Escritoras ilustradas. Herminia Luque
mal conocida. Caracterizada, eso sí, por la anonimia y el bajo rango de autoridad de las creadoras. Ellas escribieron, sí, pero muy poco para ser publicado y, en caso de serlo, ni siquiera a instancias de ellas mismas o bien cuando ya hubieran fallecido. Como apunta la escritora Margo Glantz, la escritura de las monjas apenas es considerada como «labor de manos» (como la repostería o la costura) y puede, por tanto, ser perfectamente archivada, olvidada o usada sin permiso de sus autoras.20
La catedrática y escritora granadina Amelina Correa, en su diccionario-antología de escritoras, nos habla de la vigencia de esa literatura religiosa en la ciudad de Granada, con autoras como sor María Gertrudis del Corazón de Jesús (María Gertrudis Martínez del Hoyo Tellado en la segunda mitad del siglo xviii) o sor Ana de San Jerónimo, Ana Verdugo de Castilla en la primera mitad del siglo xviii (hija de los condes de Torrepalma).21 Y tan solo una escritora laica María Josefa Hermida Maldonado y Marín. Un caso este verdaderamente excepcional siendo, en realidad, una niña (¡de tan solo siete años!) la que ejerce de labores de traductora, sin que se tenga más información sobre la continuidad de su actividad literaria.
Por último, es preciso hacer una pequeña reflexión sobre la «fortuna» de las autoras ilustradas en su conjunto, entre las que se encontrarían Rita y María Rosa. Es decir, sobre la recepción de su obra entre sus contemporáneos y la posterior pervivencia de su legado escrito. Podemos sospechar (por el número escaso de obras editadas, por la poca presencia en el canon literario tradicional) que el impacto entre sus contemporáneos fue mínimo. En efecto, las escritoras fueron consideradas una rareza, una excepción más o menos tolerada. Y el escaso aprecio crítico de sus contemporáneos hubo de influir en que su legado se perdiera, teniendo muy poca o nula repercusión en autores posteriores. Como señalara Susan Kirpatrick,22 cuando las románticas españolas comienzan a escribir, carecen de modelos femeninos en los que apoyarse. Las obras, con algunos rasgos de modernidad romántica, de Gertrudis Hore o Frasquita Larrea les son desconocidas y no pueden reivindicarlas como parte de una justa genealogía autorial femenina.
Se pregunta Nieves Baranda: ¿cómo convertirse en autoras desde la negación, la inferioridad y la incredulidad?23 Aun perteneciendo a las clases privilegiadas (o precisamente por ello) son un grupo reducidísimo y su público es reducido de igual modo: al menos nominalmente han de limitarse a escribir para mujeres…Las mujeres del siglo xviii, según confiesan ellas mismas, por afición a las letras, por entretenerse, «por tener una diversión literaria en una fiesta familiar o conventual».24
Pero también cabe señalar una ruptura de esta generación ilustrada con la de mediados del xvii, la generación de María de Zayas. Como señala Nieves Baranda, en la época de Carlos II hay una «quasi-extinción» de literatas. Un hecho relevante, pues supuso «[...] la extinción de ese modelo simbólico femenino, cuya existencia tiempo después habrá de construirse nuevamente de cero».25 Las escritoras dieciochescas no tendrán apenas modelos femeninos en los que mirarse, y las tópicas «galerías de mujeres ilustres»26 apenas si recogen algunos nombres de escritoras, como Safo, consagrados por la tradición, pero cuya obra es, a la vez, prácticamente ignorada. Nuestras escritoras hubieron de reinventarse (inventarse como categoría, una categoría mirada con recelo, la de las literatas) para caer, poco después, en el más ominoso de los olvidos.
El caso de María Rosa de Gálvez es muy significativo. El estudio sobre su obra y sobre su biografía no solo ha constituido una titánica labor de rescate, un auténtico cúmulo de esfuerzos contra el olvido y contra la adversa fortuna crítica que ha pesado sobre ella durante casi doscientos años, sino que la puesta en valor de su obra literaria sigue siendo ninguneada con los argumentos más endebles, es decir, los de siempre: los sexistas. Pues, si por ser mujer, la crítica decimonónica puso en cuestión su excelencia literaria, por idéntico motivo todavía hoy se dice que se recupera su figura, «sus sueños y sus frustraciones, sus utopías femeninas» por ser «aspectos atractivos para el feminismo». Y se la ha revalorizado, aunque su único mérito prácticamente sea «su voluntad y empeño por encima del ingenio». «La verdad es que hoy sería una autora postergada sino (sic) hubiera incidido en los últimos años la tendencia feminista, los estudios de literatura de género. Y ella ha resultado claramente beneficiada». Esto escribe un estudioso contemporáneo.27 La radical incomprensión (y la mala fe crítica también) son obstáculos más terribles, si cabe, para nuestras autoras, que la propia desmemoria.
El aislamiento, el desconocimiento de la obra producida por otras mujeres (y la imposibilidad por tanto de reconocimiento), tanto como la falta de lazos amicales y de apoyo recíproco (más allá de la enemistad canónica o imposible amistad) entre ellas también fueron obstáculos notorios.
La amistad entre María Rita Barrenechea y María Rosa de Gálvez fue casi una excepción en un campo literario muy masculinizado y especialmente agresivo, en el que no se toleraran intromisiones de un sexo, el femenino, entre cuyas aspiraciones no han de estar la creación ni el saber ni menos aún la fama, ya que todo ello lo expone a una publicidad indeseable. La temprana muerte de ambas escritoras (a los treinta y ocho las dos, si bien con una década de diferencia) cercenó las posibilidades de un desarrollo maduro y, con toda seguridad valioso, de sus innegables talentos.
Por todo lo arriba expuesto, nos lanzamos a la escritura de este trabajo, en busca de un tiempo pretérito y no obstante arraigado en un presente abierto, tenaz e intensamente esperanzado para el que deseamos más Ilustración,28 más ilustres escritoras, más Feminización.
1 Cf. Zygmunt Bauman. 2005. Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. México, FCE.
2 Cf. Pedro Laín Entralgo.1971.
3 Aguilar Piñal, 1996, 118.
4 Ibid., 119-20.
5 Reyes, 1988, 289.
6 Savater, 1990, 85.
7 Todorov, 2012, 9.
8 Así se lo he escuchado personalmente en una conferencia, con la asertividad, la ironía y el inmensísimo saber que destila toda su persona.
9 Canterla, 2009, 13.
10 Pagden, 2015, 40-41.
11 Cf. Guillermo Busutil, Queremos tanto a Cortázar, La Opinión de Málaga, 26 de agosto de 2012.
12 Baranda, 2005, 128.
13 Cf. Claudia Gronemann, 2006, 397-410.
14 De Ana Caro de Mallén cabe destacar el estudio pionero de Lola Luna (Valor, agravio y mujer. Madrid, Castalia, 1993), así como los recientes hallazgos de Juana Escabias (2018), Vida y obra de Ana Caro de Mallén, Sevilla, Benilde. De María de Zayas están publicadas sus Novelas amorosas y ejemplares (Madrid, Cátedra, 2000) y Desengaños amorosos (Madrid, Cátedra, 1983), ambos libros con excelentes estudios introductorios de Julián Olivare y Alicia Yllera, respectivamente. Sobre la relación personal que existió entre ambas he escrito la novela Amar tanta belleza (2015), que obtuvo el IX Premio Málaga de Novela (Sevilla, Fundación José Manuel Lara).