Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Carlos Medina Gallego

Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común - Carlos Medina Gallego


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en el poder, en los partidos, en las Fuerzas Armadas (FF. AA.) y en los sectores empresariales agrarios, mercantiles e industriales no desaparecieron frente al tema de la guerra; al contrario, esta los unía y los une aún.

      La lucha por la tierra, por el salario digno, la educación, los derechos, la vivienda, la salud y la participación bajo la sindicación de comunismo se convirtió en la excusa para eliminar a los luchadores sociales y a los oponentes políticos ante esa situación de violencia criminal; en consecuencia, todos los colombianos que luchamos en el ejercicio legítimo del derecho a la rebelión, hermanados por el cambio social y político, fuimos convertidos en el “enemigo interno” de la sociedad colombiana. Así, se acudió al principio de Maquiavelo según el cual el “fin justifica los medios”, y no se reconoció que siempre existieron los elementos constitutivos del conflicto armado por razones sociales, políticas y económicas, de acuerdo con el derecho internacional público y el derecho internacional humanitario (DIH), aplicables en el país como parte suscribiente de los diferentes protocolos y acuerdos para humanizar el conflicto armado.

      En este sentido, lo que dio origen al Acuerdo especial de paz de La Habana fue el reconocimiento histórico por parte del Gobierno nacional de la existencia de un conflicto armado con profundas y estructurales causas sociales, económicas, políticas, culturales y ambientales. De esta forma, la unidad para la guerra se transformó en la posibilidad de la construcción de una paz estable y duradera. Se trata de una transformación difícil, penosa, con avances y retrocesos. Los vociferadores y enemigos a ultranza del Acuerdo especial de paz se resisten a entender la naturaleza histórica y filosófica de este proceso constructor. Algunos otros reclaman, casi siempre desde la comodidad, no haber decretado la muerte del capitalismo, no haber acordado con el Gobierno el triunfo revolucionario. Son radicales de palabra y pusilánimes de espíritu.

      De la investigación académica del profesor Carlos Medina Gallego se deducen los temas y puntos fundamentales del Acuerdo especial de paz para la terminación de la guerra. En este sentido, destaca los cambios necesarios para el proceso de modernización del país, dimensiona la profundización de la democracia, los retos de nuestra organización política y, lo más importante, la proscripción de la violencia como método de acción política por todos los medios.

      Por estas razones, las Farc-EP se transforman en partido político como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, así como se transformó la guerra en paz. El partido nace con su programa y sus estatutos consignados en textos que describe de manera amplia el profesor en la investigación, y que incluso detalla a través de definiciones teóricas y académicas en procura de una mejor comprensión de su nuevo papel como adversario político en el escenario nacional.

      ¿Qué ha cambiado? Para resolver esta pregunta es necesario acudir a nuestras experiencias de la lucha armada y de las prácticas denominadas “autoritarias” por vastos sectores de la sociedad, pero que internamente se desplegaban mediante la expresión del método científico y dialéctico de construcción democrática, siempre presente en la organización política y militar (aun en sus momentos más difíciles frente a la degradación del conflicto armado y sus propias particularidades), y los cuales hoy se constituyen en referentes necesarios para el presente de nuestra vida política.

      Somos aún revolucionarios: comunistas, socialistas, con expresiones y matices, que no se repelen en lo fundamental, sino que se complementan según la construcción política de cada ser humano caracterizado por sus experiencias, sus conocimientos y sus prácticas de la lucha revolucionaria. Asimismo, como estrategia en la toma del poder para el pueblo, primero, por la vía de las armas en cuanto vanguardia del proceso político; ahora, mediante la acción política en la confrontación de las ideas políticas, en la medida en que es una nueva forma de hacer política en su condición de adversario político. En este sentido, nuestra convicción política consiste en la lucha por la conciencia de las masas para el cambio a través de todas las organizaciones y espacios democráticos posibles. Todo con el espíritu de sacrificio, la disciplina, la tenacidad, la voluntad y la amplitud de pensamiento que nos dejó nuestra vida guerrillera en defensa de los intereses de la población más excluida y victimizada de Colombia.

      La guerrilla fariana tuvo particularidades cuando confrontó por las armas el régimen hegemónico y logró poner en jaque al poder excluyente y dominante en Colombia. Las Farc-EP se desplegaron por todo el territorio nacional, de modo tal que se convirtieron en una fuerza muy seria que requirió de la intervención directa de potencias extranjeras —como, por ejemplo, Estados Unidos (EE. UU.), Inglaterra e Israel— en ejercicio de la doctrina de la seguridad nacional, a fin de garantizar el predominio de la burguesía nacional y del capital económico norteamericano y así detener su avance hacia el poder. En su crecimiento, nuestra resistencia revolucionaria contó con el apoyo irrestricto de enormes masas populares que, a causa de su solidaridad política, sufrieron el embate y la guerra a muerte por medio del terrorismo de Estado con aliados del crimen.

      Esas particularidades del ejercicio de la resistencia armada y política por décadas están íntimamente relacionadas con la democracia interna en las Farc-EP, cuando, en el interior de su organización, se acudía a la participación y a la deliberación de sus decisiones, pero siempre en observancia de la disciplina armada que exigía la confrontación. De esta forma, si bien fue necesario contar con una estructura vertical de orden y mando, incluso esta organización siempre observó el consenso para las decisiones logradas por las mayorías en el interior de la guerrilla. Así, estaban reglamentadas las asambleas generales de guerrilleros, las cuales podían convocarse cuando fuera necesario para la discusión de los asuntos urgentes. De la misma forma, las conferencias nacionales de las Farc convocaban a toda su estructura mediante un debate amplio sobre los aspectos militares, políticos, organizativos o propagandísticos, y en temas referidos a la logística, la salud, la educación o el despliegue de la fuerza a través de los frentes o de bloques.

      Como resultado de esta dinámica de construcción de la organización se elaboraban las tesis centrales a causa de una amplia participación en cada frente o unidad y se proponían listas de integrantes a los estados mayores, así como al Estado Mayor Central, como ejercicio de la democracia. Cuando se agudizó la confrontación armada y no se permitía esta amplia concepción, se acudió a medios de comunicación más seguros. Los integrantes del Secretariado Nacional hacían contacto diario, intercambiaban informes, opiniones y noticias, es decir, debatían el acontecer diario. En las Farc-EP se aprendió-construyendo a debatir con altura, con sinceridad, con la verdad y la honestidad de quienes no buscaban prebendas personales y siempre con respeto por los mecanismos democráticos y con acatamiento de las decisiones.

      Nunca existieron componendas, listas ocultas, fraccionalismo, oportunismos o ruedas sueltas. Por supuesto, como en toda organización humana, hubo excepciones que le hicieron mucho daño al movimiento.

      Sobre la construcción como partido político es necesario decir que las formas de la mecánica política dominante y tradicional en el escenario colombiano, en cuanto son una manera de hacer política, han intentado filtrarse pero han perecido en el camino de las convicciones. Además, sus exponentes cada vez pierden más credibilidad y seriedad mediante la autocrítica permanente en nuestros principios y valores políticos, los cuales se mantienen incólumes.

      Asimismo, existía dentro de las Farc un partido político (eso sí, ¡nos faltó crear un partido liberal, otro conservador y otro socialdemócrata!); cada escuadra era una célula comunista en la que los mandos dejaban de serlo y se convertían en militantes al “mando” de los secretarios políticos que impartían los niveles de organización y educación. En su desarrollo e implementación se acudía a la discusión democrática una y otra vez, incluso en lo militar existía una instancia en la que se podían pedir expli-caciones, proporcionar informes y participar. La relación era diaria, cada veinticuatro horas, sobre el transcurrir de la vida cotidiana de la guerrilla.

      En este tiempo, el Consejo de Política Nacional y las demás instancias de dirección del partido eliminan los caudillismos y se imponen las decisiones consensuadas y colegiadas como construcción política permanente. El cambio de las Farc-EP en armas al Partido del Común es fundamental y acorde con sus distintas manifestaciones. La guerrilla fariana era una estructura vertical como organización que implicaba


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