El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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con otros perros. La dueña estaba preocupada por “si cogía algo”, incluso después de los cuatro meses, cuando todas sus vacunas estaban en regla. Al carecer de la experiencia normal con otros perros, el keeshond había empezado a identificarse de manera exclusiva con las personas, hasta el punto de mostrar un comportamiento manifiestamente sexual con ellas.

      No adopte nunca un cachorro de menos de seis semanas. A esa edad, la interacción con la camada es esencial para el desarrollo del perro. De estas relaciones naturales depende el crecimiento normal de los cachorrillos. Superada esta fase, pueden entrar de pleno en el siguiente estadio de socialización, es decir, adaptarse a la presencia humana en sus vidas y aprender a interactuar con las personas.

      La sexta semana de vida (de los treinta y cinco a los cuarenta y dos días) es crucial en el desarrollo del cachorro. El énfasis principal de la socialización pasa de la madre y los hermanos a las personas y el mundo que rodea el nido. Sobre el comportamiento social ya adquirido, los cachorros refinan sus habilidades jugando juntos y manifiestan comportamientos nuevos que les ayudan a relacionarse con el mundo. En este momento, los juegos sexuales se hacen evidentes y es frecuente que machos y hembras se monten. Es una parte común del desarrollo de los cachorros que les enseña a tener reacciones sexuales normales en la madurez. Además, utilizan el hecho de montar para comunicar dominación, incluso entre hembras. Es algo que ocurre de vez en cuando entre Oka y Yola, otro signo de la naturaleza sumisa de Yola.

      A estas alturas, los cachorros han agudizado la vista y el oído. Tienen una percepción más clara y profunda. El hocico empieza a alargarse, lo que permite una mayor expresión facial y los patrones vocales son más variados. Las piernas son más fuertes y coordinadas, y les permiten moverse a su antojo. Se muestran más propensos a explorar e investigarlo todo, y se acercan a nuevos objetos y personas sin vacilar. Los monjes que trabajan en el criadero hacen pequeñas pausas entre tareas para jugar con los perritos, y se reservan varios momentos estipulados para realizar actividades específicas con los cachorros por separado o con la camada entera. Durante este período, los animales requieren toda la atención que se les pueda ofrecer, y sus reacciones nos ayudan a valorar su evolución.

      Cuando nos acercamos a los confines del redil, sólo con silbar, hablar, palmear o mover las llaves, los perritos corren a saludarnos. Cuando nos agachamos, apoyan las patas en la valla para llamarnos la atención y ladran emocionados mientras nosotros los acariciamos. Con toda intención establecemos contacto visual con cada uno de ellos, porque por instinto los cachorrillos se fijan en las caras de quienes saludan, sean humanos o perros. Cuando lo hacemos, sus miradas son fijas y despreocupadas, sin ningún signo de temor. La expresión y la voz amable y animada, junto con las caricias y las palmaditas suaves, refuerzan el contacto visual de una manera muy similar a como una madre arrulla a su bebé. Cualquiera que haya experimentado la mirada serena y absorbente de un fiel compañero canino durante un momento de relax o su atención extrema durante un ejercicio de obediencia comprenderá el valor que tiene. Animar al cachorro a mantener el contacto visual sienta unas bases sólidas para el entrenamiento y las relaciones a largo plazo.

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       Ponemos a los cachorros en contacto con toda clase de superficies, incluso escalones y obstáculos.

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       Con mucho cuidado, los voluntarios hacen subir y bajar escaleras a los cachorros.

      El ritual de los saludos con los cachorros de Anka revela ciertas diferencias entre ellos. Cuando damos por terminado el contacto inicial a través de la vista, la voz y las caricias, la mayoría de ellos se distraen con otras cosas. Sin embargo, Kipper es diferente. Sigue soltando ladriditos bastante rato después. Está muy centrado en las personas y repetidamente trata de llamar nuestra atención. Empuja y aparta a sus hermanos para modernos y patearnos las manos en actitud juguetona.

      Lo curioso es que Kipper, con 3 kg de peso, es el más pequeño de la camada. Si lo comparamos con Sunny, que pesa 4 kg, la diferencia es suficiente para tirar por tierra la extendida creencia de que el más pequeño de la camada, el “débil”, es un ejemplar inferior. Si bien la expresión “débil de la camada” se usa comúnmente para designar al más escuálido, en sentido técnico designa a un animal atrofiado que no crece dentro de los parámetros normales de la camada. Aunque un verdadero perro débil podría tener defectos congénitos que le afecten el corazón o el aparato digestivo, problemas que explicarían su pequeño tamaño, éste no es necesariamente el caso. Puede tratarse de un animal perfectamente sano y normal en todos los aspectos, excepto en el tamaño.

      Cuando el término se utiliza de manera incorrecta para designar al más pequeño de la camada, se da por sentado una deficiencia. Las diferencias de tamaño en los cachorros recién nacidos pueden deberse al número de crías, la posición en el útero, la alimentación durante varios días o a un ritmo y patrones genéticos de crecimiento concretos de ese cachorro. Conocemos muchos “débiles” que han madurado convirtiéndose en animales de compañía maravillosos. A veces, incluso, el más pequeño de la camada ha resultado ser el más grande de todos al madurar. El caso más memorable fue el de uno de los perros de nuestro programa, Elko von der Lockenheim de Caralon, que fue el más pequeño de su camada, y luego se convirtió en un pastor enorme, más grande que todos sus hermanos.

      Además de su marcada orientación hacia la gente, Kipper muestra un fuerte instinto de supervivencia asociado a su pequeño tamaño. A la hora de comer, se niega a ser desplazado por sus hermanos y hermanas de mayor tamaño. Mientras atacan con avidez la comida, Sunny le suelta un mordisco repentino con la intención de asustarlo para que renuncie a la parte que le toca. Sin embargo, Kipper no se achanta y le devuelve el mordisco con rapidez y convicción, y Sunny se retira a su lado del plato. A veces, cuando un cachorro dominante se muestra demasiado agresivo con sus hermanos durante la comida, intervenimos pellizcando el pescuezo del cachorro agresivo, tal como haría su madre para disciplinarle. Si es necesario, le damos de comer aparte. Pero Kipper sabe defenderse solo.

      Hay que tener en cuenta la individualidad de los cachorros y no prejuzgarles con criterios simplistas. Si está pensando en adoptar un cachorrillo de temperamento normal que casualmente es el más pequeño de la camada, no debe preocuparse, puesto que tiene la opción de devolverlo si un examen veterinario concluye que tiene algún defecto.

      Una completa socialización va mucho más allá de encuentros ordinarios con personas. Nosotros contribuimos de forma activa al desarrollo emocional de cada cachorro al aportarle la mayor variedad posible de experiencias seguras. La variedad debería ser máxima, poniendo el énfasis en ofrecer diferentes escenarios, sonidos y texturas. El mundo del cachorro tiene que abrirse con la exposición a entornos distintos al recinto de cría que les es familiar. Este importante elemento en el crecimiento y desarrollo del animal se llama “enriquecimiento”, y no se limita a un período específico, sino que se extiende a toda la infancia del perro e incluso más allá. Los perritos necesitan múltiples experiencias. En esta fase, por ejemplo, no beneficia en absoluto al animal dejarle todo el día confinado al monótono espacio del criadero con unos pocos juguetes, limitando así sus oportunidades de jugar e investigar. La vida en el recinto de los cachorros tiene que equilibrarse con otras experiencias y entornos que pongan a prueba su curiosidad y su inteligencia. Por este motivo, cuando busque un cachorro, debe asegurarse de preguntar a los criadores en qué instalaciones crían a los perritos.

      Nosotros empezamos acostumbrando a los cachorrillos a diversas superficies: grava, hierba, virutas de madera, teja, cemento, linóleo y tierra. Anka nos ayuda en esto porque sus crías están dispuestas a seguirla. Los conduce a la grava, la tierra y la hierba que rodea el edificio de crianza, y retoza con ellos en esas superficies. De vez en cuando, tumba a alguno de


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