Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón

Aquiles - Gonzalo Alcaide Narvreón


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me desperté con el amigo duro como roca y con ganas de acción –dijo Alejandro.

      –Bien que anoche no me diste bola –dijo Malena.

      –Realmente fue una semana de dormir poco, más el estrés que me genera el viajar en avión y a eso súmale el ejercicio que me hiciste hacer bajo la ducha en cuanto llegaste. Necesitaba dormir y reponer energías –dijo Alejandro.

      –¿Qué hora es? –preguntó Malena.

      Alejandro extendió el brazo para tocar el despertador que proyectó la imagen sobre el cielorraso. Eran las once de la mañana y la lluvia continuaba cayendo; no daban ganas de moverse de la cama.

      Alejandro se incorporó, se puso el bóxer, fue al baño a orinar y a higienizarse, se cepilló los dientes y regresó al dormitorio; se puso la remera de mangas largas y levantó el blackout.

      –Si querés, quédate en la cama que preparo el desayuno y te lo traigo –dijo, caminando hacia la cocina.

      –No, no… ya me levanto y voy para allá –dijo Malena, que se incorporó, se puso la bata y se metió en el baño, cerrando la puerta.

      Alejandro fue a la cocina, puso a tostar cuatro rebanadas de pan con semillas, preparó café, agarró de la heladera un pack de jugo de naranja, leche que puso a calentar en un jarito, queso untable y mermelada. Preparó todo lo necesario sobre una bandeja que dejó sobre la mesa del comedor, que estaba pegada al ventanal que daba a la terraza.

      Malena apareció con el cabello húmedo, señal de que acababa de darse una ducha y se sentó mirando de frente hacia el exterior.

      Alejandro se aproximó cargando el café y la leche que sirvió en ambas tazas y se sentó en la cabecera de la mesa.

      –Ni intenciones de parar –dijo, haciendo referencia a la lluvia.

      –Eso parece –dijo Malena.

      –Tarde de películas y de series –dijo Alejandro.

      –También de sexo –dijo Malena.

      –También… – si tenés ganas, quizá podríamos ir a almorzar por acá cerca –dijo Alejandro.

      –Podríamos –dijo Malena.

      Terminaron de disfrutar del desayuno y mientras que Malena lavaba las cosas que habían utilizado a la noche y durante el desayuno, Alejandro comenzó a sacar de su valija y de su mochila la ropa que debía meter en el lavarropas, llevando el resto hacia el vestidor, donde puso cada cosa en su lugar.

      La madre naturaleza llamaba, por lo que se metió en el baño y aprovechó para darse una rápida ducha pos sexo.

      Regresó al estar y vió que Malena estaba escuchando música tirada sobre un sillón y con los ojos cerrados.

      Le resultaba una mujer atractiva y más allá de la diferencia de edad que había entre ellos, la quería y disfrutaba de su compañía. Pensó en que era una lástima que no fuese la persona indicada como para proyectarse a futuro. Aun con su apertura mental, evidentemente no podía esquivar el estigma impuesto por la cultura machista, y no imaginaba como podía armar una familia con una mujer que le había metido casi de prepo a otro tipo en la cama como para que hicieran un trio.

      En verdad, el tema no pasaba por el hecho de haber hecho un trio, sino que por la forma en la que se había dado. Como lo había hablado alguna vez con Aquiles, una cosa era hacerlo de mutuo acuerdo, como para explorar otra veta de la sexualidad y cuando la pareja ya estaba constituida, y otra era el hacerlo sin acuerdo previo, sin haberlo hablado y con alguien con quien siquiera se estaba conviviendo.

      Probablemente, fuese parte de su mentalidad pacata que aún mantenía escondida en algún rincón, pero el hecho es que era lo que le sucedía.

      No supo bien por qué, pero tuvo la repentina sensación de que debía comenzar a poner los pies sobre la tierra y comenzar a buscar a la persona indicada como para formar la familia que algún día proyectaba tener, más allá de que esa idea se estrellara contra su filosofía de que las cosas deberían suceder y fluir sin que fuesen buscadas. No se trataba simplemente de ponerse en modo “busco novia” como para encontrar a la persona adecuada.

      Se acercó a Malena, le dio un beso y se sentó a su lado. Permanecieron por un largo rato escuchando música, con la lluvia como sonido de fondo.

      Alejandro agarró el celular que había dejado a la noche sobre la mesa del estar y vio que tenía varios mensajes de su grupo de amigos.

      Los cuatro estaban con la idea de organizar una reunión y si bien él tenía ganas de verlos, a menos de que Malena le dijese que tenía que irse por algún motivo, no sería el quien la fuese a despachar, por lo que les contestó que desde anoche estaba con ella y que probablemente se quedaría hasta el domingo o quizá, hasta el lunes.

      Respondió a un mensaje que le había enviado su madre y luego le escribió a Facundo, diciéndole que debía contarle algo, tras lo que volvió a dejar el celular sobre la mesa.

      Un sonido indicaba la llegada de un mensaje. No iba a leerlo, pero miró de reojo la notificación y vio que era de Facundo, por lo que agarró nuevamente el teléfono.

      –¿Algo que sucedió durante el viaje? –preguntaba Facundo.

      –Si –respondió Alejandro.

      –Garchaste con tu jefe –dijo Facundo directo y sin dar vueltas.

      –No exactamente, pero viene por ahí, después te cuento –escribió Alejandro.

      –OK –escribió Facundo.

      –¿Bajamos a respirar un poco de aire fresco y almorzamos en el barcito de acá a la vuelta? –propuso Alejandro.

      –Dale, vamos –dijo Malena.

      Fueron al dormitorio para vestirse, se pusieron bufandas, camperas y antes de salir, agarraron los paraguas del paragüero que estaba al lado de la puerta.

      La lluvia había menguado bastante, aunque el frio viento del sur hacia dificultosa la tarea de mantener los paraguas abiertos y derechos.

      Caminaron hasta el bar y dadas las condiciones climáticas, tuvieron mesas disponibles como para elegir, por lo que se sentaron al lado de un ventanal.

      Pidieron canelones de ricota y de espinaca con salsa de tomates, que acompañaron con vino tinto y de postre, flan con crema, combinación explosiva como para disfrutar de una buena siesta.

      Permanecieron en el bar por aproximadamente una hora y media; se levantaron y caminaron de regreso hacia el edificio. Tras cruzar algunas palabras amigables con el personal de seguridad, ingresaron y subieron al ascensor sin cruzarse con absolutamente nadie.

      Ingresaron al departamento y tras dejar los paraguas, quitarse las camperas y las zapatillas, Alejandro caminó hacia el vestidor para sacarse el jean y ponerse nuevamente el jogging, tras lo que fue directo a la cocina para preparar un rico café, mientras que Malena iba al baño y regresaba para tirarse nuevamente sobre un sillón y encender la televisión.

      Alejandro regresaba con una bandeja que dejó sobre la mesa ratona y se sentó junto a Malena. Para acompañar al café, había puesto sobre un plato una variedad de chocolates comprados en el sur.

      Permanecieron el resto de la tarde tirados en el sillón, viendo películas, series y quedándose de a ratos dormidos.

      Cerca de las cinco, Malena se despertó y vio que Alejandro dormía profundamente. Lo miró de arriba abajo y, aunque estuvo tentada por meterle la mano por debajo del pantalón para comenzar a jugar con su miembro, le dio lastima sacarlo de su placido descanso y se levantó para llevar la bandeja a la cocina, donde se preparó otro rico café.

      Alejandro la sorprendió abrazándola por detrás, haciéndole sentir un espontaneo escalofrío. Malena giró y se comieron dulcemente la boca.

      Pudo percibir el sabor del dulce chocolate que se mezclaba con el delicioso


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