El arte de criar un cachorro. Monks of New Skete

El arte de criar un cachorro - Monks of New Skete


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ayudarlo a desarrollar su potencial. Aun así, no olvide que esta información no resuelve por completo el acertijo que plantea la individualidad de su perro. Hay límites en cuanto a lo que la ciencia puede enseñarnos sobre los perros. En última instancia, debemos reservar cierto espacio al misterio.

      Al juzgar el desarrollo de un perro, debemos reconocer que nuestro conocimiento refleja patrones generales, no reglas absolutas. Nunca podremos entender por completo por qué un perro es como es. De hecho, “el perro” no existe, sólo existen perros individuales y el modo concreto en que se desarrolla cada uno de ellos. Por eso, en cada etapa, aunque el proceso de crecimiento es básicamente el mismo, el modo particular en que se manifiesta cambia de un cachorro a otro. Ése es el motivo por el que compañeros de camada criados bajo las mismas circunstancias se desarrollan de un modo diferente. La naturaleza y el propio caos de la vida los dispone a crecer y comportarse de forma individual.

      La diversidad no carece de propósito. El perro, al igual que el lobo, su principal antepasado, es un animal de manada. Aunque cada perro desarrolla su propia personalidad, también posee una identidad de manada que se manifiesta a una edad muy temprana, cuando todavía permanece junto a la camada. Estas diferencias de personalidad son importantes, ya que resaltan el hecho de que para su supervivencia una manada depende de la cooperación mutua. Cada miembro desempeña su papel y tiene su importancia; todos merecen respeto.

      Este punto se aprecia con mayor claridad en el caso de los lobos. Si una manada estuviera compuesta al completo por personalidades alfa, o dominantes, la capacidad de sus miembros para mantenerse unidos se vería sometida a presiones insoportables para la manada. Las constantes luchas internas y los continuos desafíos por el control harían imposible la unidad de la manada. De forma análoga, si todos los miembros fueran del tipo sumiso, les faltaría el liderazgo necesario para cazar de forma eficaz. En ambos casos, la supervivencia correría peligro. Lo que da fuerza a la manada son las distintas personalidades que coexisten en su interior. Estos rasgos individuales están ligados directamente a la experiencia adquirida durante su etapa de cachorros. Esta diversidad en el desarrollo de las personalidades en el seno de la camada es lo que sienta las bases de una manada eficiente y coordinada en la cual la fuerza y las habilidades de cada miembro se ponen al servicio de todos, al mismo tiempo que benefician a cada uno de ellos.

      Esta perspectiva es vital para entender al perro doméstico. Volviendo a Anka y sus cachorros, ahora disponemos de un marco general para abordar el crecimiento de los cachorros y otros temas relacionados. En cualquier caso, es importante recordar que se trata de una camada de pastores alemanes. Además de la particularidad de cada perro, el tamaño y la raza de los cachorros puede afectar su grado de crecimiento físico y conductivo. Por ejemplo, las razas pequeñas, como el chihuahua, tienden a madurar sexualmente hacia los seis meses y alcanzan la edad adulta hacia el año de vida. En cambio, las razas más grandes y de desarrollo más lento, como el lobero irlandés o el dogo, no alcanzan la madurez sexual hasta el año y medio, aproximadamente, y la edad adulta entre los dos y los tres años. Cada raza tiene su grado natural de crecimiento, y usted debería ser consciente de esto al obtener su cachorro. Al iniciar el seguimiento de la camada de Anka no pretendíamos establecer un modelo general de crecimiento ni anotar cada pequeño detalle del mismo. Más bien apuntábamos a proporcionar una base sólida en la vida real para nuestro debate y ayudarle a comprender mejor el desarrollo temprano de su cachorro.

      Por lo general, no damos nombres concretos a los cachorros, pero lo hemos hecho en este caso para una mayor claridad. Pusimos a los dos primeros machos los nombres de Sunny y Kairos, llamamos Oka y Yola a las dos hembras, y al último macho, el más pequeño de la camada al nacer, le pusimos Kipper.

      Las apariencias engañan

      PERÍODO NEONATAL: 1-13 DÍAS

      Nos encontramos junto al nido de Anka, haciendo una breve pausa de las tareas del criadero para observarla amamantar a sus cachorros. Tienen dos días de vida. Una lámpara de calor brilla sobre Anka, y mantiene la habitación a una temperatura cálida y constante. Yace con la parte inferior totalmente expuesta, y los cachorros se alinean uno al lado del otro de manera ordenada, cada uno en una tetilla, y todos masajean suavemente el pezón con las patas para estimular el flujo de leche. Su pelaje negro y suave brilla bajo la luz, y parecen pequeñas salchichas pegadas al costado de su madre. Ella jadea con fuerza mientras maman y no le preocupa nuestra presencia. Tiene la mirada fija en la pared blanca que rodea el nido.

      Pasan los minutos.

      Finalmente, la calma se ve interrumpida. Anka cambia de postura y se levanta. Al perder la sujeción a las tetillas, los cachorros caen rodando a un costado, aterrizan sobre el lomo sin poder evitarlo y chillan como protesta por la repentina interrupción. La escena apenas dura un momento. Se enderezan con rapidez y, tras gatear unos segundos, se duermen uno al lado del otro. Mientras tanto, Anka se tumba en el otro extremo del nido y nos mira.

      Tras la emoción del parto de hace sólo dos días, la tranquilidad de las jornadas siguientes podría con facilidad contribuir a que pasáramos por alto la importancia primordial de este período, cuando la actividad principal de la camada se reduce a alternar sueño y amamantamiento. Sin embargo, durante esta paz ocurren muchas cosas que establecerán los cimientos esenciales del futuro desarrollo de la camada.

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       Oka se alimenta a los tres días de edad.

      Al llegar a un mundo que no pueden ver ni escuchar, los cachorros recién nacidos se encuentran en un desierto sensorial, necesariamente bien aislados de cualquier brusco sobresalto. Dependen por completo de su madre; sin ella (o un cuidado equivalente por humanos) los cachorros morirán. Anka lo sabe. Los primeros días permanece en todo momento en el nido, y sólo lo abandona para hacer sus necesidades. Como madre, es el vivo retrato de la atención concentrada y fiel hacia cada detalle de la vida de los cachorros, y ello refleja su profundo conocimiento de cuán vulnerables son en esta etapa. Está dispuesta a defender esta vulnerabilidad con la vida.

      Un ejemplo. Mientras los cachorros duermen, Anka permanece despierta en el nido, distraída con un hueso masticable de cuero crudo. De repente, alza las orejas y empieza a gruñir con indecisión. Unas voces extrañas llegan a la habitación desde el exterior. De inmediato, sale del nido y corre a través del criadero hasta llegar al patio, ladrando ferozmente en señal de alarma. Deambula de un lado a otro, se le eriza el pelo del lomo y levanta la cola muy erguida. Gracias a esta ilusión natural, parece bastante más grande a los intrusos, unos turistas que, sin darse cuenta, merodeaban demasiado cerca del criadero. Convencidos de que va en serio, se dirigen a toda prisa en la dirección opuesta. Sin embargo, Anka continúa con su aviso, y sus ladridos siguen resonando en las paredes del monasterio durante varios minutos. Sólo cuando está completamente segura de que el peligro ha pasado vuelve al nido junto a sus cachorros, que duermen acurrucados en un rincón, totalmente ajenos al revuelo.

      El hecho de que los cachorros yazcan juntos acurrucados no debe interpretarse como una muestra de sociabilidad neonatal. Es simplemente un modo de conservar el calor. Los cachorros recién nacidos tienen escaso control de su temperatura corporal, así que tienden a acudir al punto más caliente del nido. En cuanto Sunny, el primer cachorro, se levanta, inicia la búsqueda incansable de una tetilla, y pasa sin consideración por encima de los demás, como si no existieran. Su agitación origina una reacción en cadena y los cachorros empiezan a moverse alocadamente, luchando por acceder también a una de las tetillas de Anka. La escena confirma que los cachorros no son directamente conscientes de la presencia de los demás cachorros; su comportamiento se reduce básicamente a una serie de actos reflejos innatos, como chupar, gatear, la atracción al calor y la queja mediante la vocalización cuando sufren dolor, hambre, o frío.

      La sabiduría popular, reflejada de un modo más autoritativo por Scott y Fuller, describe al recién nacido como una criatura


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