Manual de lectura y escritura universitarias. Sylvia Nogueira
yo no.
Aunque soy un pobre negro,
sé que el mundo no anda bien;
¡ay, yo conozco a un mecánico
que lo puede componer!
¿Quién los llamó?
Cuando regresen
a Nueva York,
mándenme pobres
como soy yo,
como soy yo,
como soy yo.
A ellos les daré la mano,
y con ellos cantaré,
porque el canto que ellos saben
es el mismo que yo sé.
Nicolás Guillén
d) Y los agentes de la seccional 15, que estaban llevando a cabo las correspondientes tareas de inspección y vigilancia en la zona, observaron a un individuo sospechoso, de sexo masculino, que se desplazaba en un Renault 19 a alta velocidad por la Avenida Perito Moreno, en dirección al Bajo Flores. Los efectivos procedieron a ordenarle que se detuviera, tras lo cual el individuo, provisto de un arma de poderoso calibre –cuyo origen se desconoce hasta el presente–, les disparó, causándole graves heridas al sargento Raúl Maidana y al cabo Oscar Menéndez. Poco después, varios efectivos de seguridad de la seccional lograron detener al delincuente, al que se le secuestraron 375 gramos de una sustancia ilegal de máxima pureza. El delincuente se encuentra ahora a disposición del juez de turno.
e) Cartas de lectores
Señor director de La Nación:
¿Por qué la decadencia nos invade? ¿Por qué no se solucionan los problemas que nos aquejan diariamente?
Es innegable que los jóvenes ya no son lo que eran: han perdido los sueños y la fe en Dios. Pareciera que, por sus conductas, carecen de amor e interés por sus semejantes; poco a poco se han ido acercando a los peores vicios y al delito. Se han alejado –deseo que no de manera definitiva– de los valores que nuestros padres nos enseñaron con el ejemplo diario: la laboriosidad y la honradez.
Es cierto que hay algunas excepciones, pero sólo confirman la regla general. Claro está: si hasta las escuelas del Estado se han transformado en lugares violentos e inútiles en los que no se aprende otra cosa que no sea la irrespetuosidad y el desprecio por el saber y por los más grandes (ellos nos dicen despectivamente “viejos”). Mientras tanto los maestros se dedican a protestar y a exigir mayores salarios y menos trabajo. Es francamente indignante.
Las esquinas oscuras y las plazas públicas son hoy el punto de reunión de muchos de estos jóvenes (para quienes la higiene resulta irrelevante). Mientras toman cerveza o vino y fuman –sólo Dios sabe qué cosa– se insultan, como si fuera lo más natural, los unos a los otros. Inclusive las jovencitas celebran palabras que ofenden el pudor ciudadano. Pareciera que sólo la música (por llamar de alguna manera lo que consumen frenéticamente desde que se levantan hasta que se van a dormir) les interesa, aunque no son capaces de diferenciar a Mozart de un búfalo enojado. Hasta los homosexuales se juntan en turbios bares de Palermo, como si tal enfermedad no significara nada, frente a la impotencia policial.
Nuestros diputados deben legislar en serio, para terminar de una vez y para siempre con tantos hábitos y comportamientos dañinos. Y el gobierno debe actuar concretamente. Basta de palabras vacuas. ¿Para qué están los agentes del orden? ¿Por qué tolerar tanta obscenidad y desenfreno? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que nos invadan por completo como los extranjeros ilegales que les roban el trabajo a auténticos patriotas?
Hay que entender que la autoridad debe ejercerse con firmeza y rigor cuando es necesario, aunque sea dentro del ámbito de la ley. No es posible que se confunda a la libertad, que es un don de Dios, con el libertinaje. No es posible que el “todo vale” haya igualado a todos para abajo y que los que, como yo, se han esmerado en construir una patria digna, se vean obligados a coexistir con quienes nada edifican con sus conductas desviadas y peligrosas, sobre todo para los tiernos niños que tienden a imitar lo que ven sin mayores reflexiones.
No alcanzo a comprender cómo nuestra patria, nuestra amada patria, ha entrado en este presente de decadencia vertiginosa ante los ojos indiferentes de todos. Nuestro futuro está en peligro. Urge tomar conciencia. Ya. Antes de que sea demasiado tarde.
Lo saluda con la mayor consideración.
Alfredo Raitmann
DNI 7.343.879
2. ¿Cuáles son las diferencias fundamentales que existen entre los enunciados transcriptos arriba? Preste especial atención al tópico o tema que abordan, al estilo (esto es, a las palabras y a la sintaxis empleadas) y a la forma o estructura que tienen.
3. Señale cuál/es de los siguientes géneros discursivos no está/n representado/s en los enunciados listados arriba: entrada de diccionario, carta de lectores, factura telefónica, poema, decreto, entrevista periodística.
4. Mencione dos géneros discursivos que estén representados en esos enunciados y que no hayan sido incluidos en el listado.
5. Indique cuál de los enunciados transcriptos tiene rasgos más parecidos a los de una entrada de diccionario y explique por qué.
5.1. Reescriba ese texto como una entrada de diccionario.
El enunciado, el enunciador y el enunciatario
En el apartado anterior para llegar al concepto de género tuvimos que definir el de enunciado. Se señaló que el enunciado es un producto concreto de la acción de enunciar. Ahora bien, si se trata de un producto, deben existir instancias que participan en su producción y su recepción o consumo.
En cualquier intercambio discursivo participan emisores y receptores concretos, reales, con sus experiencias singulares. Identificarlos resulta elemental a la hora de interrogar un texto e investigar sobre –por ejemplo– biografías o itinerarios. De hecho, las ciencias de la comunicación –un campo que comprende teorías y aproximaciones disciplinarias con la sociología y la antropología, entre otras– han desarrollado una larga tradición en torno a los estudios sobre la emisión (el poder de la concentración de los medios, por caso) y sobre la recepción (los efectos sobre la audiencia o los usos y gratificaciones de los televidentes al consumir determinados programas).
Sin embargo, en el campo de la semiología y particularmente en la lingüística de la enunciación, tales sujetos poco interesan o los datos que podamos obtener de ellos figuran a título de información complementaria. Son las representaciones de tales sujetos en los enunciados, en cambio, las que efectivamente constituyen un objeto de estudio y una prioridad en el análisis. Considérese este ejemplo: una mujer escribe un volante de una determinada agrupación. Esa misma persona –con toda su biografía a cuestas– ha escrito antes un e-mail para su novio a quien extrañaba. Poco después pudo responder telefónicamente un llamado de su madre que le recordaba el cumpleaños de su sobrino. Por la noche habló con él. En todos los casos, el sujeto empírico es el mismo; sin embargo, en cada caso, ha debido ubicarse en lugares distintos. En otras palabras, ha debido producir –además de enunciados diferentes– un sujeto de enunciación diferente: como militante o como un colectivo, como novia, como hija, como tía. Estos enunciadores diferentes pueden advertirse en sus enunciados respectivos: desde el empleo de los pronombres personales (nosotros, yo) hasta la selección léxica y la combinación sintáctica (movilización, te extraño).
El enunciador, entonces, no coincide con la figura del emisor. Implica una figura que se representa y se reconoce en el enunciado. Esta distinción resulta clave a la hora de producir un género. Una de las consideraciones que realiza un escritor (o hablante) competente pasa, precisamente, por determinar al enunciador que responda a las exigencias genéricas. No es el mismo