Geografía de las dunas costeras de Chile. Consuelo Castro Avaria
las dunas transversales activas.
Foto 3: Artefactos líticos y fragmentos de cerámica encontrados en las dunas de Los Choros (Colección Sr. Memo Ruz).
En las dunas de Longotoma, Ávalos, H. et al. 1994, describen dos yacimientos que caracterizan la ocupación Alfarera Temprana, con su material cerámico característico de paredes delgadas alisadas y pulidas, decoradas con pintura roja. Los conchales se componen por una fauna malacológica mayoritariamente compuesta por machas (Mesodesma donacium), algunos locos (Concholepas concholepas) y caracoles blancos. Todos estos antecedentes permitieron adscribirlo culturalmente a la Tradición Bato, con un fechado de T.L. de 270 ± 180 d.C, según los autores citados.
La sociedad actual también reconoce el valor de las dunas costeras, el cual se fundamenta en las funciones (EME, 2009) que desempeñan en el borde costero al actuar como barreras de protección ante marejadas e inundaciones por tsunami; además, constituyen reservorios naturales de agua dulce por la capacidad del sustrato arenoso para almacenar las aguas de infiltración; proveen el soporte y hábitat de especies vegetales y animales; sustentan actividades de turismo y esparcimiento, entre muchas otras de importancia para el bienestar humano (Castro, C. 2003; EME, 2009; Nehren, U. et al. 2015). Contrariamente, en décadas pasadas, la sociedad percibía las dunas como arenales improductivos de “arenas invasoras” que representaban una amenaza. Así, en Chile, el científico alemán Federico Albert, fue convocado por el Gobierno de la época, en el año 1900, para llevar a cabo los primeros trabajos de forestación para estabilizar las dunas de Chanco que invadían los campos de cultivo. En contraste, hoy en día algunos campos dunarios han sido declarados Santuarios de la Naturaleza por su importancia científica, entre otras cualidades, como las dunas de Punta Concón (Paskoff, R. 2002; Araya, J.1997) y la Duna Cerro Dragón de Iquique (Paskoff, R. 1998; Castro, C. 2004).
Si bien se reconoce la importancia de las dunas señaladas, actualmente se requiere la protección y conservación de las dunas costeras y su inclusión en los planes de ordenación del territorio. Lo anterior es una tarea compleja de llevar a cabo debido a la demanda creciente de la sociedad por impulsar actividades para el desarrollo económico, lo que provoca conflictos por usos humanos convergentes en playas, dunas y humedales, y en ocasiones, la pérdida definitiva de algunos de estos componentes más vulnerables de la zona costera (Barragan, J.M, 1997; Castro, C. et al. 2002). Al respecto, un estudio del Instituto de Ecología y Biodiversidad, 2013, concluye que el 55% de los ecosistemas de Chile está amenazado y que los ecosistemas de playas y dunas, que representan 1910 km2, se encuentran en la categoría de peligro crítico debido al reemplazo de las dunas por plantaciones de árboles y, posteriormente, por viviendas.
1.3. Origen y edad de las dunas
Las primeras hipótesis sobre la génesis de las dunas y su edad, las planteó Albert, F.1900, quien señaló “el origen de las dunas chilenas es el cultivo de las tierras y el roce de los bosques y médanos sin límite alguno”. En efecto, Albert relacionó directamente la erosión de los suelos del área de Cauquenes y Chanco, donde efectuaba sus investigaciones, con el consecuente aporte de sedimentos a los ríos, lo cual había contribuido a la formación de dunas. Además de sus propias observaciones, Albert sostuvo su hipótesis en la revisión de documentos antiguos y consultas a los habitantes de las localidades afectadas, afirmando que: “la historia de las dunas chilenas comprueba, por los autores antiguos, las cartas hidrográficas de la marina y la tradición, que no hace más de unos 70 a 120 años que las poseemos”. Así, la erosión producida como consecuencia de la desforestación indujo al científico a interpretar que las dunas costeras de Chile central y sur se debían a causas humanas, atribuyéndoles una edad de tan sólo algunas décadas, es decir, muy jóvenes si se las sitúa en la escala geológica del tiempo. Si bien, posteriormente se estableció que las dunas son muy antiguas, la observación de Albert es válida por la relación existente entre la erosión del suelo y el ciclo de aporte de sedimentos a los ríos para alimentar la formación de playas y dunas.
En las décadas siguientes a la publicación del relevante libro de Federico Albert, Pomar, C. 1962, basado en crónicas y antecedentes históricos, demostró que numerosos sistemas de dunas activas de Chile estaban menos extendidos en el siglo XVII y XVIII. En las décadas siguientes, la interpretación inicial de Federico Albert sobre la edad de las dunas fue reformulada con mayor precisión por los trabajos de calificados investigadores como Fuenzalida, H. 1956, quien demostró que los procesos naturales que dan origen a la formación de dunas han ocurrido en Chile desde épocas remotas debido a las acciones geomorfológicas normales, señalando que las dunas son formas que resultan de los procesos naturales generados con las variaciones climáticas y los cambios del nivel del mar ocurridos en el Cuaternario. Dicha hipótesis fue corroborada por los estudios de Paskoff, R. 1970, en la costa semiárida, donde reconoce la existencia de dunas de diferentes generaciones basándose en los hallazgos arqueológicos que se encuentran en ellas; en los paleosuelos interestratificados en los sedimentos eólicos y en el análisis de los cambios glacioeustáticos del nivel del mar. Según este autor, las dunas más antiguas hoy se encuentran estabilizadas por la vegetación y en ellas se desarrollaron suelos de edad Holocénica y Pleistocénica (Figura 6), y están relacionadas con las variaciones glacioeustáticas del nivel del mar. Así, las dunas mas jóvenes o actuales son activas y su edad se estima entre 4.000 y 2.000 años (B.P., Paskoff, R. 1970; Caviedes, C. 1972); ellas cubren la superficie de las terrazas marinas más bajas, por ejemplo, en las dunas de Ritoque, Santo Domingo y Putú-Quivolgo (Figura 8).
2. LA FORMACIÓN DE LAS DUNAS COSTERAS Y SU DINÁMICA NATURAL
Para que se forme una duna costera es preciso que actúe el viento con cierta intensidad para sustraer y transportar arena desde la playa y depositarla más al interior creando una acumulación en un lugar topográficamente favorable. Como ya se señaló, los sedimentos de las playas transportados por los ríos hasta la costa, son tomados por el oleaje y las corrientes que los distribuyen en el borde costero; por su parte, la vegetación crea un obstáculo que atrapa la arena acarreada por el viento y la mantiene fija en el lugar.
Los procesos naturales responsables de la formación de dunas han ocurrido en la costa chilena desde el Pleistoceno y Holoceno (Paskoff, R. 1970); en consecuencia, por un largo período han permanecido las condiciones naturales que favorecen su formación, esto es, la existencia de arena suficiente en las playas, un clima con al menos un período seco anual que posibilita la deflación, la línea costera orientada favorablemente respecto a la dirección de los vientos dominantes y un espacio topográfico adecuado para la instalación de las dunas (Paskoff, R. 1970; Castro, C. 1985).
2.1. Las arenas eólicas y su abastecimiento
La principal fuente de suministro de sedimentos de las playas son los ríos que atraviesan transversalmente el territorio transportando sedimentos que depositan en la costa. En efecto, las barras y bancos de arena próximos a las desembocaduras de los ríos, ratifican la importancia de estos como fuente de abastecimiento de materiales. En el borde costero, dichos sedimentos son transportados por la corriente de deriva litoral cuya dirección general es de sur a norte y, el oleaje los deposita en las playas (Figura 3).
La playa se forma por la acumulación de sedimentos no consolidados que se disponen paralelos a la orilla de la costa por efecto de la dinámica litoral; los materiales provienen, en su mayoría, del dominio terrestre y por lo general son fácilmente removilizables. El oleaje normal moviliza arenas y aporta material a la playa, engrosándola y elevando su altura; mientras que el oleaje fuerte durante los temporales, desplaza mar adentro la arena de la playa provocando importantes cambios en su morfología.
Figura 3: Transporte de arena en una playa y formación de la corriente de deriva litoral por aproximación oblicua del oleaje a la línea de costa.
La configuración