La extraordinaria vida de la gente corriente. Iván Ojanguren Llanes
de que algo tenía que cambiar; la situación en casa comenzaba a ser insostenible». Aquí vemos una habilidad intrapersonal enorme de María: la capacidad para comprender situaciones y llegar a sus propias conclusiones derrochando madurez y responsabilidad.
Pero, ¿cómo se las ingenió María para hacer aquel voluntariado? Nos lo explica: «Siendo menor de edad sabía que a priori ninguna embajada me emitiría un visado y que ninguna asociación ni ONG en España querría responsabilizarse de mí –y continúa–; no sé muy bien cómo pero conseguí finalmente ir a un colegio en Acra, capital de Ghana, a través de una asociación local que hizo todo el papeleo legal. Pasé un mes sin estar en contacto con mis padres viviendo con una familia de allí… Ahora lo pienso y no sé ni cómo lo hice exactamente. Fue una locura que a día de hoy creo que no repetiría. ¡Ni siquiera sabría decirte cómo mi madre me permitió ir!». Tesón. Esta es otra de las características de María. Cualquier persona en su situación hubiese dicho: «Eso es imposible», «no hay manera de ir» o «¡quítate eso de la cabeza!». Pero no, María removió cielo y tierra y finalmente consiguió colaborar con un colegio de Acra a través de una ONG local que la ayudó con la logística. En el libro The luck factor, el autor Richard Wiseman comenta una de las cualidades de las personas que se consideran afortunadas: su habilidad para verse consiguiendo sus objetivos y perseverar en las acciones que sienten que les conducen a conseguirlos. Así, el empeño de nuestra protagonista de gozar de un espacio para encontrarse hizo que agotase todas las posibilidades para poder viajar aquel verano a África.
A la vuelta, María se encontró con que sus padres se habían separado. Esto me hace pensar que en realidad todos los seres humanos podemos ser maestros y aprendices; puedes aprender de tu pareja, de tus progenitores e incluso de tus propios hijos.
Tras digerir todo lo acontecido en Acra, donde estuvo impartiendo clases a niños de la calle, María tuvo una revelación: experimentó en primera persona cómo la educación proporciona empoderamiento y libertad a las personas que la reciben. Del mismo modo, se dio cuenta de que aquello que vivió fue un grano de arena en el desierto y que quería llevar a cabo más acciones y de mayor calado: «Me di cuenta de que podía tomar una parte más activa y marcar una verdadera diferencia. Pensé que podía hacerse un voluntariado bien organizado donde sí tuviese un verdadero impacto en el entorno en el que se decidiese actuar». África marcaría a María, siendo el germen de la ONG que hoy preside: Inakuwa.
Con todas estas experiencias María vuelve al instituto. Un profesor de segundo de Bachillerato resultó ser un reclutador de la Phillips Academy Andover en Massachusetts, Estados Unidos, y le propuso presentar la solicitud para estudiar allí un año antes de entrar en la universidad con una beca que cubriría el 100% de sus gastos3. María recuerda que se trabajó la solicitud a conciencia y con mucha ilusión, aunque sin ninguna expectativa ya que solo cuatro alumnos de toda Europa eran becados; de hecho, ella no tenía demasiadas esperanzas: «No buscan cerebritos que saquen buenas notas sin más; buscan gente que, además de ser buenos estudiantes, puedan aportar un valor añadido a los demás con su forma de ser, de ver el mundo y de relacionarse. ¡No sabía lo que yo podía aportarles!». Presentó la solicitud con toda la ilusión y la profesionalidad del mundo y al mismo tiempo, aún deseando que llegase a buen puerto, no tenía demasiado apego a si se la concedían o no; ella hizo su parte sabiendo que no podía controlar lo que pasase a partir de ese momento. ¿La clave de su éxito? Plantearse un objetivo deseable y centrarse en lo que hacía y disfrutarlo para conseguir ejecutar esa tarea de la manera más brillante posible y, al mismo tiempo, olvidarse de lo que trataba de conseguir a cambio mientras la llevaba a cabo. Finalmente le concedieron la beca.
«Fue una experiencia fantástica –me cuenta sobre su estancia en la Phillips Academy–; allí hice buenas amistades con chicas de Francia, Italia e incluso de Bahrein. Trabajar en un entorno multicultural me ayudó a comprender que detrás de cada ser humano hay una persona con la capacidad de aportar valor. Cuando teníamos que sacar un proyecto adelante simplemente nos olvidábamos de nuestro lugar de origen o religión: lo que veíamos era otro ser humano que podía aportar algo valioso y completar la tarea; era curioso ver cómo al final el trabajo de la otra persona lo acababas haciendo tuyo y viceversa. Fui consciente de que los prejuicios son probablemente una de las grandes lacras del desarrollo y la convivencia –y continúa–; además, me empapé de lo bueno de la cultura americana: están convencidos de que todos tenemos algún talento para algo; se esmeran en que experimentes para que puedas destapar ese talento y apostar por él en la vida profesional».
Durante su estancia en EEUU, a María le ofrecieron ingresar en varias universidades americanas, aunque declinó todas las ofertas: «Me apetecía disfrutar al 100% la experiencia de la Phillips Academy, y el hecho de comenzar el proceso de selección para entrar en la universidad de turno me hubiese despistado mucho. Además, aunque aquel mundo universitario me atraía, sentía que de momento mi sitio estaba en Madrid; quería aportar mi granito de arena al mundo actuando desde una cultura y un entorno conocidos, para tener así más impacto, y eso era imposible si me iba a vivir a Estados Unidos». Intuición y contribución, dos sentimientos aliados en las personas corrientes que viven vidas extraordinarias. Aquella decisión le permitió vivir ese año muy centrada donde, además del evidente aporte académico, conoció a un montón de gente con la que pudo intimar y fortalecer lazos. Su experiencia en la Phillips Academy también le hizo vivir la otra cara de la cultura norteamericana: «Están demasiado centrados en producir y en obtener beneficios, en detrimento del aporte social de tu idea» concluye María con un tono más serio.
En este punto quise retarla un poco y le pregunté acerca de la posible oportunidad perdida por no estudiar en EEUU, si no perdió un tren que solo pasa una vez. María me mira a los ojos y con voz firme me dice: «Creo que si eres bueno haciendo lo que haces te abrirás camino allá donde estés. En este sentido creo que es más importante encontrar tu sitio donde realizarte como persona que el hecho de estudiar en una determinada universidad». María tiene confianza plena en que conseguirá llegar a buen puerto siempre que siga el camino marcado por su corazón, por su intuición y por su buen hacer; es su forma particular de proporcionarse confianza, motivación y suerte. Aquello no fue una oportunidad perdida. Aquello no fue un tren al que había que subirse simplemente porque pasaba. ¿Sabes? Los trenes están pasando constantemente, a todas horas. Más importante que subirte al primer tren que se cruce en tu vida es preguntarte: ¿a dónde quieres ir? Y luego súbete al tren que va en esa dirección.
Proyecto Inakuwa4
Era mayo del 2017. Estando todavía en Estados Unidos, María recibió una llamada. Al otro lado del teléfono estaba Jesca, una abogada tanzana que había dado con ella a través de una conocida común que sabía de su experiencia educativa en Ghana. Jesca tenía una propuesta para María: liderar un proyecto ese mismo verano que perseguía aumentar la independencia de un grupo de unas setenta mujeres utilizando la educación como medio para conseguirlo. La idea de organizar esas formaciones cautivó a nuestra protagonista: «Tuve la sensación de que aquello era importante, así que acepté la propuesta. Para llevarlo a cabo tenía claro que no solo necesitaba volver a Madrid para darle verdadera forma a ese proyecto, sino que también haría falta más tiempo para montar un equipo serio y competente que afrontase ese reto con garantías; finalmente le propuse a Jesca tenerlo todo listo para el verano del año 2018». A su regreso a España en septiembre del 2017, nuestra protagonista se matricula en Medicina y a su vez siente la necesidad de reconectarse con el mundo de la cooperación directa: «Aunque había colaborado puntualmente con Cruz Roja en EEUU, quise volver a vivir una experiencia como voluntaria así que pasé varios días en el centro BASIDA de un pueblecito de Ávila donde reconecté con la Humanidad a través de historias asombrosas, y algunas también trágicas, pero que representan el mundo en el que vivimos». María me cuenta por ejemplo que en aquel centro conoció el caso de una persona de Burundi que atravesó toda África, cruzó el Mediterráneo y al llegar a España contrajo el SIDA y terminó en una silla de ruedas. Historias como esta avivaron en ella la llama del voluntariado y la cooperación, así que tras aquella temporada como voluntaria decidió volcarse en el proyecto de formación en Tanzania que posteriormente