Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Carlos Medina Gallego
desconoció el adversario político, así como se torturó, se violó y se exterminó población indígena y negra, hechos por los cuales los gobiernos jamás rindieron cuentas ante la justicia por sus crímenes de Estado.
Esta guerra, que trascendió la confrontación política entre liberales y conservadores, se dirigió contra el denominado “enemigo político”, de modo que se declaró la guerra contra el comunismo cuando los conservadores consideraban como tales a los liberales y a los socialistas. Es en el marco de esa guerra que se hacen los ajustes del modelo de desarrollo económico en el que la posesión de la tierra se concentró aún más, las haciendas cafeteras prosperaron y el capitalismo criollo en el agro colombiano tuvo un periodo de desarrollo mientras destilaba sangre.
Ahora, la pacificación del establecimiento político produjo un fenómeno vergonzoso: el Frente Nacional, un acuerdo político durante dieciséis años entre las cúpulas de los partidos Liberal y Conservador, enfrentados para excluir al resto del país. Sin embargo, dado que la violencia estatal siguió, la población campesina victimizada no renunció al derecho a la rebelión contra los regímenes autoritarios y despóticos como derecho universal consagrado en 1789 por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Esta expresión del poder formalizó la violencia como forma de hacer política y acudió a todos los medios legales, como, por ejemplo, el estado de sitio (o de preeminencia de las Fuerzas Militares [FF. MM.]), en busca de la protección del régimen dominante y con el fin de alinearse en la geopolítica de la “Guerra Fría” a través de la doctrina de la seguridad nacional para conservar el statu quo autoritario y de exclusión. Por supuesto, este fue el germen de las siguientes guerras que han cobrado más de medio millón de muertos, nueve millones de desplazados, usurpación de tierras, centenares de miles de desaparecidos, torturados, viudas, huérfanos, exiliados, dolor y muerte sin fin.
De esta manera, las Farc fueron una confluencia de guerrilleros liberales, comunistas y sin partido, una estructura guerrillera que establece su propia dirección político-militar y con mucho celo cuidada por Manuel Marulanda Vélez a raíz de una terrible experiencia con la dirección de la regional comunista en el Tolima, la cual tomó decisiones que costaron la vida a más de mil combatientes que se hubieran podido ganar para la revolución. Desde esa época fueron estructuras distintas, con direcciones autónomas que diseñaban sus propias políticas, estrategias y tácticas. Obviamente, se compartían objetivos, concepciones revolucionarias, apreciaciones sobre el país y el mundo, así como sobre lo más destacado: la ideología. Debido a esa identidad, nuestras estructuras debían rendir honores militares a los miembros del Comité Central del Partido Comunista.
Tiempo después, en el marco de las negociaciones con Belisario Betancur y como parte de un acuerdo político por el que el Estado empeñó su palabra, las Farc-EP se convierten en plataforma de lanzamiento de un nuevo movimiento político: la Unión Patriótica (UP). Este se constituyó en el primer proyecto de unidad del país alrededor de la paz en ese tiempo y, de inmediato, caló en la opinión pública y comenzó a crecer. Lamentablemente, la cruzada anticomunista seguía ahí, herida por ese despertar popular en el que veía su propia muerte, de modo que se alzó con todo su arsenal de destrucción y terror. También se despertaron las mezquindades en las filas de la izquierda, pues creían que la UP les arrebataría su espacio político.
El profesor e investigador Carlos Medina Gallego acierta por completo al narrar los objetivos y la plataforma política de la Unión Patriótica, desarrolla los lineamientos de su programa de transformación del país y advierte cómo la UP se convirtió, luego de tres meses de campaña electoral, en “el fenómeno político” de 1986, de modo que era necesario eliminarla mediante la práctica criminal del terrorismo de Estado: el genocidio (delitos por los cuales ha sido condenado de manera reiterada el Estado colombiano). De igual forma, aborda con suficiencia las razones o causas del genocidio que ahogó en sangre la paz de Colombia. Entonces, volvimos a la guerra: cientos de perseguidos salvaron sus vidas y nutrieron nuevos frentes de las Farc-EP, así como algunos de los integrantes en un principio del Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán integraron Causa Común y se unieron a la UP, entre los que se cuenta a nuestro compañero y camarada de siempre Simón Trinidad, hoy victimizado por el imperialismo norteamericano a causa de delitos que jamás pudieron probar en su contra.
De forma paralela, las Farc-EP continuaron, en medio de su actividad militar, el trabajo de masas, la conquista de la conciencia y la organización de la gente en función de la toma del poder como acción política. Para lograrlo, se organizaban de diferentes maneras y por elección de la misma población, de acuerdo con las condiciones de la confrontación y su intensidad: juntas de acción comunal, sindicatos, asociaciones de tipo legal y otras clandestinas, el Partido Comunista Clandestino Colombiano (PC3), uniones solidarias, milicias y milicia bolivariana.
En su investigación, Carlos Medina Gallego se refiere a otro momento de la historia de las Farc-EP, se trata del lanzamiento del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia. Sobre este episodio es menester expresar que se cae de su propio peso la afirmación de que las Farc privilegiaban lo militar sobre lo político, es decir, lo militar a la organización de pueblo, lo militar para la toma del poder. No hubo nada más costoso en materia política para la guerrilla fariana que el apoyo popular a la lucha, dirigida a la organización política como estrategia determinante de una insurrección popular que culminara con la toma del poder junto con el pueblo y para el pueblo.
El “Manifiesto Bolivariano” realizó un diagnóstico del país en el ámbito político, social y económico, así como de los efectos devastadores de las políticas del neoliberalismo, del narcotráfico y su impacto en el país mediante el conocido proceso 8000, la legalización del paramilitarismo en las cooperativas de seguridad Convivir (creadas y reglamentadas por los gobiernos de César Gaviria y Ernesto Samper), conocidas antes como autodefensas y posteriormente como AUC, con vinculación de jefes del narcotráfico, especialmente con influencia y gestación en el departamento de Antioquia y la gobernación de Álvaro Uribe Vélez, a partir de 1994.
La característica fundamental del Movimiento Bolivariano consistió en su política clandestina ante la represión del Estado. En este sentido, el “Manifiesto Bolivariano”, su pieza de divulgación política, desnuda el poder político en Colombia frente a un fenómeno violento y nauseabundo que poco a poco se tomaba el Estado a través del narcotráfico —en asocio con su poder económico y político— con la concurrencia de su clase dirigente y los medios de comunicación, y en el que los banqueros convivían y se enriquecían con el exceso y desbordado poder económico, razones que llevaron a la entrega de buena parte del poder coercitivo del Estado para que, en alianza con paramilitares, las Fuerzas Armadas y de inteligencia policial se combatiera a la insurgencia, se asesinara a líderes sociales y se amedrentaran comunidades agrarias mediante el genocidio.
Buena parte de estos episodios el país los sufrió como consecuencia de la apropiación de más de ocho millones de hectáreas de tierras. Esto arrojó más de ocho millones de desplazados forzados por el impacto de la violencia, situación que aún subsiste en el propósito de refundar la patria como una estrategia neofascista que se niega a desaparecer. La investigación cualificada y dirigida por el profesor Carlos Medina presenta unas aproximaciones sobre expresiones de violencia y de guerra en Colombia en el último medio siglo que constituyeron el actual sistema político.
El Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición, a través de sus más valiosos instrumentos, la Justicia Especial de Paz y la Comisión de la Verdad, se encuentra en la tarea de construir un nuevo relato sobre la guerra y para la reconciliación, por el que la sociedad colombiana, la comunidad internacional y los amigos de la paz estable debemos acompañar ese monumental esfuerzo. A esto se une la contribución del profesor Carlos Medina Gallego, como aporte académico en ese mismo camino, ante las versiones de la institucionalidad excluyente, encargadas de controvertir la historia mediante la parcialidad absoluta de su sentencia. Es, por tanto, la tarea de contar la historia con todas las voces.
La paz en Colombia tiene pocos pero muy poderosos enemigos tanto en el país como en el exterior. Cada minuto se dilapidan tres millones de dólares en la industria de la guerra, razón por la cual se produce armamento destinado a enfrentar, contener