El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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sagaces, como el autor y veterinario Michael Fox, han demostrado que esta visión merece una ampliación en ciertos aspectos. Para empezar, ha quedado demostrado que un cachorro recién nacido posee también un desarrollado sentido del olfato. En un ingenioso experimento, Fox cubrió las tetillas de una madre con aceite de anís, una substancia más bien maloliente, y a continuación dejó que los cachorros mamaran. Veinticuatro horas después, aplicaron la misma sustancia a un hisopo y lo acercaron al morro de los cachorros, que gatearon hacia él. Otros cachorros que no habían sido amamantados mientras percibían ese olor lo rechazaron de inmediato.

      Además, el comportamiento neonatal revela la aptitud para el aprendizaje simple necesario para la supervivencia. Al entrar en contacto con algo caliente, un cachorro recién nacido empezará a escarbar instintivamente con el hocico. Eso le ayuda a encontrar la tetilla de su madre, ya que a veces queda escondida entre su pelo. Al observar a Yola comportarse así justo después del nacimiento, y luego otra vez unos días más tarde, apreciamos una notable diferencia. Si en un primer momento lo hacía de un modo torpe, tres días más tarde está bastante acostumbrada a ello. Con el tiempo, su desempeño mejora claramente.

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       Un cachorro de cuatro días ejerce una presión sorprendentemente intensa al succionar un dedo.

      Con el transcurso de los días también desarrolla una mayor fuerza y confianza a la hora de mamar. Resulta interesante notar la diferencia en la habilidad para succionar de un recién nacido y del mismo cachorro pasados unos días. Nosotros lo hicimos con Yola, dejando que nos chupara brevemente los dedos. Al principio, poco después del nacimiento, la presión era un poco débil e insegura. Al repetir el ejercicio al cabo de unos días, la presión era sorprendentemente intensa y enérgica. Así se pone de manifiesto un aprendizaje elemental que sentará las bases para el aprendizaje posterior, de mayor complejidad.

      Con independencia de cómo interprete cada uno la actitud infantil y qué constituye el verdadero aprendizaje, lo cierto es que durante este período las aptitudes cerebrales, motrices y sensoriales del cachorro son inmaduras. Los cachorros se encuentran en un entorno naturalmente protegido en el que tan sólo poseen las habilidades básicas para sobrevivir. No se aprecia en ellos ninguno de los rasgos que solemos asociar a los perros: ni ladran, ni mueven la cola, ni caminan, ni juegan. De hecho, la impresión que con más intensidad nos transmiten los cachorros recién nacidos es su necesidad de dormir. Durante el período neonatal los cachorros pasan aproximadamente el 90% de su tiempo durmiendo, y sólo despiertan para amamantarse o para que su madre los limpie.

      El sueño abundante es una absoluta necesidad. Resulta vital para el desarrollo del sistema nervioso central y del cerebro. Al medir con un electroencefalógrafo las ondas cerebrales de un cachorro durante las primeras tres semanas de vida, se detecta que son iguales esté despierto o dormido. Ello indica que el cerebro es muy inmaduro en este período. En concreto, la formación reticular —la parte del cerebro que controla el sueño y la vigilia— no se ha desarrollado lo suficiente para que el cachorro se mantenga despierto durante un tiempo significativo. El electroencefalógrafo no comienza a detectar un cambio destacable hasta la tercera semana, momento en que muestra una clara diferenciación entre la vigilia y el sueño, y sólo a partir de la cuarta semana los cachorros pueden permanecer despiertos durante períodos prolongados. Al principio de esta fase temprana, la tranquilidad del sueño, sumada a la nutrición frecuente, el calor y el movimiento básico, generan un clima adecuado para que maduren el cerebro y el sistema nervioso central.

      La imagen que nos transmiten los cachorros podría describirse como una “inmadurez cruda”; tienen una apariencia completamente confinada a este período de sus vidas. Los cachorros de pastor que Anka ha dado a luz no se parecen en absoluto a la imagen habitual que tenemos de un noble pastor alemán. Miden entre 15 y 20 centímetros desde el hocico respingón a la punta de la cola, tienen la cabeza redonda y desproporcionada, el pecho fuerte y grueso y las patas cortas y achaparradas. Sus orejas son bastante pequeñas y parecen pegadas a los lados de la cabeza. Sus ojos permanecen cerrados con fuerza. Sin otra información, ¡uno podría confundirlos con facilidad con miembros de otra especie!

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       Sosteniendo un cachorro de cuatro días de edad.

      Incluso la habilidad de evacuar excrementos es un acto reflejo controlado por la madre, dado que son incapaces de orinar o defecar por ellos mismos. Durante las tres primeras semanas de vida, requieren que su madre estimule con la lengua sus zonas anales y genitales para eliminar los residuos corporales, que la madre lame de inmediato. Así conserva el nido completamente limpio y lo protege del serio riesgo para la salud que entraña la acumulación de residuos. Este comportamiento podría cumplir otra función importante. En su estudio del lobo, el ecobiólogo David Mech apunta que esta actividad podría también establecer los principios psicológicos y posturales de la sumisión en los cachorros. Aunque Mech se refiere específicamente al lobo, hemos observado la importancia que tiene en nuestros pastores. Al vivir en un entorno de semimanada, a menudo los perros más jóvenes y sumisos asumen exactamente la misma postura que un cachorro al someterse a un miembro mayor y más dominante de la manada. Se tumban bocarriba y exponen la parte inferior del cuerpo mientras el otro perro procede a investigar y oler la zona anal-genital. Esta postura desactiva la amenaza que percibe el perro sumiso y establece la jerarquía en la manada.

      Cada uno de estos detalles constituye la base para el posterior crecimiento de cada cachorro. En conjunto, a pesar de su obvia inmadurez en esta época, podemos apreciar que el desarrollo temprano de un cachorro sienta los cimientos de su futuro. Es un hecho sencillo: la vida es crecimiento. E incluso en este momento, en un punto tan temprano de la vida, la individualidad de la que hablábamos empieza a vislumbrarse. Al registrar a diario el aumento de peso, observamos que Sunny y Oka son los dos cachorros que están ganando más peso y parecen ser los que se alimentan con más energía. Son los dos que constantemente consiguen vencer a los demás al competir por una tetilla. Se trata de señales preliminares de dominación a las que prestaremos atención durante su etapa de cachorros. Dadas las diferencias de crecimiento entre los miembros de la camada, algunas veces nos parece necesario colocar a los cachorros que han crecido menos en las tetillas de su madre durante períodos más largos sin la presencia de los cachorros más dominantes. Es un modo suave de igualar un poco el partido.

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       Los cachorros bostezan y comienzan a investigarse entre sí durante la última etapa del período neonatal.

      El control diario del peso también nos da la oportunidad de saber qué cachorros son más reactivos o ruidosos al ser manejados. Por ejemplo, Yola, la segunda hembra de Anka, parece bastante sensible al tacto y se retuerce con energía cuando la manipulamos. En cuanto la colocamos en la balanza fría, chilla más fuerte que los demás cachorros, que no parecen tan alarmados por esta experiencia.


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