Líderes en crecimiento. James Lawrence
es más que un idioma, pero incluye uno; siempre se conduce en un contexto de la familia universal de Dios; se manifiesta a sí misma al crecer desde ser infantil a ser como un niño; e involucra un balance correcto entre la estructura y la espontaneidad. Los modelos de oración varían de persona a persona; pero, sin una dependencia en Dios en oración, nos arriesgamos a perder la intimidad basada en la relación, la humildad basada en la gratitud, la sabiduría basada en la percepción de Dios, y la valentía basada en su fuerza para poder seguir adelante aun cuando todo esté en contra de nosotros. Puede ser que otros líderes aprieten los dientes y sigan adelante por pura determinación y autoconfianza, felicitándose ellos mismos cuando tienen éxito; sin embargo, los líderes cristianos recurrirán a Dios y le darán la gloria por todo lo bueno.
6. Se vive personalmente como parte de la comunidad de la iglesia
Un aspecto de la encarnación que nos pone al tanto de la comprensión del liderazgo es la realidad física de Jesús entrando en tiempo y espacio. Nosotros también somos llamados a estar completamente encarnados en nuestro contexto. No podemos trabajar como asesores para personas que no conocemos. Seguramente, una de las fortalezas del sistema de la parroquia anglicana (aunque sé que tiene muchas debilidades) es que invita a los ministros de esa denominación a vivir este principio. Hablando con un amigo que trabaja en una región muy complicada, le pregunté qué era difícil para él en cuanto al ministerio allí. “Vivir aquí”, contestó. Pude ver por qué. En pleno día tuve que sacar el automóvil de la calle y estacionarlo detrás de un portón cerrado con llave, pues de otro modo habría desaparecido para cuando hubiera terminado de almorzar. Las calles eran inseguras durante el día, y extremadamente amenazantes en la noche. La escuela estaba luchando para soportar los enormes problemas sociales. El incendio de automóviles y la suciedad en la calle acompañaba el nivel de pobreza y mugre en algunas de las casas. Era muy difícil.
Seguí adelante preguntándole qué era lo bueno acerca del ministerio en ese contexto. Contestó: “Vivir aquí”. Él era el único “profesional” que lo hacía. Todos los otros viajaban para realizar su “trabajo” y volvían a casa en la noche; en cambio, él compartía algo de la vida local y estaba presente en su comunidad. El ministerio a la distancia, ya sea física o relacional, no es una opción para el liderazgo cristiano. Jesús se volvió uno de nosotros; estamos llamados al trabajo costoso de integrar nuestra vida con la de aquellos a quienes lideramos.
Es posible estar presente de manera física, pero ausente relacionalmente. Mis hijos saben esto muy bien. El del medio percibe cuándo en realidad no estoy presente. Si estoy cocinando, sin escuchar realmente lo que me está diciendo, se mete entre la alacena y mis piernas. Coloca sus manos sobre mis rodillas, su espalda en contra de la alacena y empuja con todas sus fuerzas hasta que tengo que retroceder. Sigue empujando hasta que ve que estoy mirando hacia abajo. Se detiene cuando consigue contacto visual; sonríe y continúa lo que estaba diciendo. Los líderes también pueden estar físicamente presentes pero relacionalmente ausentes. Los golpes constantes y la crítica quejosa, la confianza traicionada, las promesas rotas y los sueños frustrados, las situaciones pastorales agotadoras, el chismerío destructivo, todo se convierte en ladrillos en un muro defensivo que se construye a lo largo de los años. Eventualmente el líder cristiano se vuelve hermético para no sufrir más daño, pero también se aísla de los demás. Entendible como lo es esta situación, el liderazgo cristiano consiste en estar relacionalmente presente, no permitiendo que crezca la pared de protección al punto de que nos distanciemos de las mismas personas a las que hemos sido llamados a servir.
Otro aspecto del liderazgo cristiano que he vivido personalmente es una aceptación sana de quiénes somos y cómo nos hizo Dios. Cada uno de nosotros es único, tiene un diseño distinto y específico, trabaja en diferentes contextos. Tanto nuestra forma única como nuestro contexto único influenciarán en la manera en que lideremos en cualquier lugar. Dos de las enfermedades más devastadoras en el liderazgo son la comparación y la competencia. Ambas pueden llevar al orgullo (“Estoy haciéndolo mejor que ellos”) o desánimo (“No estoy haciéndolo tan bien como ellos”). La pregunta que le hace Pedro a Jesús en Juan 21.21: Señor, ¿y este, qué?, es un buen ejemplo de alguien que mira sobre su hombro. Jesús responde: ... ¿a ti qué? Tú sígueme no más. El liderazgo cristiano incluye aceptar nuestra singularidad y festejar la singularidad de los otros. Aquí es útil la investigación de los estilos de liderazgo, identificando las fortalezas y debilidades de los variados estilos, permitiéndonos reconocer el efecto que tiene nuestro estilo de liderazgo en otros y la importancia de construir equipos de liderazgo que reflejen una variedad de estilos.28
Aunque los líderes cristianos tienen que vivir su liderazgo de una manera personal, no deben ser agentes solitarios, sino parte de una comunidad. No todos los dones son dados a un individuo; por lo tanto, nos necesitamos el uno al otro para ejercer el liderazgo dentro de la comunidad cristiana. Responsabilidad y vulnerabilidad son una parte de este proceso. Muchos de nosotros querríamos evitar este tipo de contexto de liderazgo. El orgullo dice: “Puedo hacerlo solo”; el proteccionismo: “No quiero lastimarme”, y el poder: “Quiero control total”. Pero el Nuevo Testamento no nos permitirá esta posición; trabajamos juntos para los propósitos del reino, viviendo todos esos versículos “unos con otros”.29 Viv Thomas, director de Desarrollo de Liderazgo en om, capta bien esto cuando dice: “Los grandes líderes forman parte normalmente de grandes comunidades”.30
Las seis características descritas arriba son algunas de las marcas distintivas del liderazgo cristiano. Es una lista abrumadora que nos alienta a una vida más profunda en oración y santidad. Afortunadamente, el hilo conductor de oro que corre por estas características es la gracia. Sin ella abandonaríamos sumidos en desesperación, pero por la gracia de Dios nos animamos a creer que Él continúa llamando y equipando personas comunes como nosotros para emprender el liderazgo dentro de la comunidad cristiana. ¿Cómo crecemos en este tipo de liderazgo en una situación de cambio constante? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentamos? ¿Cuáles son las herramientas prácticas que nos pueden ayudar? Ése es el tema de nuestro siguiente capítulo.
Para reflexionar
• ¿Qué significa para mí ser amado por Dios?
• ¿Cómo me veo a mí mismo como líder? ¿Cómo me ven otros?
• ¿De qué manera refleja mi liderazgo las seis características del liderazgo cristiano? ¿Qué podría hacer por cada una de las características durante los próximos meses, algo que hiciera una diferencia?
10 Walter Wright, Relational Leadership, Paternoster, 2000, p. 7.
11 Por supuesto, uno de los roles más comunes de liderazgo no es uno “dado”, sino más bien elegido cuando nos convertimos en padres.
12 Ver también Tom Rath, Strengths Finder 2.0, Gallup Press 2007, www.gallupstreangthcenter.com, www.streanghtfinder.com, y la obra de Beverley Alimo-Metcalfe y su Transformational Leadership Questionnaire (www.realworld-group.com/tlq).
13 Ver Buckingham y Clifton, 2001, p. 48.
14 Paul Simpson, en un artículo de Personnel Today, junio 2001, So Are Leaders Born or Made?
15 John Adair, How To Find Your Vocation, Canterbury Press, 2000, p. 133. He adaptado levemente la terminología.
16 Graham Cray, Tools for the Job, cpas, 1990, p. 39.