Tejer redes para la apropiación social de conocimiento. Alberto León Gutiérrez Tamayo

Tejer redes para la apropiación social de conocimiento - Alberto León Gutiérrez Tamayo


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seres humanos de una comunidad hay muchos conocimientos tácitos. Y, por otra parte, a esa pila de conocimientos más sofisticada y elaborada por medio de teorías, como las de la ciencia, se le puede llamar la enciclopedia,6 que es una acumulación de enseñanza. Si se trata de cuantificar, se hará evidente que la pila de conocimiento global es mayor de lo que cada ser humano puede sacar de ella, y también mayor de lo que ha producido cada ser humano como individuo, es decir, el conocimiento, en sentido objetivo, es mucho mayor que el conocimiento en sentido subjetivo. Además, el individuo suele producir conocimientos derivados de lo que se apropia del acervo colectivo.

      El cuerpo, en su totalidad, sabe mucho más de lo que sabe la corteza cerebral, porque las células del cuerpo tienen mucha información que proviene de la evolución de los seres vivos antes de que emergiera la conciencia. Cuando se usa la lengua natural, se utilizan clasificaciones asimiladas silenciosamente al aprender a hablar y entender, y se piensa que el mundo es tal como ellas lo segmentan, pero esas clasificaciones no vienen del mundo, sino de la lengua que se habla. Es algo que se asimiló sin darse cuenta de que provenía de quienes hablaban. En las lenguas naturales, hay encerrados muchos conocimientos que las personas no saben que los saben. Cuando se estudia una lengua natural que no es la lengua materna, se tienen que aprender conocimientos clasificatorios que hay en la otra lengua, parecidos a los de la propia, pero no iguales. Esa suele ser la parte más difícil.

      No se trata de aprender las palabras, sino las estructuras de conocimiento con las cuales se ordena el mundo. Esto explicita en qué consiste el conocimiento tácito. Aún el acervo subjetivo del conocimiento no es totalmente transparente para la conciencia individual. Como ya se ha dicho, las personas saben muchas cosas que no saben que saben. La parte inconsciente del conocimiento es activa, y tiene un papel fundamental en la conducta y en el pensamiento de los seres humanos. En la tradición, se ha desconocido el componente tácito o silencioso del conocimiento. Cada vez que se dice que algo es lógico u obvio, ¿qué contenido tiene nuestra afirmación? Esas dos palabras –lógico y obvio– se refieren a algo que no se explicita siempre, y que cuando quiere hacerse resulta ser complejo y sofisticado.

      Actualmente, se experimenta también con ciertos tipos de bacterias que pueden arrojarse sobre los campos y formar aglomeraciones visibles sobre los sitios donde hay explosivos. Se puede decir que esas bacterias saben dónde están los explosivos de las minas antipersona y lo pueden mostrar, para proceder a erradicar estos artefactos letales, cuando forman sus aglomeraciones coloreadas. Esa es una forma de conocimiento, pero ciertamente no es consciente sino conocimiento inconsciente, y este no es exclusivo del sistema nervioso de los humanos, sino de los seres vivos en general. En esta concepción de biología del conocimiento, que implica una ampliación del concepto mismo, se entiende por tal la información que hay en el interior de un ser vivo y sirve para orientar o controlar la relación con el medio exterior. Eso permite sobrevivir a los seres vivos, incluyendo a los humanos. Esta revisión de la definición permite comprender que hay más conocimiento de lo que, generalmente, se asume.

      Cuando se relaciona esta ampliación con otras teorías, como la de la evolución de las especies, de Charles Darwin, se puede decir que es una teoría evolutiva del conocimiento. Es decir, que hay varios niveles y formas del conocimiento, y que esas formas se relacionan entre ellas, tienen elementos comunes. El conocimiento del ser humano es más complejo que el de una bacteria, pues tiene muchas capas.

      En una proporción más pequeña, un vademecum (del latín “ve conmigo”) es también una ampliación de memoria. Significado similar tienen otros epítetos aplicados a libros, como manual y libro de bolsillo. Si se piensa en la Enciclopedia Británica, unos 32 volúmenes grandes con letra muy pequeña, se tiene, fundamentalmente, una ampliación formidable y muy calificada de la memoria. Por su parte, la memoria colectiva está compuesta por donaciones de muchísimas personas, no solo de ahora, sino desde la Antigüedad. Ahí pueden figurar seres humanos que vivieron veinte, treinta y hasta más siglos antes de nuestra era, como los autores del Antiguo Testamento, el Anet, el Tao Te Ching o el Ramayana. Todo eso se ha ido acumulando y suele estar guardado en enciclopedias y memorias; corresponde a pensamientos o estados mentales transitorios, de mentes ajenas y generosas que donaron su intimidad.

      Cuando se utiliza esa memoria como fundamento del manejo de una nueva situación se está prejuzgando la misma. Es un prejuicio, pero en la mayoría de los casos es bastante confiable y da tiempo de acción. Entonces, la representación del mundo exterior, con base en el acervo de conocimiento, no es una verdad única y absoluta, sino una sobreposición de muchas miradas diferentes que permiten convivir a distintas versiones de la totalidad. Eso quiere decir que el conocimiento no tiene una forma única, sino que hay muchas maneras posibles de verlo. Hay muchos modos de ver el mundo exterior.

      Las lenguas naturales generan formas diferentes de ver el mundo exterior. Muchos fragmentos se sobreponen y se solapan, permitiendo generar imágenes individuales o versiones conformes a los prejuicios que las diversas lenguas han formado acerca del mundo. En la filosofía occidental, se le llama a ese carácter, previo a cualquier experiencia particular, un a priori, una expresión del latín que significa “antes de”. Antes de conocer algo en concreto se tiene la posibilidad (y la fortuna) de


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