El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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la noche maravillosa. Anka tiene problemas al dar a luz al cuarto cachorro; las numerosas contracciones que sufre no llevan a nada durante un buen rato. Cuando la cachorra sale al fin, los intentos para revivirla no surten efecto. Ha nacido muerta; completamente desarrollada pero con los pulmones llenos de fluido. Mientras van pasando los segundos, tratamos de no perder la esperanza; no es raro que un cachorro empiece a respirar transcurridos unos minutos. Aspiramos fluido de sus pulmones repetidas veces y la movemos en nuestras manos a un lado y otro. A continuación, le administramos Dopram (un estimulante que ayuda a revivir cachorros que salen sin respirar) bajo la lengua. Por último, le insuflamos aire en los pulmones, pero en vano. La cachorrita no se mueve. Anka observa nuestros esfuerzos con gran preocupación, consciente de que algo va mal. Lloriquea mientras mantenemos al cachorro apartado de ella, y se balancea con impaciencia en el nido, pidiendo algo que no le podemos dar. Sacamos con rapidez al cachorro de la habitación, y Anka recula hacia los tres restantes. Ahoga la decepción atendiendo escrupulosamente sus necesidades. Esperemos que esta reacción esté ligada a un olvido rápido.

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       Anka sigue lamiendo y limpiando a sus cachorros recién nacidos.

      Mientras tanto, sosteniendo un cachorro frío y sin vida fuera de la habitación, cobramos plena conciencia de la diferencia radical entre la vida y la muerte. El cuerpo está inerte y relajado. La lengua blanca le cuelga de un lado de la boca. No tiene potencial, no vibra, no tiene nada. Es la nota triste en mitad de un alegre coro de vida.

      Mientras pasan las horas, Anka se toma su tiempo para dar a luz a los últimos cachorros. Quedan dos más por llegar y lo hacen vivos, felizmente. Las largas pausas entre el nacimiento de los cachorros resultan invariablemente momentos de reflexión preciados, importantes si intentamos apreciar la belleza de lo que está ocurriendo. Durante el parto en sí, los acontecimientos se suceden a tal velocidad que no podemos apreciar del todo el misterio de lo que está sucediendo. Sin embargo, obtenemos una comprensión profunda de lo ocurrido esta noche a través de la experiencia del parto en su conjunto. A diferencia del parto humano, en el cual suele producirse un único nacimiento, observamos un nacimiento tras otro, lo cual nos ofrece la oportunidad de absorber la increíble maravilla que suponen. De modo similar y en la misma medida, nos damos cuenta del drástico cambio que sufre Anka, un cambio tan real como los cachorros que cuida a su lado. En cierto sentido, también se trata de un nacimiento, el nacimiento de la maternidad, y el acontecimiento se refleja hasta en el último rincón de su cuerpo. Mientras los cachorros maman, Anka está radiante; sus ojos claros brillan y exhibe una expresión de satisfacción serena. Más allá del sentimentalismo más superficial, la madre y sus cachorros se completan mutuamente.

      Hacia las 10:30 de la mañana, Anka descansa tranquilamente en su nido con cinco cachorros sanos a su lado. Cada cachorro lleva un collar de zigzag diferente para su identificación. Los reconocemos al instante usando un zigzag ancho para los machos y estrecho para las hembras. Esto será en especial importante más adelante, cuando empecemos a tomar notas estructurales y de comportamiento acerca de la camada. Mientras los cachorros duermen, distinguimos con claridad que son tres machos y dos hembras. Acurrucados bien juntos, duermen muy inquietos; se sacuden y retuercen de manera continua. Se trata de un fenómeno normal llamado sueño activo, ligado al desarrollo del sistema neuromuscular de los cachorros. Un cachorro sano jamás yace quieto prolongadamente durante el descanso.

      Tras la llegada del sexto cachorro, a las 8:30 de la mañana, supimos que Anka había terminado. La semana anterior, nuestro veterinario le había realizado radiografías para determinar el número de cachorros que llevaba, y los seis fetos resultaban muy visibles. De todos modos, para asegurarnos, le palpamos a conciencia el útero para confirmar que ya estaba vacío. Respirando relajadamente, Anka se tumbó de lado, exhausta, para que los cachorros pudieran mamar. Por lo general, cuando el parto ha finalizado administramos a la madre una inyección de oxitocina, una hormona que estimula el fluido de la placenta retenida. A continuación, desinfectamos la zona de parto y colocamos papel limpio en el nido, para luego limpiar a la madre enjuagándola en una bañera con agua caliente. Luego la secamos minuciosamente y le ofrecemos un bol de comida que, en este caso, Anka devoró.

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       Anka amamanta su camada al completo después del parto.

      La conclusión del parto es silenciosa, una resaca tranquila tras el proceso del nacimiento. El único ruido que se escucha es el gemido ocasional de los cachorros. Tras completar las tareas restantes, dejamos a Anka sola con su camada. Su cuidador, un cansado asistente en el parto, se retira para conciliar un sueño que necesita. Los demás vigilarán periódicamente a Anka durante la mañana y la tarde para asegurarse de que todo va bien.

      El misterio del crecimiento

       Hacemos justicia a la relación con un perro cuando lo honramos como lo que es, un perro, una criatura que, por mucho que entendamos de ella, continúa envuelta en misterio.

      I & Dog

      La vida de un cachorro muestra con claridad aquello que caracteriza la vida en sí: el misterio del crecimiento. Según parece, todo el universo experimenta un proceso de crecimiento constante que se prolonga desde antes de los primeros momentos de cada existencia individual hasta el fin de la vida y más allá. Nada escapa a este movimiento, aunque nuestra conciencia respecto a su amplitud puede quedar menguada por el ritmo caótico de la vida moderna. En demasiadas ocasiones damos por supuesto este viaje, y lo dejamos pasar descuidadamente sin prestarle atención. Nuestras vidas ocupadas favorecen que desarrollemos insensibilidad hacia el milagro de la vida, lo cual nos empobrece espiritualmente y nos entristece. Tal vez éste sea el motivo por el que los animales (y en especial nuestros perros) son tan importantes para nosotros y también por lo que nos beneficiamos de su compañía: nos arraigan a la vida.

      Parte del placer de criar un cachorro se obtiene de la forma particular en que nos acerca al proceso de la existencia y al mundo natural que nos rodea. Ver crecer al cachorro nos traslada fuera de nosotros mismos y nos ayuda a reconstruir nuestra capacidad de aprecio y asombro. Incluso creemos que prestar atención a cómo madura un cachorro resulta importante para su salud y su vitalidad. Los estudios han demostrado de forma concluyente que las primeras dieciséis semanas de la vida de un perro son significativas de cara a determinar su comportamiento como adulto. Durante este tiempo, la negligencia por parte del criador o el dueño puede dejar cicatriz de por vida en el cachorro. Así pues, si pretende criar un cachorro para que se convierta en un compañero de confianza y un amigo para los siguientes entre diez y quince años, la mejor base que puede sentar, tanto para usted como para su perro, es una perfecta comprensión de cómo crece durante este período de cambios tempranos y desarrollo. De este modo podrá proporcionarle toda la ayuda necesaria para permitirle alcanzar todo su potencial.

      Hace poco hablamos con un señor que acudió a nosotros para pedirnos ayuda con su revoltoso cachorro golden retriever de tres meses y medio. Mientras hablábamos de sus dificultades de adaptación a su nuevo cachorro, la conversación regresaba una y otra vez a su antigua golden, una perra bien adiestrada y tranquila que había fallecido unos meses antes, a los doce años. Al hombre se le llenaban los ojos de lágrimas al recordar a su perra, y nos explicó que la recogió a los siete meses de edad y la velocidad a la que había aprendido a no ensuciar en casa, había asimilado los ejercicios de obediencia y se había adaptado al ritmo de su rutina diaria. A continuación señaló a su nuevo cachorro, Argus, que saltaba enérgicamente junto a él reclamando su atención y mordisqueándole las manos. Sin tratar de disimular su frustración, empezó a detallar las penurias vividas durante el primer mes y medio con él, la decepción e irritación que había experimentado y su temor creciente a que Argus fuese simplemente un ejemplar deficiente de su raza. Estaba a punto de arrojar la toalla.

      Al escucharlo, quedaba claro que el hombre estaba pasando por alto un punto muy importante. Estaba


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