Missak. Didier Daeninckx
Como puedes ver, te escribo con tinta negra, a pesar de que desde la escuela, siempre preferí escribir con tinta roja, el color de mis convicciones, pero se me dio vuelta la botella y no he tenido el tiempo para ir a la tienda a comprar otra. No me arrepiento de la decisión que tomé de venir con mi esposa Nouritza y mis dos hijas, Adriné y Ovsanna. Ellas se suman a esta carta con un saludo. Desde que llegamos nos han instalado en una gran casa. A la semana siguiente pude comenzar a trabajar en un taller de tejidos. La comida es buena y abundante. También es muy barata, por lo que nuestros sueldos alcanzan vastamente para pagar todo. Nuestros vecinos nos adoptaron inmediatamente, y nos llevamos todos muy bien. Te equivocaste al no venir con nosotros y querer seguir con esa vida de refugiado, mientras aquí somos considerados ciudadanos soviéticos en toda regla. La policía nos protege, así como nuestro salvador, el mariscal Stalin. Aunque me dé pena estar separado de mi hermano querido, por nada del mundo aceptaría hacer el viaje de regreso. Espero que algún día, el buque Rossia vuelva a hacer una escala en Marsella, y así podamos volver a encontrarnos. Tu hermano para siempre. Agop Hampartsoumian.
Dragère bebió el fondo de su vaso de raki, luego volvió a doblar la hoja de papel que devolvió al mayorista.
–No se puede ser más claro. No entiendo por qué usted está obstinado en defender un punto de vista contrario al de su hermano... Él está bien, ¡sabe por dónde va la cosa, claramente!
–Sí, pero antes de ser tan tajante, señor periodista, permítame precisarle una cosa. Antes de que se embarcaba en el Rossia, con flores en los brazos, hice un acuerdo con Agop. Fue por el nombre del barco que se me ocurrió, el Rossia, es decir, el rojo... Le había pedido que me escribiera con tinta roja si es que las cosas no estaban bien, y de dar vuelta las frases de tal manera que yo debería leer exactamente lo contrario de lo que había en el papel... ¿Entiende usted ahora? Por las restricciones, tiene solo tinta negra a su disposición, ¡entonces me está diciendo que debo leerlo como si estuviera escrito en rojo! Usted me dice que Agop «sabe de qué se trata». La expresión no podría ser más exacta. Mire, por si no le basta...
Y dio vuelta la caja de hojalata sobre la bandeja, dejando al descubierto las otras cartas, todas recubiertas de una fina escritura roja.
–¿Usted trabaja para qué periódico, por cierto? No se lo he preguntado...
Por primera vez, Dragère pronunció el nombre del periódico sintiendo algo de vergüenza.
–L’Humanité.
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