Asfixia. Álex Mírez
información sobre el proyecto de golpe? ¿Qué sabía él de cosas peores?
—¿Cómo estás tan seguro de eso? —bufé —. ¿Qué puede ser peor que ver a todos morir y luego ser torturada sin razón?
El comandante se me quedó viendo, pero lo que en realidad veía eran los moretones en mi cara. Y yo sabía, porque era mi cuerpo y cargaba con ello, que no solo los tenía allí sino también en las costillas y en el estómago. Pero había otras heridas… otras heridas que Levi no alcanzaba a ver.
—El Imperio —aseguró él, y sonó un poco inquieto—. Hace ya un año que mandamos un infiltrado a su ciudad con la intención de saber qué puntos atacar, pero salió muy mal. Después de un mes lo descubrieron. Lo interrogaron como era de esperarse. Luego nos enviaron sus huesos ensangrentados y unidos por una cadena junto a una grabación del interrogatorio. Él nunca reveló nada. Fue inhumano lo que hicieron, pero así actúan ellos, sin compasión.
Levi intentó disimular el desagrado en su voz, pero no lo logró. Detestaba a esa gente. Supuse que yo debía detestarlos también si ellos habían lanzado ASFIXIA, pero eso era lo que sabía por parte de La RAI. Yo no sabía nada sobre El Imperio, y me causaba mucha curiosidad ese tema.
—¿El Imperio es…?
—Es más que todo un grupo de personas poderosas —resumió—. Todos tienen privilegios. Por eso intentaron purgar el mundo, para que ellos fueran los únicos que lo controlaran, los únicos que decidieran qué personas vivirían en él. Durante el mes que nuestro infiltrado estuvo vivo, pudimos ver las condiciones en las que tienen a la parte de los supervivientes que son, por decirlo de algún modo, inferiores. Dividieron a las personas. Los obligan a trabajar para el desarrollo de la ciudad. Les dan dos comidas diarias. A aquellos de piel oscura y creencias religiosas acentuadas, los tratan como animales. Los vigilan todo el tiempo. Si alguno intenta opinar, lo matan o lo castigan hasta agonizar. ¿No crees que eso puede ser peor?
Bajé la mirada. Cada dolor era distinto, por más pequeño o grande que se viera.
—Si necesitas pruebas —agregó él ante mi silencio—, la grabación del infiltrado estará a tu disposición, solo tienes que pedirla. Ellos juegan sucio, por esa razón Carter pensó que pertenecías a su grupo, porque son muy capaces de devolver la jugada que nosotros intentamos ejecutar.
Se quedó en silencio esperando una respuesta, con un tenue brillo de desesperanza en los ojos.
Vale. Tenía que pensarlo mejor. Tenía que razonar, aunque en ese momento mi mente no estuviera muy ordenada.
Mi vida en la superficie había sido un calvario lleno de depresión que, si comparaba con lo que estaba ante mis ojos en ese instante, resultaba una pesadilla. Ahora, el pueblo que tenía frente a mí me infundía calma y protección, una sensación agradable, de compañía, de que ahí no habría esquinas solas o cadáveres sobre el suelo, y eso era bueno.
Pero quedarme implicaba unirme a La RAI. Significaba permitir que buscaran en mí aquello que me hacía inmune. También me convertiría en enemigo de un grupo al que no conocía. Y no sabía si podía afrontar todo eso. No sabía si estaba lista para que un grupo de doctores me examinaran como rata de laboratorio.
De una cosa sí estaba segura: no quería volver a estar sola nunca más.
Una parte de mí se preguntó cómo sería vivir con La RAI, pero otra parte ansiaba huir y evadir cualquier responsabilidad que el ser inmune me otorgara, incluso si eso representaba un acto de cobardía. Pero no era tan cobarde como para eludir una situación tan importante; no era tan débil como para volver al sitio del que por años había querido escapar, y tampoco era tan egoísta como para negarme a concederle no solo a Levi, sino también a todos los supervivientes la oportunidad de salir del abismo.
No, yo no era así.
—Esa mujer pelirroja desconfía de mí y creo que también el hombre que anda con ella —señalé.
—Ella es Butterfly, y siempre tiene esa actitud —objetó él, esbozando una escasa sonrisa—. Y Ligre es el subcomandante, además de ser mi hombre de confianza.
—Si voy a quedarme no quiero que piensen que soy una mentirosa —dije—. Probaré que lo que digo es cierto.
Levi negó con la cabeza.
—No te expondremos al gas para…
—No será necesario —le interrumpí—. Tengo una prueba de que estuve arriba. Tengo algo que te pertenece, algo que demuestra que soy inmune al gas. Yo... yo tengo una parte de ti, conmigo.
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