Un teniente para lady Olivia. Verónica Mengual

Un teniente para lady Olivia - Verónica Mengual


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se mantenían vivos en su mente. Tras la boda de Violet, Olivia se disfrazó y se presentó en la casa, ante el duque. Cuando lo tuvo desnudo en la cama no dudó en sacar el afilado metal y amenazarle con degollarlo si no le daba el dinero que había sacado a su padre con malas artes y engaños. Le tuvo que cortar un poco la piel del cuello para que el hombre supiera que ella hablaba completamente en serio. Él juró vengarse, pero por suerte se marchó a Francia a la mañana siguiente. Hasta el momento no había tenido noticias de él. Olivia sabía que el día llegaría, pero creyó que encontrar la lista le conferiría al fin la libertad para poder retomar su vida. Podría limpiar su buen nombre si Balzack era acusado de traidor, porque él antes de irse esparció el rumor de que aquella noche le arrebató la virtud y sus amigos se encargaron de pregonarlo a los cuatro vientos.

      Únicamente Briana y Elisabeth la recibían en sociedad. Su padre se sentía culpable por todo aquel asunto y mandó llamar a su hijo. Cuando Angus regresó ya no encontró impedimento para que ella se uniera a él en las misiones. Olivia era muy buena con los disfraces y también tenía un don para enterarse de cosas. La posición como sirviente en una casa le permitía tener acceso a cierta información. Así fue como supo que Colton tenía debilidad por los jovencitos de cara angelical y uno de los sirvientes del malhechor, con el que compartía lecho Colton, le dijo a ella lo de la llave en su cuello y el falso cajón en el escritorio. El pobre muchacho se sintió celoso de la atención que su amo le dispensaba a Oliver. Sí, ella se hacía llamar Oliver cuando se vestía de sirviente.

      ―Olivia, quiero que regreses a la sociedad.

      ―Debes estar loco ―ella bufó―. Quedamos en que ser repudiada era lo mejor que podía pasarme para comenzar a ser la Paloma Blanca.

      ―Necesito que vuelvas a ser lady Olivia y captes su atención.

      ―Decididamente estás fuera de tus cabales. La única atención que captaré de él me llevará a diez metros bajo tierra. ¿Has encargado ya mi ataúd?

      ―Vas a tener ayuda. No te apures. Además, hace años del incidente y me consta que sigue muy interesado. ―Balzack nunca fue un hombre que abandonaba un cometido.

      ―La sociedad no olvida esas cosas.

      ―Soy rico, famoso y estoy bien considerado entre los míos. Puedo ayudarte desde mi posición.

      ―Te consideran carente de inteligencia. ―Le recordó con humor.

      ―Tanto mejor. Además, creo que tener al hermano de tu amiga Briana, el conde de Monty, de nuestra parte, y mi amigo Lucien, duque de Phenton y otros nobles que me aprecian, puede abrirte la puerta de regreso. No perdemos nada por probarlo. Contacto está de acuerdo conmigo en que es mejor que estés a la vista de todos.

      ―Así que soy el cebo. ―Olivia debió prever que el interés de su hermano en toda esta cuestión era para favorecer la misión.

      ―¿Quieres atrapar al tiburón?

      ―Por supuesto que sí. Me metí en esto para darle caza a Balzack. No sabes lo que les hace a las mujeres. ―Sus prácticas sexuales eran tan crueles que no podía ni imaginarse aquello. Ese maldito estaría mejor muerto, sin embargo, era escurridizo. El mundo, en especial el femenino, estaría mejor sin esa escoria. ¿Quién disfruta pegando a una mujer para conseguir la liberación sexual? Era una cuestión que incluso después de tantos años seguía sin poder entender. Gracias a Zeus divino, él no se había casado.

      ―Lo sé bien. Lo cual me recuerda mi siguiente pregunta. ¿Estuviste presente durante toda la… la… la…? ―Era complicado hablar de esto con su propia hermana y peor sería saber si ella lo había visto practicando sexo en medio de la fiesta. ¡No podía negarse a participar en algo así! Angus creyó que iba a asistir a una partida especial de cartas, pero nunca pensó que la cosa se pusiera tan… tan…

      ―¿Orgía? ―Lo ayudó ella―. Tranquilo, cerré los ojos. —No fue mentira del todo. Lo que menos le apetecía era ver a su hermano en esa tesitura, pero eso no impidió que echase un discreto vistazo hacia otra pareja para ver si…

      ―¡Olivia! Esto es bochornoso. Eres una dama.

      ―No, según la sociedad.

      ―Eso son calumnias. Eres decente, salvo por…

      ―Angus, sobre eso… yo… ―No era justo seguir engañando a su hermano. Ella había disfrutado de dos hombres en estos cuatro años. Al primero no lo pudo olvidar porque se entregó libremente y con el segundo, bueno, aquello fue extraño. Lo usó para sonsacarle el nombre del que movía los hilos en la trama de simpatizantes de Napoleón. Ese que era el cabecilla resultó ser Colton y su compañero de cama le gustó mucho. Era apuesto y el sacrificio no es que fuese algo que no gozase. Aquello sucedió hacía dos años y lo disfrutó bastante, pero no era él. Ninguno sería jamás como aquel.

      ―¡No! No quiero saberlo. Eres mi hermanita pequeña. Si alguna otra vez has tenido que… en fin. Todo está correctamente. Es por un bien mayor. ―Saberla retozando con un hombre… esa no era la vida que había elegido para ella. Balzack tenía la culpa de casi todo. Bien entendía que Olivia tuvo que meterse en medio de aquello para que su familia no acabase en la inmundicia.

      ―De acuerdo.

      ―Además, tengo otro motivo que te hará regresar a las esferas sociales.

      ―Lo dudo mucho. ―Ella volvió a bufar.

      ―Tu amiga lady Elisabeth está comprometida con el conde de Perth. Se especula con que le tendió una trampa para cazarlo.

      ―¿Disculpa? ―Su hermano debía estar de broma, eso era imposible.

      ―Lo que has oído. Creo que tu buena amiga te necesita ahora más que nunca. Él está arruinado y a un paso de acabar con sus huesos en la cárcel de deudores, por lo que asumo que más bien ha sido a la inversa. Perth debe haberla atrapado en un compromiso forzado. Llevan un mes comprometidos.

      ―¡Por Zeus divino! ¿Tanto tiempo?

      ―Sí.

      ―Ella siempre ha estado enamorada de él. Llevo demasiado sin ir a verla. Esta misión ha requerido de toda mi atención… ¿Cómo voy a presentarme ante ella? ¿Qué excusa le daré? Además, su madre no me quiere cerca de ella. Desde que tiré el pastel de bodas de Violet se ve molesta siempre que voy a visitarla.

      ―Hablaré con Shepar. Déjame eso a mí. Lo convenceré de que Balzack es un embustero que te calumnió sin fundamentos y de que su propia hija podría ser víctima de un malentendido. Es un hombre decente. No tendrás problemas.

      ―No te creerá, no será tan fácil. ¿Y mi ausencia?

      ―Bueno, como bien has dicho, siempre has sido torpe.

      ―¡Era una treta, bien lo sabes!

      ―Sí, y por eso diremos que madre te puso una institutriz y que has estado enseñándote de la mano de Mary Shelly en nuestra casa de Derbyshire.

      ―¿De quién?

      ―Es una mujer muy famosa por convertir a damas desastrosas como tú en damas gráciles.

      ―¿Así de fácil?

      ―Sí, Shelly forma parte de los nuestros, como bien sabes. Se prestará al engaño en caso de que alguien llegase a preguntar.

      ―¿Has sabido algo de madre y padre?

      ―En Escocia todo sigue igual. Los dos están bien. Pero continuaremos diciendo que están en el campo, no conviene dar pistas sobre dónde están verdaderamente.

      ―¿Están fuera del alcance de Balzack?

      ―Nadie está fuera de peligro nunca, pero nuestros padres están disfrutando de la tranquilidad. No resultó complicado convencer a padre para que se retirasen por una larga temporada allí.

      ―Odio a Balzack. ¿Por qué no pegarle un tiro? ―Después de lo sucedido esta noche, ella se veía capaz de asesinarlo a sangre fría. El mundo


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