El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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estrés moderado puede ser de ayuda. Este punto no sólo ha sido confirmado por distintos estudios científicos, sino que el ejército estadounidense llegó a desarrollar en los años setenta un programa, llamado “Bio Sensor” o “Superperro”, basado en esta premisa y diseñado para mejorar el rendimiento de los perros que utilizan los militares en numerosas situaciones. La idea principal del programa era que la estimulación neurológica temprana de cachorros de entre tres y dieciséis días de vida influye positivamente en el crecimiento y el desarrollo neurológico de los mismos, y los predispone al éxito en la etapa adulta.*

      Los cachorros expuestos desde una edad muy temprana (entre una y seis semanas) a experiencias ligeramente estresantes suelen convertirse al madurar en perros con una mayor capacidad para resolver problemas y con un menor desequilibrio emocional que sus homólogos criados sin este tipo de estímulo. Además de acelerar el ritmo cardíaco de los jóvenes cachorros, el estrés desencadena una reacción hormonal involuntaria en su sistema pituitario-adrenal. Esto les ayuda a resistir las enfermedades y a controlar su estrés. El objetivo principal es potenciar el sistema al completo, desarrollándolo y haciéndolo más resistente a las experiencias emocionalmente desafiantes a las que se enfrentarán a lo largo de su vida. Consideramos que durante cada etapa concreta del crecimiento existen tipos específicos de manipulación que realzan el desarrollo de los cachorros y los orientan positivamente hacia la edad adulta. Cuando reciben una manipulación coherente y no traumática, se vuelven más cordiales y amigables, y muestran menos inclinación a ser miedosos cuando son mayores. Cuando llegue el momento de dar la bienvenida a un nuevo cachorro a su hogar, puede preguntar a su criador qué tipo de manipulación temprana ha recibido.

      Aquí en el monasterio, seguimos una variante del programa Bio Sensor durante el período neonatal y lo expandimos a medida que los cachorros van madurando, planificando períodos regulares de manipulación con cada camada, asegurándonos de que reciben atención diaria por parte de varios monjes y trabajadores del criadero. Esto es posible gracias a que todos estamos implicados en distinta medida en el programa de cachorros. Las madres conocen a todos los monjes y trabajadores del criadero, y sin ponerse nerviosas permiten que toquen y manipulen a sus cachorros. Si en esta fase inicial detectamos que uno de ellos se muestra muy reacio al tacto, como ocurre con Yola, nos aseguramos de que reciba más caricias y un mayor grado de manipulación de lo que sería normal, aunque sin abusar. Normalmente, una o dos veces al día acariciamos el cuerpo del cachorro y le masajeamos con suavidad el estómago. También nos gusta tomarlo en brazos y respirarle encima, para después acercárnoslo a la cara para que experimente la textura de la barba y la suavidad y el olor de la piel. En general, hemos observado que con esta exposición regular habitual, incluso aquellos cachorros que al principio se muestran muy sensibles al tacto exhiben mejoras notables en sus reacciones, y pasadas algunas semanas se vuelven más tranquilos y receptivos ante estas experiencias moderadamente estresantes.

      El último tipo de estrés moderado que introducimos durante la parte final del período neonatal consiste en la reducción de la temperatura corporal de los cachorros. Durante la segunda semana de vida, les administramos rutinariamente un breve estrés térmico colocándolos en un compartimento fresco alejado del nido. En concreto, los metemos en cajas de cartón individuales durante tres minutos. Así permitimos que sus cuerpos perciban el descenso de temperatura, lo cual desencadena una respuesta de su sistema pituitario-adrenal consistente en la breve producción de hormonas corticosteroides —un proceso que en una fase posterior permite al cachorro resistir enfermedades. Al realizar este ejercicio, de inmediato los cachorros empiezan a chillar y se revuelven. Al final del proceso, los devolvemos a la calidez del nido y los acariciamos suavemente. Los signos de agitación cesan al instante, y es evidente que los cachorros vuelven a encontrarse relajados y cómodos. Un beneficio añadido de esta separación corta de la camada es que, en cuanto regresan junto a ella, la madre presta un plus de atención a la hora de vigilar a los cachorros.

      Es preciso hacer un último apunte relativo a la manipulación y el desarrollo tempranos. A veces, el parto sólo produce uno o dos cachorros. En estos casos, hemos observado que los cachorros pueden tener una mayor tendencia a ser más sensibles al tacto, porque no gozan de la cantidad habitual de contacto físico y estimulación con los demás cachorros propia de las camadas numerosas. Como hemos mencionado, cuando hay un grupo de cachorros, se acostumbran con rapidez a revolcarse y retorcerse unos encima de otros, y se adaptan de un modo natural a diversas sensaciones. Cuando este contacto no existe, es importante que el criador se tome su tiempo para manipular más a menudo a los cachorros e introducir experiencias ligeramente estresantes en un entorno demasiado tranquilo.

       La luz brilla en la oscuridad

      PERÍODO TRANSICIONAL: 13 - 20 DÍAS

      El duodécimo día tras el parto, se vislumbra claramente el primer cambio importante en uno de los cachorros. Kairos, el segundo macho de Anka, empieza a abrir los ojos. Esto indica el comienzo del período transicional del desarrollo, una semana durante la cual comienzan a funcionar buena parte de las capacidades sensoriales de los cachorros. Al contrario de lo que se pueda pensar, no se trata de un logro pequeño. Los ojos de los cachorros no se abren de golpe. En realidad, se trata de un proceso gradual que puede tardar perfectamente más de veinticuatro horas en completarse. Al principio, sus ojos parecen oscuras rendijas pequeñas que parecen suplicar abrirse. A continuación, con lentitud, como si Kairos estuviera despertando de un sueño profundo, se vuelven más visibles, y su color azul grisáceo les confiere un aspecto sobrenatural. No alcanzarán el color adulto hasta las cinco semanas, cuando se volverán más nítidos y distintivos.

      Hacia el decimoquinto día, todos los cachorros de la camada tienen los ojos bien abiertos, y con ello aumenta la actividad. Gatean por el nido y chocan continuamente unos contra otros. Aunque ya han abierto los ojos, todavía no ven muy bien. Si iluminamos el ojo izquierdo de Kairos con una linterna de bolsillo, su pupila se contrae; sin embargo, los gestos enérgicos frente a él no provocan reacción alguna, y un movimiento repentino directo hacia él no le hace parpadear. Un cachorro no consigue distinguir con claridad las formas hasta que transcurren veintiocho días, aunque en ocasiones hemos observado que a partir del decimoséptimo día de vida algunos se sobresaltan con movimientos rápidos y amenazantes, en apariencia debido al súbito movimiento de las sombras. Por ese motivo, durante este período tratamos de no hacer movimientos repentinos que pudieran asustar a los cachorros.

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       Los cachorros aún necesitan dormir mucho durante el período transicional.

      El proceso de apertura de los ojos simboliza todo lo que sucede durante este período: una transformación continua y progresiva. Se trata de la primera señal clara del tránsito de la etapa de aislamiento del recién nacido a la existencia plenamente social de un adulto. Es por ello que llamamos transicional a este período. Es una semana de cambios espectaculares. Al final de este período los cachorros habrán recibido, aunque en un grado muy inmaduro, todas las herramientas básicas de la vida: la vista, el oído, el andar, la capacidad de evacuar por ellos mismos, la posibilidad de masticar y un sentido del olfato más fino. Gracias a ello, se volverán mucho más sensibles que antes hacia su entorno.

      Durante el período neonatal, por ejemplo, los cachorros no tienen sentido del lugar donde se encuentran. Si tomamos a uno de ellos y lo ponemos a solas en otra habitación, con la misma temperatura que en el nido y en una superficie cómoda, no mostrará signos de estrés, a no ser que esté hambriento. Sin embargo, en este momento, los cachorros de Anka empiezan a tener conciencia de sí mismos y de su nido, y al repetir el experimento con Kipper, observamos un cambio importante.


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