Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón
y sin que Alejandro dijese nada, se arrodillo en el piso y le bajó la cintura del jogging y del bóxer simultáneamente, dejando al descubierto y frente de su cara, el carnoso miembro que aún estaba muerto.
Sin agarrarlo con las manos, comenzó a jugar con sus labios en torno a él, sintiendo como lentamente comenzaba a erectarse. Lo introdujo en su boca y comenzó a mamárselo de una manera espectacular, logrando que se pusiera duro como estaca.
Alejandro apoyó las palmas de ambas manos sobre la mesada y se concentró en disfrutar del placer que Malena le estaba regalando. Sintió que Malena dejaba su miembro y que comenzaba a lamerle las bolas, una a una, para luego volver a concentrarse en su miembro.
Sí que lo estaba haciendo gozar.
Malena se incorporó, le subió la cintura del bóxer y del pantalón y agarrándolo de la mano, lo invitó para que fuesen al dormitorio.
Al llegar al lado de la cama, poniéndole ambas manos sobre el pecho, lo empujó, haciendo que la parte posterior de las piernas de Alejandro chocaran contra el colchón, logrando que quedase sentado sobre la cama.
Malena agarró nuevamente la cintura del jogging y del bóxer, que comenzó a deslizarlos hacia abajo. Alejandro levantó su cola para permitir que se los quitara. Luego le sacó las medias y comenzó a desvestirse.
Alejandro se recostó boca arriba, como entregándose para que ella satisficiera sus deseos y sus necesidades.
Malena se subió a la cama y comenzó a recorrerle el cuerpo con la lengua. Sintió que estaba completamente mojada y necesitaba llegar rápidamente al cielo, por lo que se sentó con las piernas abiertas a la altura de la pelvis de Alejandro y sin más rodeos, agarró su duro miembro para comenzar a introducírselo hasta el fondo.
Comenzó a cabalgarlo de una manera cada vez más intensa, gimiendo y moviendo su cabeza de un lado al otro, acercando su torso a la boca de Alejandro, con la intención de que le comiera ambos pechos.
Alejandro la mantenía agarrada de los glúteos con ambas manos, intentando manejar los ritmos como para encontrar su propio punto de placer, pero Malena parecía descontrolada y claramente estaba manejando los movimientos a su antojo.
Alejandro extendió un brazo para llegar al cajón de la mesa de luz, y al tanteo, agarró el frasco de gel lubricante y un dildo de pequeñas dimensiones, que untó generosamente con lubricante y acercó al ano de Malena, para comenzar a jugar, moviéndolo lentamente y ejerciendo cada vez un poco más de presión, sin que ella hiciera comentario alguno, aunque percibiendo que había entrado en un estado de placer que la descontrolaba.
Estimulado por la situación, percibió que su miembro parecía un garrote de mármol y que no tardaría demasiado en eyacular, por lo que intentó pensar en otra cosa como para demorar ese momento.
Estiró sus brazos y ejerciendo un poco más de presión, logró que el dildo comenzara a penetrar a Malena, que emitió un gemido y pegó un grito ahogado, haciendo que Alejandro se quedase quieto.
–Más, más, seguí… –dijo Malena con voz entrecortada, animándolo para que continuara jugando.
Sabiendo que tenía luz verde, se lo introdujo más profundamente, provocando que, en pocos segundos, Malena lograra que los fuegos artificiales empezaran a estallar, mientras que comenzaba a golpearlo en el pecho con ambas manos, como no sabiendo por donde más poder descargar la energía que la desbordaba.
Malena se quedó quieta, como intentando recuperarse, pero a Alejandro le provocaba extremo morbo el poder llevarla a ese punto de descontrol, disfrutaba enormemente el verla perder el control y no la iba a liberarla así nomás. Continuando con la doble penetración, comenzó a mover su pelvis, elevándola y bajándola para entrarle lentamente, sacando su miembro hasta que solo la punta del glande quedara dentro, para luego volver a penetrarla hasta que sus bolas hicieran tope contra los labios de su vagina.
Simultáneamente, hacía el mismo trabajo con el dildo, manejándolo con cuidado y con mucha lentitud, metiéndoselo y sacándoselo, mientras que sentía el cuerpo de Malena que comenzaba a temblar, en medio de un nuevo orgasmo descontrolado, que parecía no tener fin.
–Basta amor, basta, me voy a morir –susurró Malena, sin aire y ya sin fuerzas.
Alejandro le sacó el dildo, que dejó apoyado en el papel que había sobre la mesa de luz y se concentró en su propio placer, buscando que la profundidad de la penetración fuese la correcta como para hacerlo sentir el mayor placer posible.
No tardó mucho en percibir que su energía estaba al tope y que necesitaba ser liberada de manera inmediata. En pocos minutos, estaba llegando a un delicioso orgasmo, que obtuvo en el preciso momento en el que eyaculó.
Malena giró y quedó tirada boca arriba, inmóvil, como si estuviese desmayada.
Alejandro permaneció tirado boca arriba, pensando en ese “Basta amor” que acababa de pronunciar Malena. Jamás se habían tratado de esa manera y no recordaba que ella alguna vez hubiese utilizado la palabra “Amor” para dirigirse a él.
Súbitamente, Malena se incorporó, ingresó al baño cerrando la puerta detrás de ella. A los pocos minutos, Alejandro escuchó el ruido del agua, señal de que nuevamente se estaba duchando.
Permaneció tendido plácidamente en la cama, distendido, viendo a través de la ventana como la invernal lluvia continuaba cayendo sobre la ciudad.
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