El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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expuestos a los humanos a las cinco semanas de vida, aunque mediante la exposición frecuente podía reajustarse el comportamiento en cuestión de dos semanas. Sin embargo, los cachorros expuestos al contacto humano a las doce semanas reaccionaban de inmediato con pavor y huían. Básicamente se comportaban como animales salvajes socialmente irrecuperables. No habían tenido ese contacto vital durante el período más crítico.

      Durante los años cincuenta y sesenta, Clarence Pfaffenberger, de Guide Dogs for the Blind (San Rafael, California), llevó a cabo una aplicación práctica de este descubrimiento. Al mando de un programa de cría especialmente diseñado para producir perros guía cualificados y en estrecha colaboración con John Paul Scout, confirmó la necesidad de una socialización regular para que existiera alguna esperanza de que los cachorros se convirtieran en buenos perros guía. Los perros necesitaban un contacto humano repetido para adquirir la estabilidad emocional necesaria para el trabajo. Sin ella, los animales no sólo resultaban inadecuados para el trabajo de guía, sino que también se revelaban como pobres compañeros. Las implicaciones para todos los criadores hablaban por sí solas.

      Pfaffenberger también constató que los beneficios iniciales de la socialización pueden llegar a perderse si los cachorros permanecen demasiado tiempo en el criadero después de concluir las pruebas de personalidad a las doce semanas. Si un cachorro adecuadamente socializado pasaba tres semanas más en el criadero sin socializarlo de manera deliberada y, acto seguido, era introducido en un hogar nuevo, era muy alta (70%) la probabilidad de que fuera incapaz de responsabilizarse como perro guía adulto de su amo ciego. Los cachorros instalados en hogares nuevos inmediatamente después de las pruebas tenían un índice de éxito del 90%.

      Estos ejemplos subrayan la importancia de lo que ocurre en la vida del cachorro antes de que el dueño lo adquiera, así como la importancia de socializarlo durante toda su vida. La socialización le acostumbra a enfrentarse a una gran variedad de nuevas situaciones que en potencia pueden producirle miedo. En este período, el ritmo de sentirse asustado y después recuperarse y acostumbrarse a la nueva experiencia es una de las lecciones más valiosas que puede aprender un cachorrillo. El perro se recupera y refuerza su capacidad para enfrentarse en el futuro a situaciones potencialmente desconcertantes.

      Creemos que podemos utilizar esta información para distinguir dos fases dentro del mismo período. La primera se produce entre las cuatro y las seis semanas, y se centra en la interacción del cachorro con otros perros. Durante este tiempo, si bien no debe privársele del contacto humano, no será tampoco su principal objetivo. Los cambios más importantes en la conducta se producen como consecuencia de la interacción de los cachorros con su madre y el resto de la camada. Esta fase desemboca en la segunda, en la que los cachorros empiezan a centrarse en la socialización con personas. Este intervalo va de la semana quinta a la duodécima, lo que deja una semana en la que los animales necesitan exponerse a ambas formas de contacto. Estas dos fases inciden en los ajustes sociales básicos que la mayoría de los cachorros deben experimentar para poder llevar una vida feliz y equilibrada.

      Como a estas alturas ya se habrá comprobado, no podemos dejar de insistir en el hecho de que la socialización es un proceso vital para que el cachorro se adapte al mundo, una base estable de la que depende en gran medida el futuro desarrollo del animal. ¿Qué ocurre, entonces, si se da el raro caso de que sólo nazca un cachorro de una camada? ¿Es de esperar que el cachorro experimente contratiempos en su crecimiento y desarrollo? No necesariamente. Si bien un cachorro único presenta un reto, el criador puede asegurarse de que su terreno de juegos se equilibre con la manipulación y presencia frecuente de otros perros.

      Por ejemplo, pongamos el caso que nos ocurrió hace años con un cachorro de una de nuestras hembras de pastor alemán. Apodamos Lit (abreviación de litter, camada) a la cría y empezamos desde el principio a suplementar la atención que recibía de su madre con mucha manipulación y estimulación. Tras las primeras semanas, el monje que se encargaba del criadero durante el día, cargaba con ella en una mochila mientras realizaba las tareas de limpieza, y a medida que Lit iba creciendo fuimos reforzando esta costumbre permitiendo que interactuara con cachorros de otra camada y con otros cachorros de pastor alemán mayores que participaban en el programa de cría y ya sabían cómo interactuar adecuadamente con ella. También la socializamos con la gente que visitaba el monasterio, en especial con mujeres y niños, ya que la mayor parte del contacto humano que había tenido al principio había sido con hombres. Para cuando Lit se marchó a su nuevo hogar, era una cachorrilla perfectamente socializada y controlada que también había aprendido algunos límites importantes impuestos por los perros mayores.

      Si no hubiéramos actuado así y la hubiéramos dejado aislada, al cuidado único de su madre, habría tenido serios problemas de socialización. No habría aprendido a comportarse con otros perros y habría reaccionado con una extraña combinación de agresividad y temor, con una fuerte tendencia a usar demasiado la boca en situaciones de frustración. En realidad, se le habría augurado un futuro sombrío.

      Para clarificar estas ideas, volveremos a Anka y sus cachorros. Cuando los cachorros empiezan a salir del nido, lo retiramos y los dejamos en el suelo, con la confortable cama de Anka para dormir en un rincón. Ahora que se mueven con más libertad, empiezan a evacuar solos, lejos de la cama, sobre periódicos que cubren el suelo. Su aversión instintiva a ensuciar el lugar donde duermen está relacionada con el meticuloso cuidado con el que la madre había mantenido el nido.

      Los biólogos de la vida salvaje observan el mismo comportamiento en la naturaleza con los lobos: los lobatos de tres semanas salen de su guarida y empiezan a jugar entre ellos delante de la entrada. Al mismo tiempo, los animales van a orinar y defecar solos, y cada vez escogen lugares más alejados de la guarida. A las seis o siete semanas, los lobatos eligen lugares con un olor concreto, zonas donde se alivian habitualmente. El alejamiento del nido, que coincide con la capacidad de deponer solos, revela la tendencia natural de lobos y perros a mantener las zonas de descanso limpias. Saber esto le ayudará más tarde cuando inicie el entrenamiento en casa con su cachorro.

      Ésta es la razón por la que un criadero sucio y desorganizado no es sólo una mala imagen del criador, sino que puede repercutir en futuros problemas de salud y comportamiento del perro. Si los papeles sucios no se recogen con regularidad, los cachorros pisan y se revuelcan en sus propias heces y pierden su aversión natural a la suciedad en su zona de juego o descanso. También es bastante posible que empiecen a comerse sus propios excrementos, lo que puede comportar problemas de salud, así como el hábito de comerse las heces (coprofagia) en edad adulta. Por lo tanto, la limpieza en el criadero es esencial para una buena socialización, y debe tenerse muy en cuenta a la hora de decidir dónde adopta a su nuevo cachorro.

      Durante la cuarta semana, los perritos crecen con tanta rapidez que su necesidad de alimento aumenta más allá de las posibilidades de Anka. Ella se muestra cada vez más impaciente ante la constante demanda de los pequeños. Se resiste a dejar mamar a las crías y las evita escapándose del redil, adonde ellas todavía no han aprendido a llegar. Si está encerrada con los cachorros, ya no se queda tumbada, sino que se mantiene en constante movimiento y se aleja cuando intentan agarrársele para mamar. Cuando al final cede, se queda de pie, forzando a los cachorros a mamar erguidos. Pero por poco tiempo. A los pocos minutos, da la sesión por terminada y se aleja. Los perritos ladran y lloriquean y la siguen obstinadamente para conseguir más.

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       La camada mamando a las cinco semanas. A estas alturas, la madre sólo les permite mamar unos segundos.

      Como les han empezado a salir dientecillos afilados, la capacidad de Anka para darles de mamar durante mucho rato disminuye. Simplemente es demasiado incómodo para ella. Es señal de que ha llegado el momento de destetarlos. Durante unos días, iniciaremos a los cachorros con mezclas semisólidas


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