Pensar en escuelas de pensamiento. Libardo Enrique Pérez Díaz

Pensar en escuelas de pensamiento - Libardo Enrique Pérez Díaz


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no son fuertes investigativamente hablando, les falta más trayectoria en el tiempo y más generación de conocimiento nuevo. Y allí es donde se forjan los espíritus científicos. En los posgrados se cultivan las futuras estrellas, son ellos los que jalonan los pregrados, y en estos se inicia el cultivo de las vocaciones científicas.{3} Aterricemos la reflexión a nivel individual, a cada uno de nosotros. A manera de termómetro, midamos nuestra temperatura: ¿cómo está nuestro espíritu científico?, ¿alto o bajo? El espíritu tropical es de mínimos y no de máximos. He ahí la tarea educadora de la universidad, la generación de unas pedagogías tropicales, que sin dejar de lado nuestro espíritu jacarandoso, vital y fiestero, del gozo de la vida, forjen en las futuras generaciones el espíritu científico hecho de disciplina, rigurosidad y exigencia. No poca razón tenía Gastón Bachelard al hablar de los hábitos intelectuales: “Balzac decía que los solterones reemplazan los sentimientos por hábitos. Igualmente, los profesores reemplazan los descubrimientos por lecciones. En contra de esta indolencia intelectual que nos priva poco a poco de nuestro sentido de las novedades espirituales, la enseñanza de los descubrimientos realizados en el transcurso de la historia científica es un precioso auxiliar. Para enseñar a los alumnos a inventar, es bueno darles la sensación de que ellos hubieran podido descubrir” (2010, p. 291).

      Es como un círculo vicioso. Sin espíritu científico no hay espíritus científicos, y sin estos no hay escuelas de pensamiento. O al revés: una universidad que no promueva escuelas de pensamiento jamás va a tener un auténtico espíritu científico y mucho menos va a contar con egresados que se destaquen en los distintos espíritus científicos de hoy y del futuro.

      Espíritu innovador

      En asuntos de innovación los colombianos hemos tenido mejor suerte. Como todo comienza con el adaptar lo foráneo, en ello somos magistrales. Nos sobra ingenio y habilidad. Nuestra versatilidad para asumir y mejorar los saberes y tecnologías de otros es proverbial. Importamos y usamos máquinas, procedimientos y cuanto artilugio puede ser necesario para domar y poner a producir nuestra agreste geografía. Hemos modificado nuestro paisaje geográfico y lo hemos interconectado con aeropuertos y medios de comunicación para que nuestras cordilleras no fueran un obstáculo para el progreso.

      Sin embargo, no contamos con unas élites suficientemente numerosas, cualificadas y creativas que puedan competir con las élites de otros países en igualdad de condiciones en los asuntos propios de la generación de innovaciones. La causa fundamental está en que en nuestro inconsciente colectivo valoramos más lo venido del extranjero que lo propio, por tanto, no hay un clima cultural favorable desde la infancia y la juventud, proclive a estimular a las personas creativas, a los productos creativos y a los procesos creativos. Requerimos de una educación que premie a los innovadores y que no los frustre para siempre, una educación que motive la creatividad, la imaginación y el ensayo de nuevas ideas.

      Ciertas regiones de Colombia han comenzado a dar pasos significativos en reorientar tal ethos nacional. Destacan en ello Bucaramanga, y el núcleo santandereano, y Medellín, y el núcleo paisa. De estos últimos subrayaría su lema “SI LO IMAGINAS, ES POSIBLE”. “Esta frase se ha convertido en la inspiración de la Ruta N, el Centro de Innovación y Negocios de Medellín que hoy hace parte del pensamiento colectivo de la ciudad. Creado por la Alcaldía de Medellín, UNE y EPM, Ruta N cree fielmente que el apoyo de las ideas innovadoras es el principio que hace realidad los sueños y que lleva a cualquier ciudad por el camino del progreso y el desarrollo”. Gracias a entidades como esta, y a un amplio portafolio de innovaciones sostenido durante una década con “la continuidad en las políticas de tres alcaldes, las alianzas entre los sectores público y privado, los proyectos de inclusión social en las zonas más deprimidas y el gran impulso a la educación”, la ciudad de Medellín recibió en este año 2013 el reconocimiento a “la ciudad más innovadora del mundo”.{4} Los paisas son emprendedores y echaos p’alante por cultura. Por el contrario, los habitantes de otras regiones no son por cultura como los paisas. Les toca aprender, como dice el refrán: “los muchos tropezones enseñan a caminar”. En este sentido, para todos los colombianos nos resulta muy inspiradora la publicidad de Apple:

      “Para ‘Los Locos’

      Brindamos por los inconformes,

      los polémicos,

      los rebeldes.

      Por quienes causan controversia.

      Por las esferas en un mundo de cuadrados.

      Por los que ven las cosas diferentes.

      Que no siguen las reglas, ni respetan el statu quo.

      Usted puede alabarlos, estar en desacuerdo con ellos, citarlos,

      glorificarlos o satanizarlos.

      Lo único que no puede hacer es ignorarlos.

      Porque ellos son los que cambian las cosas.

      Ellos inventan. Ellos imaginan. Ellos curan.

      Ellos exploran. Ellos crean. Ellos inspiran.

      E impulsan a la humanidad hacia adelante.

      A lo mejor ellos tienen que estar locos.

      Si no cómo se puede observar un lienzo vacío y ver una obra de arte.

      O sentarse en silencio

      y escuchar una canción que nunca se ha escrito.

      O mirar un planeta rojo y ver un laboratorio andante.

      Nosotros hacemos herramientas para esta clase de gente.

      Y mientras que algunos los ven como ‘los locos’

      Nosotros vemos en ellos genios.

      Porque los que están suficientemente locos

      como para creer que pueden cambiar el mundo, son quienes lo cambian”.{5}

      Detrás de las escuelas de pensamiento lo que existe es una pléyade de intelectuales que han aportado con su obra al mundo del pensamiento y el arte. Son científicos, humanistas y artistas, cuya característica común es el espíritu innovador. Los expertos en innovación nos dicen que “detrás de cada proyecto innovador existe una persona concreta que lo ha sabido impulsar y liderar con su particular visión de cómo mejorar las cosas, y con su energía y su pasión por sacarlo adelante costase lo que costase, como si se tratara de una cuestión personal” (Cornella, 2011, p. 5).

      En otras palabras, no hay innovación sin liderazgo, no hay escuelas de pensamiento sin liderazgo tanto individual como colectivo. Al inicio de la segunda etapa resulta muy pertinente recordar las cuatro estrategias propias del liderazgo efectivo caracterizadas por Bennis y Nanus (1985): “la primera es la capacidad de estructurar claramente una visión. Los líderes deben saber cuáles son sus objetivos y dirigir los esfuerzos hacia ellos. La segunda estrategia es la habilidad para comunicar su visión a su grupo de trabajo, de manera que se forme una especie de sentido compartido de la misma. La tercera requiere que el líder desarrolle y demuestre un alto grado de confiabilidad y compromiso con la visión, de forma que su equipo perciba que se muestra firme y dispuesto a llevar a cabo las actividades. Finalmente, los líderes son capaces de hacer el mejor uso de sus recursos intelectuales y personales: esto incluye una alta confianza en ellos mismos y optimismo frente a la posibilidad de alcanzar los objetivos planteados” (citado por Soler et al., 2011, pp. 57-58).

      Interroguémonos otra vez: ¿cómo está nuestro liderazgo innovador? ¿En qué medida la universidad promueve un fuerte espíritu innovador? ¿Cuáles han sido sus descubrimientos y aportes al saber? Desde la cienciometría y sus indicadores de producción científica son oportunas estas otras preguntas: ¿cuántas patentes registramos por lustro? ¿Cuántos artículos publicamos en revistas indexadas? ¿Cuál es el número de ponencias internacionales y nacionales? ¿Cuántos libros nuevos producimos por año?

      Espíritu de emprendimiento

      Reducir el concepto de universidad emprendedora a una institución formadora de empleadores y no de empleados es empobrecer el concepto. Imaginar el hábitat universitario como el lugar en exclusiva donde se fraguan las futuras empresas, industrias o spin off (aquellas surgidas de la aplicación del conocimiento nuevo), es desdibujar completamente


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