Una vida de mentiras. Charo Vela
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UNA VIDA DE MENTIRAS
© Charo Vela
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2020.
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ISBN: 978-84-18230-82-0
Nota de la editorial: ExLibric pertenece a Innovación y Cualificación S. L.
CHARO VELA
UNA VIDA DE MENTIRAS
Índice
3. Volviendo a la dura realidad
13. La dura confesión de Emilio
Dedicado a los hombres que han formado parte de mi vida y me han regalado buenos momentos. A mi padre, hijos, amores, hermanos, sobrinos y amigos. Gracias a todos porque me hab é is aportado muchas vivencias para el recuerdo.
La triste noticia
«Dicen que en la tranquilidad nocturna, mientras un remanso de paz relaja las almas de los durmientes, el diablo deambula a sus anchas haciendo de las suyas».
En el silencio de la noche, el sonido del teléfono retumbó en todo el apartamento, alterando el sueño de los que lo habitaban. Aún no había amanecido. Carolina se despertó sobresaltada y miró el reloj a la par que se levantaba con prisas para atender la llamada. Eran las 5:45. De pronto se le encogió el corazón; nadie llamaba a esa hora para nada bueno. Pensó en su Emilio y, sacudiendo la cabeza para espabilarse, cogió nerviosa el auricular.
—¿Sí? Dígame.
—Buenas noches. ¿Es usted la esposa del señor Emilio Mellán Campoy? —preguntó al otro lado una voz masculina, grave y segura. Esa pregunta la terminó de desestabilizar por completo.
—Sí. ¿Quién es usted?
—Tranquila, señora. Ahora le explico.
—Por favor, ¿qué ocurre? ¿Le ha pasado algo a mi marido? —Su voz suplicante e inquieta instó al hombre a contarle el motivo de la llamada.
—Soy el teniente Ortiz de la Guardia Civil de Cádiz. De la comandancia de Jerez de la Frontera. Su marido ha tenido un accidente y está ingresado en el hospital.
—¡Ay, Dios mío! ¿Qué le ha pasado? —Un temblor recorrió su cuerpo. Notó un ruido a su espalda y vio que su hijo también se había despertado.
—Como le digo, ha tenido un grave accidente y está en cuidados intensivos. ¿Cómo se llama usted?
—Me llamo Carolina Masera. Espere un momento, teniente. ¿Ha dicho Cádiz?
—Sí, señora. En la carretera que viene de Ronda a Jerez. La noche está muy lluviosa, la carretera es muy sinuosa y el vehículo se ha salido en una curva. Debe venir cuanto antes.
—Pero… Entonces es imposible que sea mi Emilio. —De pronto Carolina dio un suspiro de tranquilidad; se le había encogido el corazón—. Mi marido está en Asturias. Me llamó anoche y hablamos un rato. Está en Oviedo y llega mañana por la noche. Teniente, él no puede ser ese hombre.
—Señora, debe de estar confundida. Le aseguro que su marido está aquí, en Cádiz. —Le leyó los datos del DNI y eran correctos. Carolina no entendía nada. De repente todo le pareció una maldita broma pesada. ¿Cómo iba a estar en Cádiz si dormía en Oviedo?
Emilio no había podido cruzar España en solo unas horas. Además, ¿cómo iba a pasar por Madrid y no llegarse a verlos? Recordó la conversación; estaba segura de lo que él le contó la noche anterior: «Carolina, estoy en Asturias. He descargado la mercancía. Hoy duermo en Oviedo; aquí está