Sangre eterna. Natalia Hatt
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SANGRE ETERNA
SANGRE ENAMORADA #4
NATALIA HATT
Sangre olvidada: Sangre enamorada #4
© 2015 Natalia Hatt
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Para ti que me sigues desde otras vidas…
PREFACIO
E
ra un día normal en la Atlántida: los pájaros cantaban, el sol brillaba en todo su esplendor y enormes mariposas multicolores volaban por doquier. Aunque hacía tiempo el Gran Oráculo había profetizado que ese sería el fin para la gran civilización, nadie deseaba creerlo. Es más, consideraban que era un hecho imposible, y decidieron cometer el gran error de desestimar la profecía.
Las personas crecían en armonía con la naturaleza y se amaban los unos a los otros; nada parecía indicar que en breve acaecería una catástrofe inimaginable, sin precedentes, que destruiría la civilización completa y aboliría todo lo logrado hasta entonces.
En el Templo del Tiempo y el Espacio, los nueve guardianes se encontraban reunidos, como de costumbre, con sus manos colocadas en círculo, alrededor de un gran cristal sagrado recubierto en oro. Ese ritual era lo que mantenía el espacio y el tiempo funcionando de la manera en que lo había hecho hasta aquel preciso momento.
Anntera era la suma sacerdotisa; una bella joven de largos cabellos dorados y expresivos ojos azules. El resto del grupo de guardianes estaba constituido por cuatro mujeres y cuatro varones; a todos los consideraba como su familia y todos estaban a cargo de mantener el buen funcionamiento del poderoso cristal.
De pronto, se abrieron las puertas del Templo Sagrado, y doce seres de un aura oscura irrumpieron con la actitud más maligna que los guardianes jamás hubiesen visto. Ellos pudieron entrever las tenebrosas intenciones que emanaban por cada poro esas criaturas, mas no se conocía la maldad en aquel sitio tan perfecto, así que ninguno de los nueve guardianes contaba con las herramientas para defenderse a sí mismos y a su idílico mundo.
Los doce seres tomaron el gran cristal, pese a las urgentes súplicas de sus guardianes. Con un rayo negro, proveniente de los doce, lo desintegraron, convirtiéndolo en nueve llaves doradas, en cuyo interior aún residiría el sagrado cristal del Templo del Espacio y el Tiempo.
La tierra comenzó a temblar. Los oscuros desaparecieron, llevándose las llaves consigo, dejando a los guardianes en tinieblas y confusión absoluta. Nadie tenía idea de qué estaba sucediendo, ni podía inferir lo que los malignos seres harían del tiempo y el espacio que hasta entonces los regía. Excepto tal vez por Anntera, quien poseía una claridad de mente superior y tenía un mayor entendimiento de todo.
La suma sacerdotisa, sabiendo que la profecía de destrucción ahora se cumpliría, y que lo que viniese después sería para desventaja de los pobladores de la Tierra, gritó en voz alta, para que los lóbregos seres la escuchasen.
—¡Volveré! ¡Volveré para lograr que todo se restablezca! ¡Juro que volveré! ¡La maldad no prevalecerá en este planeta!
Lo que aquellos seres no sabían era que, aunque ese día Anntera y los demás guardianes perecerían, para reencarnar sin conciencia de su pasado, esa promesa sería cumplida diez mil años más tarde, cuando las piezas del rompecabezas fueran reunidas.
CAPÍTULO 1
E
n el monumental palacio recubierto en jade, justo en medio del espacio que separaba el mundo de las hadas de los vampiros, crecía la princesa Meredinn. Solo su madre conocía el gran destino que le deparaba a la pequeña belleza de ojos azules, profundos como los de su progenitora, y cabellos dorados, iguales a los de su padre. Solo ella y un tío condenado al exilio en un cuadro, con quien la pequeña recién se encontraría al cumplir sus quince años.
Creció sin conocer enemistad alguna entre las hadas y los vampiros, rodeada de sirvientes de casi todas las razas. No diferenciaba entre ninguno de ellos, a todos adoraba por igual. Amaba más que a nadie en el mundo a su dedicada madre, Alejandra; a sus dos padres, Nikolav y Juliann; a su tía y a la vez madrastra Lilum y a su media hermana Rudith (a quien ella tan solo llamaba Rudi), la cual era solo un año menor que ella.
Al cumplir su primer año de vida, demostró su primer poder: la telepatía. Era capaz de comunicarse mentalmente, en principio, solo con su madre. Esta había pensado que su hija estaba desarrollando la habilidad heredada por su familia, pero pronto la niña sorprendió a todos y demostró que también podía comunicarse de ese modo con quien ella quisiera, incluso con los vampiros. Podía leer mentes y enviar pensamientos; no había nadie que no estuviese impresionado.
A los dos años, demostró su segunda y tercera destreza. Un día hechizó una faeda con su canto, mientras caminaba en el bosque con Juliann, logrando que esta se pusiera a bailar sobre su pequeña mano. Y para sumarle aún más mérito, ella entonaba de manera excelente desde temprana edad, lo cual la convirtió en el orgullo de su padre.
Todos pensaron que allí se estancaría, ya que las hadas no solían tener más de dos poderes, mas ella probaría lo equivocados que estaban al comenzar a volverse invisible antes de cumplir los tres años de edad. Se escondía de su madre y se reía, lo cual a esta no le parecía gracioso. En ese punto, supo que su niña alcanzaría los nueve poderes profetizados por Ildwin.
Ya a los tres años, la niña comenzó a introducirse dentro de los sueños de su madre, demostrando un poder raro en las hadas: el de transitar en los sueños de otras personas. También, a esa misma edad, comenzó a crear escudos a su alrededor, para que no pudieran