Escritoras ilustradas. Herminia Luque

Escritoras ilustradas - Herminia Luque


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      ESCRITORAS ILUSTRADAS

      literatura y amistad

      Herminia Luque

      Escritoras ilustradas.

      Literatura y amistad

      Primera edición, 2020

      Del texto:

      © Herminia Luque

      Diseño de portada:

      © Sandra Delgado en base a un dibujo de

      Jean-Honoré Fragonard, The Reading (c. 1765-1775)

      (CC0 1.0 Universal, vía Wikimedia Commons).

      © Editorial Ménades, 2020

      www.menadeseditorial.com

      ISBN: 978-84-122600-1-4

      PRÓLOGO

      Por qué Ilustración, por qué escritoras,

      por qué amistad

      El concepto de amistad virtual se acompaña, sibilinamente, de un indispensable y concurrente asentimiento, si no de una directa y pimpante adulación (acción esta, en verdad, en las antípodas de una amistad auténtica). Los likes y los iconos más infantiloides sustituyen a una auténtica apreciación valorativa y a un consuelo real, hasta a una comprensión cabal de cualquier realidad, hecho o sentimiento expuestos (cual pescado muerto) en las redes sociales o en los servicios de mensajería instantánea (de todos conocidos: me niego a hacer publicidad a empresas cuyo contenido somos nosotros pero las ganancias son ellos).

      Memorables, asimismo, son los versos que dirige Leandro Fernández de Moratín a su amigo Jovellanos, de sobrenombre Jovino. En ellos declara la fortaleza de unos vínculos de amistad que ni siquiera la lejanía puede debilitar:

      Sí, la pura amistad que en dulce nudo

      nuestras almas unió, durable existe,

      Jovino ilustre; y ni la ausencia larga

      ni la distancia, ni interpuestos montes,

      y el proceloso mar que suena ronco,

      Ahora bien, ¿por qué indagar sobre ese nudo de afectos, complacencias, demandas, usos sociales y mutuo reconocimiento que llamamos amistad? Y hacerlo, además, centrándome en la época ilustrada y en escritoras relativamente poco conocidas… Las razones no son nunca simples, pero trataré de elucidarlas haciendo notar, antes de proseguir con estas palabras, que ni la investigación ético-filosófica, ni la filología ni la historiografía en sentido estricto, son campos de mi actividad profesional y sí lo es la escritura. Entendiendo esta como un vasto predio en el que caben tanto la ficción como la literatura mixta, como así llamaron en el dieciocho español al ensayo. (Acerca de la ineludible confluencia entre escritura y conocimiento he indagado en otros contextos).

      Me interesa sobremanera ese nódulo de temas que surgen del encuentro de Ilustración, amistad y escritura femenina y que puede ejemplificarse a la perfección en la relación amical que existió ente María Rita de Barrenechea y María Rosa de Gálvez.

      Ya he apuntado más arriba la necesidad imperiosa de reinventar la amistad y sus implicaciones en nuestra sociedad, liberándola de indeseables adherencias.

      En segundo lugar mi interés por la Ilustración es máximo, porque considero que es un movimiento cultural sumamente atractivo del que, por si fuera poco, surgen ideas, nociones de naturaleza política que conforman el mundo contemporáneo y modelan aún la Edad Global en la que nos movemos. Sobre ello, es el movimiento intelectual que pone el acento en la dimensión crítica de la cultura, a la par que pone de relieve el carácter político de toda creación humana, incluida la creación artística y literaria. No hay labor intelectual digna de tal nombre al margen de una reflexión sobre el poder y el lugar que ocupa la propia obra en la sociedad en la que surge. Y de una toma de postura ante esa sociedad, ya sea un puro acto de evasión o un activismo consciente y enérgico.

      En sociedades simplemente con el mayor número de habitantes que jamás ha habido, más complejas desde el punto de vista tecnológico, con retos severísimos de orden medioambiental, social o de política internacional, no podemos dejarnos arrastrar por un irracionalismo, un emocionalismo carente de contenido que nos sumiría, en cuanto sociedad, en la pura perplejidad, en una minoría de edad (en sentido kantiano de incapacidad de usar la propia capacidad racional) perpetua. Y si no lo vemos claro, echemos un vistazo a la primera mitad del siglo xx y sus horrores genocidas; al período de entreguerras que vio crecer con desmesura fenómenos ideológicos aberrantes y regímenes totalitarios y dictatoriales de una crueldad tan increíble como pasmosa.

      Necesitamos pensar para hacer: para hacer que ese tipo de fenómenos no vuelva. Lo que no podemos hacer (no debemos como individuos) es no pensar, no actuar en consecuencia, dejarnos llevar por an-ideologías, por corrientes de anti-pensamiento, irracionales y convulsas, que de mala manera encubren sus intereses espurios, tan coincidentes (¡oh, sorpresa!) con intereses


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