Las Ciencias Sociales. Omar Alejandro Bravo
para explicar los procesos: ¿revolución, reforma o revolución? ¿Mentalidad, imaginario, cultura o ideas? ¿Cómo ordenamos y porqué? ¿Cuáles son los procedimientos para ello? ¿La pobreza como causa de la revolución o la inconformidad política frente a la pobreza, movimientos intelectuales frente a movimientos sociales, hábitos y costumbres frente a prácticas sociales? Son estas y posiblemente otras tantas preguntas las que se convierten en preguntas que hacen viable la comprensión de los procesos. (Veyne, 1994:38)
Ante esta complejidad no sólo del conocimiento social sino de la realidad social: ¿Por qué, entonces, es necesario introducir el concepto de proceso histórico social en el análisis? Más aún ¿Porqué estudiar el proceso histórico social? Como es evidente las repuestas pueden ser diversas, tantas como disciplinas, temas o problemas que tengamos que resolver. Aquí solo intento una. Porque en tanto concepto y procedimiento, “utillaje mental” y herramienta metodológica, el proceso social da cuenta de los modos en que los hombres se relacionan entre sí, el medio de tensiones y conflictos, porque posibilita comprender y explicar las formas en que se relaciona con la naturaleza. Porque la idea misma del proceso social permite registrar e identificar las técnicas que los hombres producen para identificarla y moldearla, porque permite interpretar y explicar la creación y la modificación de las estructuras y de las instituciones que, están bien y al final de cuentas mutación y cambio del hombre. También porque da cuenta del cuerpo o de los cuerpos sociales, del equilibrio y desequilibrio, cambio ambiental, modos nuevos de estilo de vida y pensamiento.
En otras palabras, el estudio del proceso social y como construcción como concepto, como modelo, es una posibilidad de explicación y vale por su capacidad para significar y ordenar la realidad. Su fuerza explicativa esta en sugerir y derivar problemas y relaciones de las ordenes de la realidad, compuesta, entre otras cosas, de cuenta de estructuras y actores que, en sus interacciones, pueden ser concebidas como “series racionalmente aisladas” del proceso-realidad. [Certeau, 1993:95]. En este sentido, el proceso histórico-social es una constitución que las propias ciencias humanas, antropología, sociología, historio, geografía, filosofía, lingüística, entre otras han creado como objetivo de estudio exterior a fin de que la realidad sea susceptible de ser tratada, medida y cuantificada como proceso.
HISTORIA, CIENCIAS HUMANAS Y PROCESOS HISTÓRICOS
Emmanuel Wallerstin sostiene que la revolución francesa tuvo una influencia mayor en el pensamiento y, la teoría social y, por añadidura, en la construcción de la ciencia humana. Dos fueron las ideas centrales que dejo como herencia intelectual dicho suceso y que son fundamentales para comprender la idea de proceso histórico social como concepto y modelo, como herramienta metodológica y como representación de la realidad social. La primera es la idea evolucionista de los estados y las sociedades, lo cual implico en el eje de la explicación de la realidad la razón y le proceso, como palanca para alcanzar estadios de desarrollo superiores. Esto a su vez influyó en las formas de cómo habrían de constituirse las ciencias humanas, del bagaje conceptual y metodológico para la comprensión de la realidad y con ella de los procesos sociales, de la constitución de realidad y con ella de los procesos sociales, de la constitución de la disciplina científica: la posibilidad de conocer las leyes universales que regían el movimiento social mediante un método de observación riguroso y, en consecuencia, la idea misma del cambio social, íntimamente asociado al cambio social, el cual podía ser inducido y controlado, según la capacidad que ofrecía el conocimiento de la realidad sobre la cual se actuaba. A partir de este marco interpretativo, sostiene Wallerstin, se gestaron las ciencias sociales teniendo como base común que era posible que el hombre y la sociedad era objeto de conocimiento empírico y o solo de especulación filosófica.
De ahí derivaron tres ideologías las ideologías y tres formas de construcción de conocimiento social: el conservadurismo, el liberalismo y el marxismo. Evidentemente cada una de estas construcciones para examinar la realidad y los procesos sociales, definen agendas y temas de investigación particulares y situaron la idea de proceso social en distintas etiquetas interpretativos. Así el conservadurismo se enfoco a temas acerca de la familia, la comunidad de tradición y la necesidad de conservar estos espacios para lo que el concepto de proceso no entra en la esfera de sus preocupaciones conceptuales y metodológicas, mientras que el liberalismo recorta la realidad en tres niveles: la política, la económica, el mercado y la sociedad. Esta corriente de pensamiento toma en consideración la idea de proceso como progreso, pero enfatiza que este se logra mediante el dominio de la razón y del individuo que tiene como interés primordial el mercado, desde la cual se articulan los procesos de cambio y modernidad, de democracia y ciudadanía, es decir, su postura se apoya en el individuo racional y libre. Por su lado el marxismo recupera esas tres esferas de la actividad humana, concibiendo la realidad como una totalidad colocando el énfasis en las estructuras materiales, económicas y sociales, más que en el individuo. La frase clásica que sintetiza esta posición es que los hombres hacen la historia, pero no en las condiciones que ellos deciden y desean. Por eso, el concepto de proceso es consustancial a su forma de mirar e interpretar la realidad, para transformarla. De ahí su interés por el estado los grupos y los movimientos sociales.
Estas tres ideologías, en el sentido de concepción del mundo, tuvieron y han tenido distintos diversos ene le desarrollo de las ciencias sociales. Mientras que las dos primeras se incorporaron en procesos de institucionalización que las llevo a detentar el monopolio del conocimiento social y cultural al convertirse en la base de los estudios profesionales y universitarios, la tercera se rehusó por mucho tiempo a su “cooptación institucional”, privilegiando la movilización y la politización de los sectores sociales populares y emergentes. Estas formas de construcción del conocimiento predominaron hasta 1969 cuando se hizo evidente la crisis del paradigma basado en las ideas de razón y progreso, precisamente cuando sus bases fueron puestas en entredicho por la emergencia de movimientos sociales de distintos himnos: desde la liberación sexual, pasando por los movimientos estudiantiles y contraculturales hasta los movimientos independentistas y de liberación nacional en distintas regiones del mundo. Es evidente, que este principio, en gran medida herencia del pensamiento ilustrado y de su heredero, el liberalismo decimonónico, han sido cuestionado profundamente por la generación de nuevos conocimientos empíricos que han demostrados la diversidad y la multiplicidad de sentidos y procesos en la naturaleza y la sociedad. No hay, pues, un orden universal ni en la sociedad ni en la naturaleza que pueda ser revelado únicamente por la razón, sino órdenes diversos y multifacéticos. Esto ha repercutido obviamente en nuestras formas de interpretar y explicar los fenómenos culturales y sociales en su diversidad.
COLOFÓN
Los modos de producción histórica implican la elección de teorías, métodos y fuentes para el análisis, la comprensión e interpretación del pasado convertido en historia. Las dimensiones centrales del pensar histórico, el tiempo y el espacio permiten atender la especificidad de los procesos históricos y sociales al poner en juego los modelos políticos, económicos o sociológicos en un tiempo y espacio determinado. El tiempo histórico dota de una disposición intelectual para hacer del antes, de lo insignificante, de lo cotidiano, de lo infinito y efímero algo digno de registrar en su calidad de historia y de refigurar el pasado. De ahí que el pensar histórico, la historia misma como disciplina, se instituye en una manera de comprender el pasado y el presente como experiencias vitales, de dar sentido y significado a las acciones humanas y situarlas en su valor como saber y de ese modo reconocer lo importante, a saber, su influjo en el curso de las cosas, para parafrasear a Ricouer (Ricoeur, 1996). La historia entonces ofrece una prueba de la variabilidad de los procesos sociales y culturales, de las posibilidades y las necesidades que siguen el ritmo de movimiento y de las estructuras y de los individuos, es decir las materias primas que realmente interesan cuando se intenta definir el proceso, mejor a aún, los procesos histórico-culturales.
En todo caso, el quehacer historiográfico busca rastrear ideas, creencias, valores, acciones, comportamientos, usos de los grupos sociales, en particular, de los grupos marginales y subalternos, de esclarecer dónde y cómo se producen unas y otras, quien habla en y a través de sus huellas, de sus vestigios, de sus testimonios. Se trata de rescatar y poner a la luz lo que hay detrás de los textos, de recuperar