En busca de Julián Carrillo y el Sonido 13. Alejandro L. Madrid
y experiencias como las ya mencionadas, mi argumento es que la cultura europea no debe pensarse como universal sino como el producto de circunstancias locales muy específicas. Cuando los artistas, y en este caso músicos, interactuaron con estas culturas europeas localizadas lo hicieron a través de sus propias experiencias y lentes culturales, de acuerdo a las audiencias locales para las que escribían; y al hacerlo transformaron esa cultura europea para hacerla propia. Así, compositores como Grieg, Tchaikovsky o Carrillo tomaron las ideas, técnicas, estilos y creencias artísticas privilegiadas por los compositores clasificados tradicionalmente como románticos, y en el proceso los transformaron en nuevos ítems culturales. La convención de reducir al Romanticismo musical a unas pocas características musicales (sea organicismo, el uso de armonías cromáticas, uso de grandes conjuntos orquestales, etc.), y etiquetar indiscriminadamente como románticos a compositores tan disímiles como Wagner, Borodin, Verdi, o Alberto Williams, sin tomar en consideración el ambiente artístico e intelectual que produjo e hizo del Romanticismo un movimiento culturalmente significativo, menosprecia como tal la idea misma del Romanticismo. De igual manera, los reclamos sobre la universalidad de la cultura europea occidental en general, y del Romanticismo en particular, terminan por trivializar a ambos.
Por lo tanto, al reducir la articulación de Carrillo de las ideologías musicales austro-alemanas decimonónicas a una presunta aculturación romántica, se pierden los matices, tanto en el estilo musical como retórico, que dan significado a la forma en que el compositor se desvía de las convenciones de esas ideologías y las transforma en formas culturales relevantes a su propia formación musical tanto en México como en Alemania. Lejos de ser el compositor romántico e intuitivo descrito por Miranda, Carrillo fue hijo de la filosofía positivista que permeaba la vida política, social y cultural de México a fines de siglo XIX. Carrillo creía en el orden, la estructura y la ciencia como elementos tendientes al progreso; y de esta manera, su pensamiento se acerca más al espíritu del clasicismo que al del romanticismo. Su apasionado compromiso con los idiomas clásicos como la forma de allegro de sonata y principios composicionales como el organicismo son precisamente el resultado de una búsqueda racional por la claridad, el balance y la estructura que pueden identificar a Carrillo con todo, excepto con el Romanticismo. Las ediciones que evidenciamos en las tres versiones del primer movimiento de su Sinfonía Nº 1 pueden pensarse como índices de la lucha del compositor por mantener el balance adecuado de la forma allegro de sonata. Es esta pasión por el orden y la racionalidad lo que explica el camino musical de Carrillo y su obsesión con la sistematización a lo largo de su vida. Lejos de ser contradicciones, los estilos musicales y ansiedades metodológicas del compositor son voces que ponen en diálogo las maneras en que podemos interpretar sus obras musicales como instancias de composición performativa.
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