Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón

Aquiles - Gonzalo Alcaide Narvreón


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      Aquiles

      soltando amarras

      Gonzalo Narvreón

      © Gonzalo Narvreón

      Aquiles, soltando amarras

      ISBN Libro en papel:978-84-685-4871-5

      ISBN eBook en ePub:978-84-685-4872-2

      ISBN eBook en PDF: 978-84-685-4873-9

      Impreso en España

      Editado por Bubok Publishing S.L

      “Para bien o para mal, debes tocar tu propio instrumento en la orquesta de la vida.”

      Dale Carnegie

      Dedicatoria

      A todos aquellos que lograron vencer sus propios prejuicios

      Gonzalo Narvreón

      

       Índice

      Capítulo 1 El regreso

       Capítulo 2 Al mal tiempo, buena cara

       Capítulo 3 Alejandro y Malena

       Capítulo 4 Reunión distendida

       Capítulo 5 Lluvia y morbo

       Capítulo 6 La confesión de Alejandro y su punto G

       Capítulo 7 Lunes otra vez

       Capítulo 8 La charla con Adrián

       Capítulo 9 La fiesta

       Capítulo 10 La intriga

      Capítulo 11 La disculpa

       Capítulo 12 Salida inesperada

       Capítulo 13 Desahogo con amigos

       Capítulo 14 Sumando sorpresas

       Capítulo 15 Cruzando el charco

       Capítulo 16 Vino, burbujas y una charla picante

       Capítulo 17 Estrechando lazos

       Capítulo 18 La gran movida

       Capítulo 19 Soltando amarras

       Epílogo

      – Introducción –

      Aquel viaje que Aquiles hubiese querido evitar, fue el desencadenante como para que sucediera lo que, de una u otra manera, iba a terminar sucediendo…

      La decisión y el impulso de Alejandro, habían llevado a que Aquiles abriese la puerta que lo adentraría en un mundo nuevo, misterioso; un mundo que le generaba cierto temor.

      Su vida entera estaba en un punto de inflexión; promediaba la mitad de su vida biológica, estaba a punto de convertirse en padre y, aunque no hubiese existido penetración, lo cierto es que acababa de transitar por su primera experiencia sexual con otro hombre, un combo de emociones que resultaban difíciles de manejar.

      Solo la serenidad y fundamentalmente el intentar ser fiel a lo que su naturaleza le reclamaba, podrían hacerlo transitar por un sendero más llano y sin tantas piedras con las cuales pudiese tropezar.

      El regreso

      A pesar de la fría noche de invierno que abrazaba a la ciudad, y que daba fin a otra semana laboral, las calles se encontraban con abundante tráfico, lo que no era de extrañarse, ya que, transcurriendo los primeros minutos del sábado, era de imaginar que la gente saliese a disfrutar del comienzo del fin de semana.

      Al no haber despachado equipaje, Aquiles no tuvo que esperar frente a las cintas para recogerlo, no obstante, entre el tiempo que le había llevado desembarcar del avión, más la espera del auto que lo transportaría hacia su departamento, habían transcurrido los pocos minutos que quedaba del viernes.

      Estando en Ushuaia y previo a embarcar, sabiendo que llegaría bien tarde, había contactado a Marina para decirle que no lo esperase para cenar. Ya en Buenos Aires, yendo hacia el auto, la había llamado nuevamente para avisarle que había desembarcado y que estaba en camino.

      Sobre el río, los relámpagos continuaban iluminando el oscuro horizonte y a medida que las densas nubes avanzaban hacia el continente, comenzaban a teñirse de rosa oscuro, producto de las luces de la gran ciudad que se reflejaban sobre ellas.

      El movimiento de las copas de los árboles que flanqueaban a la Avenida Costanera, dejaban entrever que el viento había comenzado a rotar y que empezaba a soplar con mayor intensidad desde el sureste, por lo que, sin duda alguna, junto con la tormenta que se avecinaba, sería el inicio de una sudestada y de un notorio descenso de la temperatura.

      –Parece que se viene y que va a hacer mucho frío este fin de semana –dijo el conductor, haciendo referencia a la tormenta que se avecinaba y al descenso de la temperatura, que ya comenzaba a hacerse sentir.

      –Eso parece… estate atento a las noticias por si llega a granizar –respondió Aquiles, consultando una aplicación sobre pronóstico del clima que tenía instalada en su celular y recordando una tormenta con abundante caída de granizo que había golpeado fundamentalmente a la zona norte de Buenos Aires hacía ya unos cuantos años y que había provocado innumerables daños materiales en viviendas y en automóviles; el suyo había sido justamente uno de los afectador.

      Un mensaje de WhatsApp entraba en su celular. Era de Alejandro diciéndole “Que tengas una linda noche…”

      Aquiles sabía que Alejandro aún debería estar en el auto que lo estaba trasladando a su departamento y aunque el mensaje le resultó extraño, pensó que, probablemente, se tratase de un simple gesto de cortesía y nada más que eso.

      A pesar de la experiencia vivida hacía apenas unas horas, sobre la que aún no había pensado demasiado y mucho menos había podido digerir, prefirió no enroscarse con el tema y decidió dejarlo ahí, por lo que simplemente respondió “Gracias, lo mismo para vos…”

      Aprovechó para enviar un mensaje al grupo de fútbol, avisando que este sábado no iría, aunque pensó que, por como pintaba el clima, probablemente


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