El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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del embarazo de Anka. En esta tarde diáfana de marzo, el sol ilumina el bosque habitualmente oscuro que rodea el monasterio. Anka lleva inquieta todo el día. Sacarla a dar un breve paseo por el bosque es un augurio de las maravillas que están por llegar, el primer eslabón de una intrincada cadena de sucesos que precederán al parto. La naturaleza conspira ahora para mostrarnos señales que apuntan a que la gestación está llegando a su fin. Es importante que el monje sea consciente de ello ya que, aunque el período medio de gestación es de sesenta y tres días, no es raro que una pastora alemana dé a luz a partir de los cincuenta y ocho días tras el primer apareamiento. Durante este tiempo, el cuerpo de Anka se ha comunicado con ella de maneras nuevas y diferentes, y durante este paseo su elocuencia natural se convierte en una invitación abierta para que presenciemos los primeros momentos de una nueva vida.

      Mientras corre por el camino, su abdomen hinchado se balancea de un lado a otro, y el meneo de su cola deja entrever su vagina, notablemente dilatada. Unos metros más adelantada que nosotros en el camino, mira hacia atrás repetidas veces, como buscando seguridad, y evita pisar las pequeñas manchas de nieve que todavía no se ha derretido. El bosque parece tan intranquilo como Anka. El viento silba entre los árboles, y la balancea con suavidad de un lado a otro del camino. El bullicio sosegado absorbe su jadeo, rápido y entrecortado. Hasta los árboles saben que algo va a pasar.

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       Anka nos conduce al bosque en su día cincuenta y nueve de embarazo.

      Por lo general, durante estos paseos la curiosidad devora a Anka. Desde el momento en que sale acompañada por el monje que la cuida, se sumerge en un festín de olores, y va con rapidez de las cepas musgosas de los árboles a los bajos enebros silvestres o los viejos muros de piedra cubiertos de setos, por los cuales sólo Dios sabe cuántos animales del bosque han pasado. A menudo se detiene a escuchar, y a continuación avanza silenciosamente sobre las hojas que cubren el camino, asustando de vez en cuando a algún grupo de faisanes o de pavos silvestres que se echan a volar dibujando una caótica llamarada. Anka los persigue encantada, y salta tras ellos en breves estallidos de energía.

      No obstante, abandona de inmediato la persecución al escuchar la voz de su guardián. Es el resultado de un largo adiestramiento y de un tipo de vínculo emocional que supera su instinto cazador. La simple mención de su nombre la devuelve al camino, y pronto se entretiene arrancando una ramita de un árbol muerto que le proporcionará algo para jugar durante el camino.

      Sin embargo, hoy es diferente.

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       Anka busca un lugar en el que instalarse bajo la pinaza de un árbol.

      Anka parece ensimismada de un modo inusual. Hoy le faltan las ganas de jugar que exhibe de forma tan natural durante sus paseos de cada día. Desprende impaciencia, camina en círculos continuamente, tiene los ojos desorbitados y jadea sacando la lengua. Sólo se detiene para marcar, una necesidad frecuente ahora que la presión uterina en su vejiga es constante. Se acerca a un estanque natural, bebe por un momento y se vuelve a alejar, mirando de manera fugaz hacia los arbustos que marcan los bordes del camino.

      Algo chasquea.

      De repente, sale disparada y desaparece entre un montón de pinos. Al acercarnos a los árboles, escuchamos zarpazos frenéticos debajo de un voluminoso árbol perenne de poca altura. Las ramas se mueven ligeramente, de debajo del árbol salen volando hojas muertas, agujas de pino y barro: Anka está improvisando un nido. Está preparando una guarida natural, una especie de cueva obra de su instinto maternal. Lo que hace esta actitud destacable es que no le han enseñado nada de esto. Anka, que cumplió dos años la semana pasada, es una perra joven. Simplemente responde a un profundo conocimiento instintivo.

      Si esta guarida estuviera en un terreno salvaje, la habría ideado con más cautela. En estudios realizados a lobos, los investigadores han encontrado a menudo guaridas excavadas en zonas elevadas como orillas cortadas o cuevas abandonadas, lugares que permiten una clara visión frontal de los alrededores. De hecho, no es inusual que los lobos remodelen guaridas de zorro vacías e incluso madrigueras de topos abandonadas. Su terreno favorito es seco y arenoso. La mayoría de las guaridas están situadas cerca de ríos, lagos, manantiales y otras fuentes de agua, debido a la constante necesidad de hidratación de la madre. Por lo general, el agujero de entrada tiene entre treinta y sesenta centímetros de diámetro y está conectado a una cámara interior mediante un túnel curvado hacia arriba que puede medir hasta tres metros de largo. Con frecuencia, la loba permanece tres semanas enteras cerca del sitio antes del momento del parto.

      El hecho de que Anka escarbe es una reminiscencia de todo ello.

      Nos detenemos un momento a observarla, y al final Anka se acomoda sobre el costado en lo que ha transformado en un círculo suave y ligeramente rebajado. Apenas visible desde nuestra posición, se asoma entre las ramas. Su mirada, alerta y expectante, indica que está satisfecha con ella misma. Aun así, está claro que lo acontecido hasta el momento es sólo algo preliminar, ya que no se han producido todavía contracciones uterinas, no se ha lamido con intensidad los pliegues vaginales ni tampoco ha descendido de repente su temperatura corporal, indicadores inequívocos del comienzo del parto. A pesar de ello, es evidente que el proceso evoluciona de manera irremediable hacia las etapas finales de la gestación y el nacimiento. Antes del paseo, su temperatura había bajado hasta 38 ºC, una señal de que todavía falta un poco para el parto. En el momento de parir, su temperatura corporal descenderá por lo menos medio grado, situándose entre 36 ºC y 37,5 ºC, aunque en los días anteriores al parto la temperatura puede ir variando. En cualquier caso, si prestamos atención a su estado anímico, percibimos sólidas pruebas de la inminencia del parto. Podemos observar que es consciente del misterio que está ocurriendo en su interior. Atendiendo a todo tipo de indicios naturales, Anka lo acepta y permite que culmine a su debido tiempo. Ahora está lista para volver al criadero de cachorros.

      En New Skete tenemos reservado un complejo separado para el nacimiento y crecimiento de las camadas. Tenemos seis paritorios individuales, lo que nos ayuda a mantener un entorno controlado limpio, seco y protegido. Esta última semana, a ratos cada día, hemos ido dejando a Anka en su paritorio, de aproximadamente un metro cuadrado de superficie, lo que le ha permitido familiarizarse y relajarse con el espacio. Es importante que en la habitación se sienta cómoda y segura, cosa que le permitirá concentrarse por completo en el parto. En New Skete, utilizamos como nido una piscina de plástico, ya que es resistente y fácil de limpiar, y además cuenta con paredes altas que mantienen a los cachorros en un espacio confinado y seguro.

      Al regresar de su paseo, Anka bebe más agua, trepa al nido del criadero y se relaja sobre varias capas de papeles de periódico. Jadea con intensidad, se tumba dejando expuesto el abdomen, y así consigue descansar durante un tiempo. Luego le ofrecemos comida.

      Por lo general, de doce a veinticuatro horas antes del parto los perros no tienen mucha hambre. Anka, sin embargo, jamás ha rechazado una comida, ni siquiera al principio de su embarazo, como hubiera sido de esperar. Aún conserva su apetito voraz y engulle sin vacilar la comida.

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       Anka descansa sobre el suelo fresco tras unos arbustos.

      Es tarde. Como es costumbre en el monasterio, Anka ha pasado la tarde en la habitación del monje responsable de ella. Antes de apagar las luces, su temperatura era de 37,4 ºC, y su respiración se estaba volviendo cada vez más agitada. Estiramos sábanas viejas en el suelo por si Anka comenzaba a dar a luz mientras su guardián todavía dormía.

      Cuando un monje prevé que el parto va a dar comienzo en plena noche, ajusta su alarma a intervalos regulares para supervisar el inicio del mismo. De todos modos, en este caso cuesta dormir, ya que Anka está cada vez más inquieta. Hacia la 1:30 de la madrugada, su respiración se ha convertido en un jadeo descontrolado. Su cuerpo, en comunión rítmica con su respiración, tiembla sin cesar como si tuviera frío. Ahora se lame la vulva con más frecuencia, preparando de manera metódica


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