El poder de la aceptación. Lise Bourbeau

El poder de la aceptación - Lise Bourbeau


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me sorprendo cuando escucho las dificultades por las que pasan los clientes de Escucha a tu Cuerpo. Me he dado cuenta de que, tanto en mi vida personal como en la profesional, esta noción de aceptación, que permite llegar al amor incondicional, es simple, pero no resulta ni mucho menos fácil de aplicar. Incluso yo misma y el equipo de Escucha a tu Cuerpo, que llevamos años enseñando el ­método, ­olvidamos a veces el remedio milagroso que puede transformarlo todo. Afortunadamente nos hablamos a menudo, lo que ayuda a que nos reconduzcamos rápidamente por el camino del amor.

      En todos los países en los que enseño me llegan este tipo de preguntas y comentarios. En efecto, poco importa la raza, la cultura, el sexo, la edad, la profesión o la religión de una persona: todo el mundo aspira al amor incondicional. Es una llamada de nuestra alma, que es desgraciada porque nos dirige nuestro ego, no nuestro corazón. En la actualidad, escuchamos ese grito cada vez más intensamente. Vivimos una época de transformación interna. Soy feliz cuando constato que todos aquellos con los que me encuentro aspiran realmente a una mejor calidad de vida interior. Saben por intuición que cuando lo de dentro cambia, el exterior se transforma.

      Por esto decidí escribir un libro sobre la aceptación en todo el sentido de la palabra y en toda clase de situaciones, sobre todo en esas que son desagradables y no deseadas. Espero de corazón que lo que sigue pueda ayudarte a asimilar mejor el concepto de amor verdadero.

      He elegido para explicar todos estos conceptos la historia de una familia que vive diversos problemas de aceptación. Espero que así la lectura te resulte más fácil e interesante. La historia y los nombres de los miembros de esta familia son ficticios, pero están basados en los miles de testimonios que he tenido la ocasión de escuchar en mi consulta a lo largo de estos veinticinco años.

      Si cuando leas los diferentes consejos que te doy (por ejemplo, para hacer las paces con alguien, para aceptar a los otros, para aceptarte) te surgen pensamientos como...

       «Nunca conseguiremos llegar a un acuerdo».

       «Estoy segura de que el otro jamás querrá aceptar esto».

       «Solo es un libro, la realidad es muy diferente».

      ... debes saber que es una manifestación más de la resistencia que ejerce tu ego. Todo lo que sugiero se puede poner en práctica: basta con decidirse a experimentarlo. La buena noticia es que mientras más practiquemos, más fácil y rápido será.

      Me voy a permitir la licencia de tutearte, lector: eso te ayudará a sentir tus emociones más rápidamente, sobre todo si te reconoces en alguno de los diferentes ejemplos que utilizo.

      ¡Buena lectura!

      LISE BOURBEAU

      Capítulo 1

      LA CONSULTA

      Mi secretaria me anuncia que la cliente que me tocaba ver en mi consulta privada hoy ya ha llegado.

      –Buenos días, Anna.

      –Buenos días, señora Bourbeau. Estoy muy contenta de conocerla en persona. He leído todos sus libros y he participado en varios de sus talleres. Me siento muy feliz por ser una de las tres personas que va a llevar en privado durante los próximos tres meses. Me han dicho que es para su investigación, ¿verdad? ¡Qué privilegio tener esta oportunidad! ¡Sobre todo sin tener que pagar nada! Por suerte conozco su trabajo, porque si no habría desconfiado de este ofrecimiento –me dice riendo.

      –En efecto, me quedaré en Quebec durante algunos meses. Quiero trabajar en privado con tres personas diferentes en tres temas distintos. Tras publicar esta oferta en nuestra web recibimos numerosas peticiones. Reunimos las que tenían que ver con el amor verdadero, uno de los tres temas sobre los que voy a investigar, y salió al azar su nombre. Antes de continuar, me gustaría que nos tuteásemos durante el tiempo que nos estemos viendo, ¿te parece bien?

      –De acuerdo. Incluso será más fácil. Me gusta que uses el tuteo en tus libros y en tus talleres. Hasta ahora he asistido a tres talleres y hay cosas que han mejorado en mi vida; pero debo admitir que encuentro muy difícil de entender el concepto de amor incondicional.

      –Bien, veamos. Te escucho. Háblame un poco de ti y dime cuáles son las dificultades con las que te has encontrado.

      –Tengo treinta y ocho años y llevo catorce casada con Mario, que tiene cincuenta y dos. Por lo tanto, catorce más que yo. Cuando lo conocí, en 1991, estaba casado y vivía todavía con su mujer, Rita, y su hijo, David, que tenía catorce. Como te habrás dado cuenta, el catorce está muy presente en nuestra vida. Comienzo a preguntarme si es un número gafe para nosotros... –comenta pensativa–. Espero no volverme supersticiosa. Vuelvo a mi historia...

      »Lo mío con Mario fue un flechazo. Me prometió que dejaría a su mujer por mí; finalmente, en realidad la dejó porque me quedé embarazada. Nuestra hija, Sandra, tiene por lo tanto catorce años ahora. ¡De nuevo el catorce! Me he dado cuenta de esta coincidencia cuando supe que vendría hoy aquí y me preparaba para contarte mi historia. A Mario le impactó mucho conocer que me había quedado encinta. Él sabía que yo tomaba la píldora, por lo que dedujo que formaba parte del uno por ciento de las mujeres a las que les falla este anticonceptivo. Le dije que debíamos de estar destinados a tener un bebé juntos; lo que no le dije es que había olvidado adrede tomarme la píldora durante varios días en el momento de la ovulación... Fue un alivio no tener que contarle la verdad cuando vi su reacción. Nunca habíamos hablado de tener niños, nos conocíamos desde hacía muy poco.

      »Sé que tendría que habérselo consultado, pero lo amaba tanto y tenía tanto miedo de que no se separase nunca de su mujer... Se sentía muy culpable cuando pensaba en el divorcio, por tener un hijo aún adolescente. Vivimos una gran pasión e inventar toda clase de excusas para vernos más a menudo le resultaba cada vez más difícil. Además, estaba harta de quedarme sola los fines de semana.

      »Dejó a su mujer al principio de 1992 y nos casamos en Las Vegas en total intimidad, dos meses después del nacimiento de Sandra. Apenas pasó un mes entre el divorcio y nuestra boda. Varias personas me dijeron que meterse tan rápido en una segunda relación no era sano para una pareja y que deberíamos haber esperado. Tenían razón, creo, porque estamos pasando ahora por momentos muy difíciles.

      –¿Después de vuestra boda le has contado a tu marido que habías planeado tu embarazo?

      –No, nunca he tenido el valor de decírselo. No sabes cuántas veces he querido hacerlo, pero en el último instante he sentido miedo y lo he dejado para otro momento, he encontrado siempre razones para callármelo. Soy una cobarde, ¿verdad?

      –No se trata hoy de juzgar tu comportamiento. Cada vez que te planteo una pregunta es para ayudarte a que te descubras. Presta atención a las palabras que utilizas cuando me hablas, son reveladoras. ¿Cuáles son esas grandes dificultades por las que estáis pasando en estos momentos?

      –Ya no confío en él, porque sospecho que tiene una relación con otra mujer. Intento no obsesionarme, pero no lo consigo, sobre todo en este asunto. Me paso el tiempo espiándolo, intentando pasar desapercibida. No te imaginas lo que me estresa la situación. Cada vez llega más cansado a casa. Se queda dormido en el sillón y apenas nos habla, ni a Sandra ni a mí. Me dice que siente comportarse así, que no sabe lo que le sucede, que es temporal, que no me desespere, que sea paciente... Hacemos el amor, pero esporádicamente. Ya no es como antes...

      »Su hijo, David, que tiene ahora veinticinco años, se casó y tiene un niño de cuatro. Mario ya ni siquiera piensa en su nieto. Soy yo la que lo arrastra siempre para que los visitemos. Cuando le sugiero que vayamos a consultar a un especialista, a ver si el problema es que tiene una depresión, me responde que no quiere oír hablar de médicos.

      –¿Desde cuándo tienes sospechas?

      –No lo sé exactamente. Al menos hace dos años, el tiempo que hace que lo vigilo; pero creo que ha debido de empezar mucho antes, salvo que yo no quería verlo. Al saber que venía a verte, he estado un rato reflexionando sobre


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