El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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que se ha alejado demasiado de la manada. Tras varios días de sesiones parecidas, los cachorros ya recorren estas superficies, confiados y sin miedo.

      Podemos llevar con facilidad a los cachorrillos a dar paseos cortos hasta los límites del bosque para que exploren un nuevo mundo de imágenes y olores. Hasta donde pueden, los animalitos exploran con evidente entusiasmo e investigan los olores de las plantas, las ramas, los insectos y los animales. Son cosas con las que no han tenido contacto en el criadero. Sunny toma una hoja y provoca maliciosamente a Yola, que no acaba de decidirse a morder el otro extremo. Unos cuantos metros más allá, cerca de Kairos aterriza un petirrojo en una rama desnuda. El pequeño le mira intrigado, y enseguida retrocede y gruñe amenazadoramente por lo bajo. El petirrojo levanta el vuelo y deja a Kairos desconcertado ante su repentina desaparición. Los demás cachorros, metidos en sus propias exploraciones, no se percatan de la aventura de Kairos.

      Puesto que todavía son jóvenes y se cansan pronto, al cabo de diez minutos empezaremos a agitar un juego de llaves (técnica que ya utilizamos para llamarles a comer) y nos seguirán ladrando con excitación hasta el criadero. Antes de meterles en el redil, terminamos la sesión con un montón de fiestas y caricias en la cabeza.

      Esta técnica para condicionar a los cachorros a reaccionar ante los sonidos les enseña a asociar un ruido específico con una experiencia positiva concreta. Nos gustan las llaves porque los perros responden bien al tintineo agudo. Durante el destete, cuando los cachorros empiezan a tomar las comidas con regularidad, hacemos sonar las llaves justo antes de ponerles la comida delante. Los perritos aprenden con rapidez a reconocer las llaves y las asocian a la comida. Pronto resulta fácil asociar las llaves a cualquier experiencia positiva. Sólo tenemos que hacerlas sonar y, acto seguido, darles algo que les resulte agradable, como caricias o agasajos. El condicionamiento también sienta unas bases útiles para cuando les enseñemos a responder a nuestra llamada, proceso que describiremos más adelante.

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       Cuando salen, los cachorros muestran una insaciable necesidad de explorar todo un mundo nuevo de imágenes, sonidos, olores y objetos con los que jugar.

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       Durante un paseo por el campo, logramos que se acerquen haciendo sonar un juego de llaves, técnica que ya utilizamos para llamarles a comer y que utilizaremos en futuros entrenamientos.

      Es importante cambiar de entorno. Durante el día, dejamos que los perros jueguen al aire libre. En unas zonas valladas de detrás del criadero, creamos espacios de juego al aire libre que les resulten interesantes y mentalmente estimulantes. Viejas ruedas y tuberías grandes de arcilla pueden convertirse en excelentes obstáculos y túneles en los que explorar sin peligro. Jugarán durante horas con cajas grandes de cartón, garrafas de plástico limpias, pelotas viejas de tenis y juguetes que chirrían.

      Incluso la propia sala de los cachorros puede convertirse en un lugar estimulante. Además de proveerles de un montón de juguetes, también podemos colgar una pelota de tenis o una anilla de nailon de una cadena para que quede suspendida a la vista de los cachorros. Así, cuando tocan el objeto, suena una campanilla en lo alto de la cadena. Esto, además de ayudarles a desarrollar la coordinación ocular, les acostumbra a ruidos inesperados que, de otro modo, podrían asustarlos.

      Durante el día, en los recintos de los cachorros sintonizamos emisoras de radio de música clásica y, periódicamente, hacemos sonar silbatos, golpeamos madera, tocamos campanas o ponemos en marcha el aspirador. En sesiones privadas con cada uno de los cachorros, les animamos a olfatear, lamer y examinar, antes y después de que suenen, los objetos que provocan el ruido, pero nunca acariciamos o consolamos al cachorro que muestra miedo. Sólo elogiamos al animal que reacciona de forma positiva con curiosidad y atención al estímulo. La exposición a diversos sonidos es vital para la socialización. En nuestro mundo cada vez más ruidoso, los perros deben acostumbrarse al estrés constante de los ruidos fuertes y experimentar con una amplia gama de sonidos inusuales les ayuda a acostumbrarse y no reaccionar con miedo o agitación más adelante.

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       A los cachorros les encanta investigar túneles en el terreno de juego.

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       Sofia, una voluntaria, anima al cachorro a bajar por el tobogán en una sala de juegos interior.

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       Los cachorros se acostumbran con rapidez a situaciones nuevas.

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       Las salas de cachorros y los patios pueden resultar estimulantes tanto física como mentalmente si se llenan de juguetes y objetos seguros que ayuden a los cachorros a desarrollarse.

      Entre las semanas quinta y séptima, es imprescindible que cada cachorro pase a diario por las manos de diversas personas, tanto hombres como mujeres. A menudo, interactuar con el grupo puede enmascarar rasgos significativos que se hacen más visibles cuando se fuerza al cachorro a relacionarse con los humanos por separado. Los perritos se contagian confianza y seguridad entre ellos. Un cachorrillo que en la zona de cría parece alegre y confiado con sus hermanos puede mostrarse vacilante y miedoso al encontrarse solo frente a una persona nueva en una habitación desconocida. Si se detectan malas reacciones en las primeras fases de la socialización, los criadores pueden asegurarse de que los cachorros que así lo requieran reciban atención especial para adaptarse mejor a las personas.

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       A las cinco y seis semanas, los cachorros se interesan por todo lo nuevo. Aquí, agitamos una hoja para enseñarle a seguir objetos.

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       Dar palmadas mientras llamamos al cachorro suele servir para que vuelva a nuestro lado y nos siga.

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       Cada camada requiere una gran dosis de atención individual y grupal. Aquí, se está manipulando a un grupo de cachorros entre risas y voces alegres.

      A esta edad, nosotros solemos dar a diario un trato suficientemente individualizado a cada cachorro. Durante estas sesiones, combinamos el juego con un ejercicio final de compostura que familiariza al cachorro con el hecho de tener las cuatro patas agarradas y la boca abierta mientras se le sujeta el morro. Esta práctica, sumada a las sesiones semanales de aseo, ayuda a corregir cualquier posible sensibilidad al tacto del animal.

      También nos servimos de miembros de la comunidad que por lo general no tienen contacto directo con la crianza de los cachorros, como, por ejemplo, monjas, matrimonios, parroquianos e, incluso, personas que han venido de retiro. Una vez por semana llevamos a los perros al monasterio para una reunión comunitaria para que interactúen con un círculo más amplio de personas en un entorno que no les es familiar. han venido de retiro. Una vez por semana llevamos a los perros al monasterio para una reunión comunitaria para que interactúen con un círculo más amplio de personas en un entorno que no les es familiar.

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       Los cachorros jóvenes necesitan mucho contacto y amor. Los criadores deben asegurarse de que se acostumbren a tratar con hombres,


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