Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Carlos Medina Gallego

Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común - Carlos Medina Gallego


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la implementación de los acuerdos firmados con el Gobierno nacional. No es un trabajo de investigación fácil, dada la particular movilidad de los acontecimientos en un periodo de transición cargado de las vicisitudes propias de la vida política nacional y de la complejidad de las relaciones internas de la organización. Esta se construye ahora en nuevos ordenamientos políticos resultantes de la contrastación de unas formas arraigadas de construcción de relaciones de poder propias de la guerra, cuyas características son de naturaleza vertical, hacia los escenarios de su propia y compleja democratización que se fundamenta, esencialmente, en relaciones horizontales que se configuran a través de tensiones y matices político-ideológicos que se disputan posicionamientos de autoridad en la conducción de la organización partidaria en el nuevo escenario político.

      En cuanto a la metodología, el trabajo se mueve entre las elaboraciones bibliográficas que se encuentran con relación a la organización (resultado, en lo esencial, de trabajos anteriores del autor), documentos oficiales de la organización elaborados para distintos eventos (los cuales son la base esencial de la construcción del nuevo partido y dinamizan las discusiones internas), y un trabajo de campo que permitió acercamientos a distintas visiones de la construcción del partido y a sus tensiones mediante entrevistas desestructuradas, así como en largas y ricas conversaciones grabadas con miembros del partido Farc-EP involucrados en diversos grados de responsabilidad, autoridad y militancia de base.

      Esta investigación se propuso seguir elementos metodológicos de los estudios realizados por la Fundación Berghof, liderada por Veronique Dudouet, Katrin Planta y Hans J. Giessmann, los cuales posibilitan análisis particulares sobre el paso de organizaciones armadas a organizaciones políticas exitosas. No obstante, con la libertad para tomar en consideración los elementos metodológicos propuestos por la Fundación Berghof a fin de considerar el caso de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común desde un enfoque aplicado, el cual se libera en la especificidad del universo de generalizaciones que suelen considerarse en las formulaciones teórico-metodológicas, de manera que la aproximación sea útil en lo que concierne al caso colombiano y, en particular, al entendimiento del proceso de transición del nuevo partido.

      El trabajo, en su conjunto, está atravesado por un enfoque teórico y metodológico que no se explicita a la manera de una tesis doctoral o un trabajo monográfico como un apartado independiente, sino que se adhiere a la construcción de las narrativas de cada uno de los capítulos en los que se ha estructurado el informe final de esta investigación.

      El autor tiene absolutamente claras las dificultades y los retos que representa historiar un proceso que está en ciernes y sobre el cual todo está por decantarse y construirse a futuro. No obstante, considera que la investigación se construye a la vez como crónica y memoria de un periodo determinante de la historia política de la nación y de los tránsitos que en ella realizan hoy quienes fueron por décadas protagonistas de la guerra.

      Así, metodológicamente se presta especial atención a los elementos de la argumentación que son de obligatoria referencia y se encuentran presentes en las historias y análisis posteriores, puesto que no hay forma de prescindir de ellos, aun cuando cada momento los cargue de nuevas y más profundas significaciones.

      La conversión del enemigo en adversario político

      No sin dificultades y con poderosos opositores marcha la implementación del Acuerdo para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera.

      Los logros alcanzados en los temas de desarrollo agrario integral, participación política, drogas ilícitas y víctimas resultan, a tres años de la firma del acuerdo y la implementación, aún precarios e insuficientes, tal como lo han señalado los informes que se han presentado. La decidida voluntad de paz de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común choca contra distintas circunstancias que los obliga a utilizar todos los medios legales para exigir el cumplimiento por parte de la sociedad y el Estado colombianos del acuerdo firmado. Estos obstáculos seguramente se abordarán con inteligencia en busca de superar todos los aspectos de orden político, jurídico-constitucional, social, administrativo y técnico que sea necesario sortear.

      En esta sección se presenta una reflexión sobre la conversión de las Farc-EP de enemigo en el campo de la guerra a adversario en el campo de la democracia, de manera que precede el abordaje del actor político como tal.

      El camino de la guerra hacia la democracia

      Un lugar para el otro

      A pesar de los pocos avances en materia de implementación y cumplimiento del acuerdo a tres años de su firma, un debate en ciernes que debe adelantarse en el seno de la sociedad colombiana corresponde a la construcción de las subjetividades colectivas que le dan –antes, durante y después de los acuerdos– un lugar al otro en una sociedad que debe transformarse en la construcción de lo político y lo público.

      Se asume que para una concepción moderna, democrática y pluralista de la sociedad es inaceptable partir de una noción negativa de la percepción política del otro en cuanto enemigo, ligada al dominio e imposición del poder instituido, como si no existiera otra alternativa capaz de construirse en legitimidad y legalidad, desde lo político y lo público, más allá de la enemistad de la guerra en un universo de reconocimiento de la diferencia como fundamento y esencia de las prácticas democráticas.

      El enemigo como un otro no

      Por el contrario, persistir en la idea de considerar al opositor como enemigo es un obstáculo mayor para cualquier proceso de paz y reconciliación.

      El enemigo es un otro que representa la negación del propio modo de existencia de las instituciones y de la sociedad, por tanto, persiste en su destrucción y, en consecuencia, es natural que la sociedad y el poder instituido lo rechace o combata a fin de mantener su forma de vida, la cual depende de la destrucción total de ese otro distinto. En estas condiciones, es el ejercicio del poder de la fuerza a través de la violencia y la guerra la que busca saldar una relación política irreconciliable.

      En ese estado de percepción y confrontación se desarrollaron sesenta años de conflicto armado y guerra en Colombia. Ahora bien, la guerra procede de la enemistad, ya que esta es una negación absoluta del ser distinto. De esta manera, la guerra se presenta como el medio político extremo de la oposición amigo/enemigo, de modo que lo político adquiere un particular sentido en ese contexto de confrontación. Se posibilita, entonces, un escenario distinto al exterminio mutuo en un proceso de diálogos y acuerdos que trasforman de forma sustancial la naturaleza de la percepción del otro, del ser distinto en cuanto adversario legítimo en un escenario de confrontación democrática.

      De ahí que el paso de la condición de enemigo a la condición de adversario sea un salto cualitativo de la confrontación del escenario de la guerra al ejercicio pleno de la lucha democrática.

      El adversario como un otro sí

      Sin embargo, el reconocimiento de la condición de adversario legítimo reviste la aceptación de la existencia de un ser colectivo que adquiere identidad en el reconocimiento de su condición de diferente, así como en la identificación de sus idearios y propuestas como socialmente legítimas.

      En este sentido, en un proceso de solución política no se trata de someter u homogenizar las formas de pensamiento, de manera que se aniquilen así las posibilidades de ser, pensarse, expresarse y actuar desde la riqueza propositiva de la diferencia y en el ejercicio del disenso como fundamento del ser oposición.

      Resulta lesivo para la construcción de contextos de convivencia democrática y desarrollo social y económico percibir al potencial adversario político como enemigo público y no como adversario legítimo. El Estado, en cuanto unidad política, tiene la capacidad y el monopolio de la determinación política, y esa capacidad debe colocarla al servicio de la construcción de la paz y de la democracia en el reconocimiento del otro opositor como adversario legítimo.

      En los diálogos de La Habana surgieron los enunciados que permiten superar una teoría del Estado total que elimina la diferencia entre este y la sociedad, por la cual se identifica la política con lo meramente Estatal, separada de la sociedad.

      La


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