéticos y su importancia en el mantenimiento de condiciones medioambientales equilibradas, de la constitución de empresas humanas solidarias y, en general, de todos los productos de la cultura y los bienes de la naturaleza.
Como se puede ver, estamos