Argentina-Brasil. Marcelo Gullo

Argentina-Brasil - Marcelo Gullo


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Hoy, los gobiernos de Luiz Inácio “Lula” da Silva y Néstor Kirchner tratan, tibiamente, de abandonar los presupuestos ideológicos del neoliberalismo, pero el Mercosur sigue operando en la lógica del neoliberalismo que lleva a confundir integración con libre circulación de mercancías. Concebido a partir de la lógica fundamentalista neoliberal, se convierte en una simple área de libre comercio, en una primera etapa de la conformación de una zona de libre comercio desde Alaska a Tierra del Fuego, en la antesala del alca. Operando el proceso de integración según la lógica del fundamentalismo liberal, la industria brasileña destruirá a la argentina, superviviente al colapso de la convertibilidad, y luego Brasil, privado de su principal aliado estratégico, quedará aislado y sin posibilidad de resistir las presiones para su incorporación al alca. Así, la industria brasileña será a su vez destruida por la estadounidense. Con suerte, sobrevivirán en Brasil las industrias contaminantes, que los países ricos de América del Norte no quieran tener en su territorio, ni cerca de él. Pero dentro de esa lógica la industria brasileña seguirá el destino de la industria argentina. Será sólo una cuestión de tiempo.

      Para que este panorama apocalíptico no se concrete, el Mercosur requiere de una política industrial común, basada en una planificación industrial indicativa como la tuvo la Europa de posguerra, que creó la Comunidad Económica del Carbón y del Acero. Europa no dejó librada al simple juego de la oferta y la demanda la producción de acero. El Mercosur no debe dejar librada la suerte de todos los sectores industriales a la supuesta “mano mágica” del mercado, que “todo lo arregla”. Como lo ha repetido incesantemente Helio Jaguaribe, mediante una política de consenso se debe determinar qué sectores serán apartados del libre mercado absoluto para ser planificados indicativamente en el marco de un “neoproteccionismo”, que significa un proteccionismo a plazo extremadamente corto y de forma extremadamente selectiva. No se trata de llevar la idea de autarquía a nivel mercosurista o sudamericano sino de determinar qué sectores productivos del sistema mercosurista –mediante una política apropiada para su desarrollo– podrían adquirir, en plazos relativamente cortos –de diez a quince años– competitividad internacional y transformar esos sectores en sectores de interés colectivo de todos los países que conformen el área de integración. El Mercosur es un área satisfactoria tal como existe hoy para la aplicación de este proteccionismo moderno –aunque el continentalismo sudamericano sería el área ideal–, y conforma un espacio lo suficientemente extenso para poder sostenerlo y para que no tenga, desde el principio, características de rápida obsolescencia.

      En el marco de ese “neoproteccionismo” y mediante una planificación al estilo francés, es decir indicativa, se debe construir una política conjunta de programación industrial-tecnológica que reserve, para cada uno de los países, áreas específicas de competencia que les proporcionen ventajas significativas y creen en los otros partícipes “nichos” de absorción de la producción de cada uno de los países. Esto significa que la Argentina y Brasil deben pactar que ciertas industrias van a estar de este lado de la frontera y ciertas otras, del otro lado. Política que podrá ser ejecutada, entre otras medidas, mediante la orientación del crédito y la aplicación de estímulos fiscales. La Argentina y Brasil deben concebir una política industrial comunitaria, aprender a pensar en el bien común del Mercosur entendido como un todo. Se debe avanzar hacia una industria integrada que permita competir en terceros mercados. Se deben integrar las cadenas productivas para competir hacia afuera. Definir un código de conducta común frente a la inversión extranjera. Homogeneizar los incentivos fiscales. No se puede dejar de reconocer, si se realiza un análisis objetivo del proceso de integración mercosurista, que los diferentes incentivos fiscales concedidos por algunos estados brasileños para atraer industrias han provocado que numerosas empresas de capital argentino dejen de producir en su país para pasar a hacerlo en Brasil, lo que ha agravado el proceso de desindustrialización en la Argentina y contribuido al peligroso aumento del desempleo y, por consiguiente, de la inestabilidad social y política.[31] Es evidente que el Mercosur necesita un proyecto concreto que promueva la integración de los sectores productivos para que dejen de competir entre ellos. Lo que se ha hecho hasta ahora en ese campo no es suficiente. La experiencia integracionista en el plano de la industria automotriz está lejos de ser considerada satisfactoria para la Argentina. Las cifras son contundentes y hablan por sí solas. En 1998, la Argentina tenía el 14 por ciento del mercado brasileño de autos, hoy representa apenas el 2 por ciento. Hace seis años Brasil ocupaba el 30 por ciento del mercado argentino, hoy posee el 60 por ciento.

      Además, la Argentina y Brasil deben pensar en la industrialización de Paraguay y de Uruguay, proyectar industrias en estos dos países y reservarles a éstas espacios en el mercado brasileño y en el argentino. Paraguay y Uruguay deben ser considerados por Brasil y Argentina como áreas de promoción industrial para que se produzca el traslado de empresas brasileñas y argentinas a esos dos países. Si el papel de estos dos países dentro de Brasil fuese, simplemente, el de productores de materias primas, ¿qué ventajas tendrían en integrar el Mercosur, y no el alca?, ¿es posible que la electricidad de Paraguay sólo sirva para alimentar la industria de São Paulo, Buenos Aires, Curitiba o Rosario?

      ¿Cuál es la diferencia para Bolivia –Estado asociado al Mercosur– entre exportar su gas, su último gran recurso natural, a California o a São Paulo y Buenos Aires? Para que una integración plena al Mercosur le resultara atractiva a Bolivia, la Argentina y Brasil deberían comprometerse a desarrollar, a partir del gas boliviano, un complejo industrial (petroquímico) en Bolivia y garantizar a la producción de ese complejo un nicho de mercado en Brasil y Argentina. Sólo de esa manera el Mercosur comenzaría a ser para Bolivia una propuesta cualitativamente distinta, es decir más justa, que el proyecto del alca. Podría pensarse también, por ejemplo, en la instalación de un complejo siderúrgico en la región boliviana del Mutúm, que posee una de las reservas de mineral de hierro más importantes del mundo. De esa forma, gracias a la Argentina y Brasil, Bolivia, por primera vez en su historia, dejaría de ser un simple exportador de productos primarios sin ningún valor agregado. Entonces sí los campesinos y mineros bolivianos tendrían una razón de peso para estar a favor del Mercosur y en contra del alca. Entonces sí Perú comenzaría a mirar con otros ojos al Mercosur. Pero, para la realización de esos proyectos, éste necesita superar su “vulnerabilidad ideológica”, es decir, dejar de ser pensado como una simple zona de libre comercio y pasar a ser concebido como “una zona de industrialización conjunta”. El Mercosur necesita una política nuclear única con un centro de investigación nuclear completamente unificado. La investigación y el desarrollo de la tecnología de punta de la tercera ola debe ser realizada conjuntamente como si se tratara de un solo Estado.

      La responsabilidad de Brasil

      En la realización de ese cambio de concepción y en la ejecución de los proyectos concretos que de ello surjan la responsabilidad mayor le cabe a Brasil. Sería absurdo postular que éste debería cumplir, dentro del Mercosur el rol que cumplió Alemania en la Comunidad Europea. Sin embargo, también es cierto –como afirma el sociólogo uruguayo Alberto Methol Ferré– que la elite intelectual y política brasileña “debe dejar de pensar que lo fundamental es que Brasil se industrialice para comenzar a pensar cómo se industrializa el conjunto”.[32] Si el poder más importante, y por lo tanto con la mayor responsabilidad, no sabe conducir el conjunto, asumiendo los costos del liderazgo, y sigue aplicando una política de incentivos que en la práctica hace que las inversiones no vayan a la Argentina o a Uruguay sino a Brasil –por ser éste el mayor mercado–, el Mercosur está condenado al fracaso. “El liderazgo brasileño”, afirma Methol Ferré, “no se da cuenta, o no se da cuenta suficientemente hasta hoy, de que sólo pueden ejercer un liderazgo si saben fortalecer sistemáticamente a sus socios. Lo que menos necesita Brasil son socios débiles. Porque si sus socios son débiles, no tiene socios y se van... el rey del hemisferio se llama Estados Unidos de América y no Brasil. Entonces, fatalmente, si Brasil no fortalece a sus socios, sus socios van a darle señales al rey. Es tan irremediable como justo. Brasil generará así su soledad”.[33] Brasil “necesita fortalecerse y fortalecer a su socio principal, la Argentina, para que se vaya convirtiendo en fortaleza de sus socios menores hispanohablantes de América del Sur [sin esta actitud] Brasil no podrá generar una real alianza sudamericana”. El liderazgo brasileño debe comprender, cabalmente, que para tener una política en América del Sur, “tienen


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