DATUS Dispositivo Analítico para el tratamiento de Urgencias Subjetivas. Ines Sotelo
públicos del territorio nacional durante el período del 5 al 11 de noviembre de 2012. Se evaluó la presencia de consumo en las 6 horas anteriores al ingreso y su eventual asociación con el motivo de la consulta. En un 12.3% la consulta estuvo relacionada en forma directa o indirecta con la sustancia y un 34.7% no estaba relacionada la consulta con la sustancia. El 46.6% no había consumo y del 6% restante no hay datos.
En las guardias por demanda directa se calcula que el 53% corresponde a alcohol. El impacto en la salud pública se debe al requerimiento de medidas terapéuticas de alta complejidad por daño directo del alcohol o de forma indirecta por colisiones vehiculares, situaciones de violencia, embarazos no deseados y transmisión de enfermedades como VIH, hepatitis o sífilis.
4. Algunas voces afirman que la marihuana es de muy baja toxicidad. ¿Cuál es su opinión?
Aunque el público en general tal vez considere que el cannabis es la menos dañina de las drogas ilícitas, en el último decenio ha aumentado notoriamente el número de personas que se somete a tratamiento por trastornos relacionados con el consumo de esa sustancia. Y son cada vez más los reportes científicos que asocian el uso de marihuana en la adolescencia con la aparición de enfermedades psiquiátricas posteriores.
5. ¿Puede transmitirnos algo de la experiencia de Canadá, donde usted estuvo trabajando? O de otros países, ¿cómo es allí el consumo y su tratamiento?
Existen dos enfoques en el tratamiento por consumo problemático de sustancias con o sin trastorno por dependencia. Uno es el abstencionista y el otro son los programas de reducción de daño. Estos últimos en el mundo son los que logran mayores tasas de adherencia, en el sentido de continuidad de tratamiento.
El Modelo de intervención de Reducción de Riesgos y Daños es un marco conceptual y referencial que incluye a todas aquellas estrategias que, ya sea en el área de tratamiento, prevención o reinserción social, tienen como finalidad disminuir de una manera jerárquica y variada los efectos negativos del uso de drogas, tanto a nivel individual como en el entorno o de terceros. Su origen debe ubicarse en Holanda durante la década de los ’70, cuando se adoptó la perspectiva del usuario de drogas, denominadas “modelo de la aceptación”.
A finales de los años ’80, empezó a utilizarse en la región de Merseyside (Inglaterra), en respuesta a dos factores: el problema de la infección por VIH entre usuarios de drogas inyectables y la sospecha creciente de que las estrategias adoptadas hasta el momento no habían mejorado la situación y, en algunos casos, habían tenido el efecto no deseado al aumentar los daños asociados al uso de drogas.
UNODC, en el Informe Mundial de Drogas del año 2008, señala que: “A menudo se convierte al concepto de reducción de daños en un tema controvertido. Como si existiera una contradicción entre la prevención y el tratamiento por un lado y la reducción de las consecuencias adversas sociales y en la salud pública, por otro. Esta es una falsa dicotomía. Estas políticas son complementarias”. Esto significa que los objetivos más factibles, como mantener a la gente saludable, se ponen antes de la abstinencia. “Las medidas duras con base en ideologías represoras se deben remplazar por políticas más humanas y eficaces diseñadas teniendo en cuenta la evidencia científica, los principios de salud pública y los derechos humanos”.
La mayor parte de la bibliografía hace referencia a programas de reducción de daño en usuarios de sustancias por vía endovenosa y particularmente de opioides. Pero existen también nuevos programas en el mundo para el uso de crack con la entrega de material para su consumo, evitando por ejemplo que el usuario tenga quemaduras de vía aérea o en los dedos de la mano. También se han desarrollado programas para el consumo controlado del alcohol, evitando las consultas en guardia por episodios de sobredosis o abstinencia.
La cesación en el consumo, más allá del tratamiento, estará fuertemente vinculada a otros factores sociales como la obtención de vivienda y el empleo. En muchos países las estrategias de prevención están limitadas a medidas simplistas de educación sobre drogas. Se trata de programas que adhieren a los mensajes del tipo “dile no a las drogas” o que emplean “tácticas de shock”, fuertemente alineadas con políticas que promueven la tolerancia cero. La evidencia disponible indica que estas estrategias son ineficaces.
La experiencia en Canadá y otros países con los centros de de uso controlado de sustancias endovenosas tuvo un impacto positivo sobre la reducción de las sobredosis por consumo de drogas. Funcionó como puente hacia tratamientos de la dependencia de drogas. Al mismo tiempo, redujo significativamente los problemas de seguridad relacionados al uso EV en lugares públicos y al descarte de agujas y jeringas. Contribuyó, por último, a una reducción de nuevas infecciones por VIH y hepatitis C. En términos generales, las reglas de consumo más seguro practicadas en los centros son adoptadas también en la vida diaria.
6. El Hospital Fernández tiene un programa de reducción de daño, ¿puede explicarnos cómo se origina, cómo funciona y qué objetivos tiene?
En nuestro país, la mayor parte de los programas están dirigidos a lograr la abstención. La tendencia, sin embargo, es hacia la creación de nuevos programas más alineados con la reducción de daño. Su objetivo radica en lograr aumentar la adherencia a los tratamientos, acercar al usuario al sistema de salud.
Las estrategias de reducción de daños se han ocupado no sólo de las prácticas individuales de los usuarios de drogas, sino también de comprender las condiciones de vulnerabilidad de los sujetos, con el objetivo de desarrollar intervenciones apropiadas y establecer relaciones específicas de cuidado entre los individuos y los grupos en los contextos de uso de drogas. Un ejemplo de ello podría consistir en la implementación de programas con contraprestaciones en las que el usuario se testee para VIH y hepatitis b y c, pero recibiendo la vacunación necesaria y realizando los controles periódicos. También pensar el trastorno por dependencia a las drogas como una enfermedad crónica. La drogadicción es una enfermedad compleja, caracterizada por el deseo vehemente (craving), la imposibilidad de controlar el deseo de consumo (uso compulsivo), ya que el deseo persiste a pesar de las consecuencias extremadamente negativas y la vulnerabilidad a la recaída de por vida. Debido en parte a la consecuencia del consumo de drogas repetido que remodela circuitos y sinapsis neuronales, estos cambios adaptativos pueden llegar a ser permanentes.
Aceptar este concepto nos permitirá establecer una relación profesional-usuario de drogas más igualitaria, flexible y participativa en la toma de decisiones. Entre el uso compulsivo y la abstinencia, es preciso trabajar incorporando medidas que permitan un uso controlado de sustancias.
7. Según su experiencia, ¿cómo funcionan los equipos interdisciplinarios? ¿Qué especialidades considera necesario trabajar para el abordaje de las adicciones?
El abordaje de esta problemática debe ser interdisciplinario. Debe contar con la participación de los especialistas en salud mental (psicólogos y psiquiatras), toxicólogos y trabajadores sociales. Estos últimos son imprescindibles si se aspira a un tratamiento integral del usuario de drogas. A su vez, es preciso salir de las instituciones de salud para poder trabajar con las organizaciones sociales, promoviendo que sus integrantes participen en la elaboración de programas.
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