Un teniente para lady Olivia. Verónica Mengual

Un teniente para lady Olivia - Verónica Mengual


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sanguinaria.

      ―Lo sé, lo sé, pero es que él… ¡Ag! ―gruñó, presa de la desdicha.

      ―Conozco lo que es, lo que hace. Bien le quitaría yo mismo la vida y tampoco tendría un remordimiento. Pero es vital interrogarle y averiguar quiénes están ayudando a Bonaparte. No podemos arriesgarnos a que estalle una nueva guerra. Las cosas siguen tensas, hay que ser cautos. Balzack es la clave porque sospecho que él tiene lo que buscamos.

      ―Iré a visitar a Elisabeth. ―Olivia se levantó de la silla en la que estaba conversando frente a su hermano para salir del lugar.

      ―Buena idea.

      ―Angus. ―Se detuvo en medio de la puerta.

      ―¿Sí? ―Su hermano la miró alarmado. ¿Superaría Olivia lo que había sucedido con Colton? El tiempo lo diría.

      ―Adoro a Elisabeth. No me gustaría que se casase con Perth. Ese hombre es tonto.

      ―A mí me consideran bobo.

      ―Tú, a diferencia del conde, no lo eres, realmente no lo eres. Aunque… ―dejó la frase en suspenso, al tiempo que le dedicaba una sonrisa. Estaba bromeando.

      ―Veremos lo que podemos hacer ―la cortó porque sabía que trataba de molestarlo―. Pero la decisión es de tu amiga. Será ella quien deba decidir, Oli, no tú.

      ―Lo comprendo.

      Lady Olivia Carrington se presentó en casa de los duques de Shepar dispuesta a entrevistarse con su buena amiga Beth. Olivia iba vestida como la perfecta dama que al parecer iba a ser desde estos momentos. Un fino vestido de muselina pálido, sus guantes y su chaquetilla así lo demostraban. Las botas también se quedaron en el fondo del armario y la molestia de sus zapatos ribeteados en el mismo tono que el vestido le estaban dando ganas de arrojarlos por los aires.

      El té fue servido en la salita de las damas. Dado que eran poco más de las cinco de la tarde, pidieron unos bocadillos para acompañar la bebida. Cuando el servicio se retiró comenzó un interrogatorio que más se iba a asemejar a comentar chismes.

      ―¿Eres feliz, Beth? ―preguntó con cautela lady Olivia. Como espía había aprendido a no dar nunca nada por supuesto.

      ―Creí que vendrías más animada.

      ―Y vengo animada.

      ―Has tardado mucho en venir a verme. Fui a tu casa y me dijeron que habías partido al campo, ¿por qué te fuiste en plena temporada?

      ―Mi madre ha contratado una institutriz, bueno, decir que la señorita Mary Shelly es una maestra es un eufemismo, ¡es peor que un teniente! ―Ese cargo militar era su preferido. Aquel hombre castaño del pasado tenía la culpa de todo.

      ―¿A tus años te ha puesto en manos de una institutriz?

      ―Te recuerdo que no está bien aludir a la edad de una dama y más cuando es mayor que tú.

      ―¿Te he ofendido?

      ―Por supuesto que no. Pero no eres la única que está desesperada por escapar de la soltería. ―Olivia seguiría fiel a las directrices de la sociedad donde una dama no renunciaría a la ilusión de convertirse en esposa tuviese la edad que tuviera.

      ―¿Oíste los chismes, verdad?

      ―¿Que la decorosa hija de Shepar dejó de lado el pudor para agenciarse un marido? ―preguntó con una sonrisa divertida. Oli no la juzgaba, tal vez ella en su situación hubiese hecho lo mismo porque ese hombre era el amor de su vida, así que…

      ―¡Por Júpiter! ¿Llegaron los rumores hasta Derbyshire? ―Increíble la velocidad con la que se esparcían las desgracias de los demás.

      ―Sí, así fue. Quise venir de inmediato para asegurarme de que estabas bien. No me fue posible. ―No podría contar la verdad nunca―. Además, intuí que estarías en una nube. ―Beth no parecía feliz.

      ―Fue todo muy extraño.

      ―No te veo como una prometida entusiasmada. ¿Sebastian no es lo que pensabas? ―volvió a tantear.

      ―No lo llames por su nombre. Es lord Perth. ―En uno de sus únicos paseos, Beth lo llamó más íntimamente y él la reprendió.

      ―Definitivamente no luces como una mujer enamorada que ha obtenido el premio a su perseverancia.

      ―¡Oh! ¿Tanto se me nota?

      ―Llevas toda la vida hablando de él, entusiasmada cuando lo veías o alguien de nuestro círculo lo nombraba, aunque fuese de pasada… Creí que saltarías loca de contenta por ser su futura esposa.

      ―Ni tan siquiera vino a nuestra fiesta de compromiso ―expuso mortificada. La jornada tuvo lugar hacía dos semanas en su casa. Todo fue perfecto, salvo porque su prometido no hizo acto de presencia. Un gran ramo de bonitas flores llegó a la mañana siguiente con una nota en la que excusó su ausencia por una dolencia pasajera que le impidió acudir.

      ―Siempre pensé que Perth no era carne de matrimonio. Demasiado joven y muy estúpido para mi gusto. ¡Oh! Lo siento, lo siento ―se apresuró a disculparse al ver su metedura de pata.

      ―¿Me creerías si te dijese que no lo cacé, Oli? ―preguntó Beth esperanzada.

      ―Por supuesto que te creeré. Siempre te consideré muy inteligente, por lo que en el caso de haber intentado adueñarte de un caballero, probablemente habrías elegido a uno con algo de sesera.

      ―¡Oli!

      ―Sí, lo sé, lo sé, es tu prometido.

      ―No, no es eso. ―Sus ojos comenzaron a lagrimar.

      ―No llores, Beth, te prometo que no lo insultaré de nuevo. Me comportaré. Aunque para cerrar el capítulo sí señalaré que no es digno de ti.

      ―No, amiga mía, no lloro por lo que dices sobre él. Me importa poco que te burles, es que soy feliz, Oli.

      ―¿Eres feliz? ¿Con Perth como prometido? ¿Un hombre que ni acudió a tu fiesta de compromiso? ―Olivia silbó llegado a este punto. Su amiga tenía la piel muy dura, porque si su hombre no hubiese acudido a festejar el futuro enlace… le rebanaría el pescuezo sin miramientos por dejarla en mal lugar públicamente.

      ―No, no. Deja que me explique.

      ―¡Pues hazlo de una vez porque no alcanzo a entender nada!

      ―Soy feliz porque eres la primera persona que de verdad me cree cuando afirmo que no le tendí ninguna encerrona.

      ―Eso tiene sentido para mí, porque te he escuchado hablar todo el verano de tu interés por comprar una enorme finca, espero que al final sea la que tanto te gusta y que linda con la de mi padre, y crear allí un lugar para…

      ―Eso ya no va a poder ser ―la cortó.

      ―Entonces deduzco que te vas a conformar con él ¿es eso lo que estás sugiriendo?

      ―No tengo otra opción. Madre dice que el amor surge poco a poco. Ella se casó con padre sin conocerlo y creo que ellos… no sé si se aman, pero sí son felices.

      ―Pero tú no eres tu madre. Justamente eres todo lo contrario a tu madre y a Violet. Si el amor finalmente no surge, acabarás marchitándote.

      ―¿Crees que no lo sé? Tal vez él me permita tener vidas separadas. Está de moda en Londres.

      ―Ajá… ―Olivia no se atrevía a exponer lo que había venido a decir. ¿La odiaría Beth si le contara todo lo que había averiguado al meterse durante unas horas en casa del Perth haciéndose pasar por el mozo de la panadería?

      ―Olivia, ¿qué sucede?

      ―No puedo consentir que te cases con él. Lo siento, no es por ser egoísta, ni porque esté celosa de tu compromiso. Es simplemente que la decencia me impide callar.


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