Pensar en escuelas de pensamiento. Libardo Enrique Pérez Díaz

Pensar en escuelas de pensamiento - Libardo Enrique Pérez Díaz


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pertinente y debe ser impertinente.

      En cuanto a lo primero, pertinente, debe formar profesionales competentes y expertos que sepan ejercer las tareas que la sociedad requiere. Buen ejemplo de esto queda expresado en la publicidad del Programa de Urbanismo de la Universidad de La Salle, único programa de pregrado de tal naturaleza en el país:

      “COLOMBIA NECESITA DE URBANISTAS

      que hagan ciudades HABITABLES donde la gente viva FELIZ

      Profesionales que PIENSEN, IMAGINEN,

      PLANIFIQUEN Y DISEÑEN sus ciudades y

      municipios con criterios de SOSTENIBILIDAD.

      Funcionarios formados para interpretar y hacer realidad

      LA IMAGEN DE CIUDAD que anhelan sus habitantes.

      LÍDERES que transformen sus municipios y ciudades y los

      conduzcan hacia un desarrollo integral del TERRITORIO.

      Visionarios que anticipen el futuro de sus ciudades y municipios y los planifiquen estratégicamente para mejorar la CALIDAD DE VIDA de las COMUNIDADES que los habitan”.{6}

      En Colombia contamos actualmente con 1102 municipios, la mayoría de ellos, por no decir todos, carecen de personal calificado que piense sus problemáticas y prospectivas como asentamientos urbanos. Es una realidad que se palpa cada vez que tenemos la oportunidad de dejar las ciudades capitales para trabajar o visitar las localidades más remotas. Solucionar este tipo de carencias, como tantas otras del país, es lo que hace verdaderamente pertinente a una universidad.

      En cuanto lo segundo, impertinente, debe ser adalid de la formación del amplio espectro de los emprendimientos humanos transformadores, los cuales son siempre visionarios, se adelantan a su tiempo, son impertinentes en tanto molestan, inquietan, desacomodan. Ilustremos la cuestión. A nadie se le oculta que donde más se requeriría una escuela de pensamiento nuevo, sería en el ámbito de los emprendimientos políticos. Todos los colombianos requerimos del rescate de la majestad de la política en cuanto administración de la cosa pública. Si hay crisis mundial a nivel del estilo de gobierno de las naciones es porque nuestro tiempo aún no ha sido capaz de inventar el reemplazo de las formas de gobierno caducas por lo inoperantes y no pertinentes a las nuevas realidades y escenarios mundiales. Se impone, por tanto, la creación de nuevas ideologías y nuevos sistemas que las concreticen, mejorando las conquistas que ya son patrimonio de la humanidad.

      Otro ejemplo de emprendedurismo impertinente surge de la tensión que afrontan hoy las universidades, posicionarse como instituciones exclusivamente de corte empresarial (donde se aprende cómo obtener ganancias materiales y cómo ser más eficientes en el mercado mundial), o enrutarse como universidades humanistas (donde se forma para pensar y actuar para el bien común). Pareciera que la promoción de la primera va en detrimento de la segunda. Se requiere, en consecuencia, emprendimientos humanistas a favor del reposicionamiento del talante humanista de los universitarios, de los políticos y de todos aquellos líderes de la sociedad para que cuestionen y desafíen el pensar solo en sus propios intereses, en el lucro y la rentabilidad.

      Las humanidades (arte, literatura, idiomas, historia y filosofía, entre otras) se necesitan hoy más que nunca como parte esencial de la educación universitaria para un mundo cada vez más cosmopolita que requiere de líderes altruistas que más que pensar en sus propios intereses —cómo obtener ganancias materiales y cómo ser más eficientes en el mercado mundial— piensen en el bien común.

      Un buen parámetro para medir nuestro talante de espíritu de emprendimiento lo constituiría la mayor o menor capacidad que mostremos tras el propósito de sentar las bases para que en un futuro contemos con numerosas escuelas de pensamiento. Es un propósito que demanda grados altos de iniciativa y de capacidad ejecutiva para ir más allá de las limitaciones presupuestales, de la necesidad de competir en escenarios internacionales, de las presiones que nos llegan por posicionarse en los rankings internacionales, o de la aspiración a emular las universidades de clase mundial. De cierta manera, espejismos y tentaciones que nos desvían de trabajar en pro de una agenda propia, de escuelas de pensamiento que respondan a las necesidades y problemáticas del país. Es impertinente, a todas luces, restarle energías a tales demandas internacionales, pero es más pertinente una universidad cuya agenda de escuelas de pensamiento no se posicione de espaldas al país. Colombia requiere de sus universidades emprendimientos que contribuyan a su desarrollo y progreso.

      Visión compleja y transdisciplinaria

      Los tres espíritus a los cuales hemos hecho referencia, el espíritu científico, el espíritu innovador y el espíritu de emprendimiento, son también condiciones previas para que emerjan en una universidad las escuelas de pensamiento. En el trasfondo de lo planteado hasta el momento, al menos en Colombia y específicamente en la Universidad de La Salle, desde finales del siglo pasado, es decir, en los últimos quince años, se ha propuesto para la Universidad un modo esencial de pensamiento y acción que entrevera dos temas de tal manera imbricados que son una sola visión integradora, ellos son el tema de la complejidad y el tema de la transdisciplinariedad.{7}

      La complejidad de la naturaleza y de la sociedad, la cual se nos descubre como conformada por niveles de realidad diferentes, pero a su vez estructurados como totalidad. Y la transdisciplinariedad{8} es concebida como un nuevo modo de producir conocimiento y de solucionar problemas en grupos colaborativos para abordar lo contextual, lo global, lo multidimensional y el complejo de la realidad.{9}

      Que una universidad como estrategia de futuro opte por trabajar con la complejidad y la transdisciplinariedad como perspectiva, conlleva que se piense administrativamente como organización compleja{10} y recree su institucionalidad cocreando y coconstruyendo metamodelos que respondan, entre otras, la siguiente pregunta: ¿qué tipo de universidad queremos y qué clase de acuerdos estamos dispuestos a tolerar para instaurarla?

      Por fortuna nos corresponde transitar por una época en que ya no se pierde tiempo en debates sobre si lo disciplinar debe ser reemplazado por lo interdisciplinar y este, a su vez, por lo transdisciplinar. Ya aprendimos que los ladrillos del edificio interdisciplinar son las disciplinas, y las bases de lo transdisciplinar es lo interdisciplinar. Seguiremos necesitando de buenos médicos y músicos, pero como el mundo se ha hecho cada vez más interdisciplinario, se requiere que todos los profesionales aprendan a trabajar en equipo, colaborativa y cooperativamente, interdisciplinarmente. Y una universidad que no posea una fuerte cultura interdisciplinaria ni de riesgo puede asomarse a cultivar procesos transdisciplinarios.{11}

      También somos privilegiados al vivir tiempos donde ya no se discute si el ideal para producir conocimiento nuevo es el modo 1, el modo 2 o el modo 3. El uno es prerrequisito del otro, son complementarios. Es tan compleja la realidad que si aspiramos a la unidad del saber, la riqueza de la pluridiversidad epistemológica y metodológica es más que bienvenida.{12}

      El verdadero problema radica en que en la base de las relaciones entre las disciplinas y los modos de hacer ciencia se encuentra el diálogo de saberes y la búsqueda de nuevas síntesis. Y esto es ciento por ciento transdisciplinar, aquel grado creciente de colaboración e integración para la resolución de problemas complejos a mayor escala, mediante la generación de nuevas perspectivas metodológicas y teóricas.

      La segunda fase que hoy nos tiene reunidos en estas conferencias de consenso sobre el sentar las bases de las escuelas de pensamiento se inscribe dentro de ese caminar hacia una universidad con enfoque transdisciplinar, lo cual es una visión de largo plazo. Este nuevo encuentro en el Edén entre distintos directivos académicos, investigadores, profesores, científicos de todas las disciplinas existentes en el aquí y ahora de la universidad no es sino una oportunidad de brindar “espacios de convergencia” para dialogar con los diferentes y buscar en conjunto nuevas síntesis. Al momento las escuelas de pensamiento son más una idea que un hecho, más un proyecto que una tarea realizada. Estamos iniciando las urdimbres y las tramas de este tejido futuro.

      Al punto de aproximarnos a esa bisagra histórica en que podremos pensar en cincuenta años atrás o cincuenta años adelante,{13} es perceptible que la Universidad ha ido evolucionando de una universidad disciplinar a una universidad interdisciplinar y de esta a una universidad


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