Foucault y el liberalismo. Luis Diego Fernández

Foucault y el liberalismo - Luis Diego Fernández


Скачать книгу
cosas están perfectamente ligadas”. (Foucault, 2008: 88). En este sentido, la única observación crítica que uno puede encontrar por parte de Foucault en Nacimiento de la biopolítica será al liberalismo clásico precisamente por este alto coste que implica la producción de libertad a través el despliegue del panoptismo. Por el contrario, el neoliberalismo del siglo XX, como veremos más adelante, lo seducirá y se solapará con sus intereses filosóficos por su metodología anti-disciplinaria y anti-psicologista.

      Ahora bien, los dispositivos de seguridad de los cuáles Foucault da cuenta serán la diplomacia y la policía. Tal como señala: “La disciplina trabaja en un espacio vacío, artificial, que va a construirse por entero. La seguridad, por su parte, se apoyará en una serie de datos materiales”. (Foucault, 2006b: 38-39). Más adelante amplía: “Hay un trabajo sobre el elemento mismo de esa realidad (…) y al intervenir en ella pero sin tratar de impedirla por anticipado, se introducirá un dispositivo de seguridad y ya no un sistema jurídico disciplinario”. (Foucault, 2006b: 57).

      De este modo, Foucault está señalando que la gubernamentalidad liberal no posee una dinámica de gobierno del orden de la disciplina. Si la disciplina normaliza y por ende hace a la taxonomización de individuos como “normales” y “anormales”, la seguridad vigila y deja hacer. En el marco del liberalismo, entonces, la cuestión será: ¿hasta dónde podemos hacer? ¿Cuál es el límite de ese dejar hacer por parte del gobierno a la población? De otro modo: el único que puede poner un freno al deseo de los individuos es el poder soberano, es el único que puede decir “no” y por lo tanto “sí” al deseo como motor de las acciones. El liberalismo tendrá que resolver ese problema sobre el límite del “dejar hacer” a los individuos.

      Esta relación entre deseo y libertad liberal ya había sido tocada por Foucault en Historia de la locura en la época clásica (1961). Liberalismo, libertinaje y locura están entrelazados:

      La libertad comercial aparece así como un elemento dentro del cual la opinión no puede llegar jamás a la verdad, donde lo inmediato necesariamente está sujeto a la contradicción, donde el tiempo escapa del dominio y la certidumbre de las estaciones, donde el hombre es despojado de sus deseos por las leyes del interés. En resumen, la libertad, lejos de poner al hombre en posesión de sí mismo, lo aparta aún más de su esencia y de su mundo; lo enajena por la exterioridad absoluta de los otros y del dinero, en la irreversible interioridad de la pasión y el deseo insatisfecho. Entre el hombre y la felicidad de un mundo donde él se reconocería, entre el hombre y una naturaleza donde encontraría su verdad, la libertad del “estado mercantil” es “medio”, y es en esta misma medida, como se constituye como elemento determinante de la locura. En el momento en que Spurzheim escribe –en plena época de la Santa Alianza, en el preciso momento de la restauración de las monarquías hereditarias –se achacan fácilmente al liberalismo todos los pecados de la locura del mundo. (Foucault, 2006a, tomo II: 44-45).

      La cuestión será como fijar ese límite a la libertad, a partir de qué criterios y quién tendrá la potestad de obturarla. Foucault amplía este problema:

      No por ello deja de ser verdad que, según los primeros teóricos de la población del siglo XVIII, hay al menos un invariante por el cual, tomada en su conjunto, ella tiene y sólo puede tener un único motor de acción. Ese motor de acción es el deseo. El deseo –vieja noción que había hecho su entrada y se utilizaba en la dirección de la conciencia (eventualmente podríamos volver al tema)- reaparece ahora en las técnicas de poder y gobierno. El deseo es el elemento que va a impulsar la acción de todos los individuos. Y contra él no se puede hacer nada. Como dice Quesnay: no se puede impedir que la gente viva donde a su juicio puede obtener mayores ganancias y donde desea vivir, justamente porque ambiciona esa ganancia. No traten de cambiarla, la cosa no cambiará. (Foucault, 2006b: 96).

      Por lo tanto, el liberalismo como máquina gubernamental se asentará sobre la base de una mecánica tripartita: el deseo en cuanto motor en la búsqueda del interés personal, la libertad como “dejar hacer” y “producto” fabricado a partir de la persecución de ese interés en el marco del mercado como instancia de veridicción, por último, la seguridad en tanto coste de la fabricación de esas libertades motorizadas por el deseo. Los mecanismos de seguridad no serán del orden de la disciplina y la normalización sino de la vigilancia ambiental y el límite. Por lo tanto, la gubernamentalidad liberal a los ojos foucaultianos no será disciplinaria ni normalizadora, aunque implique, paradójicamente, el despliegue de instituciones disciplinarias como correlato; la cuestión residirá en gestionar grados de normalidades (y por ende anormalidades) y en la administración de ilegalismos, algo que veremos más adelante en relación con el mercado del crimen y las drogas.

      Posteriormente, en el siglo XX asistimos, señala Foucault, a una reconversión de la gubernamentalidad liberal que tiene en ciertas administraciones a sus epígonos; en especial, las políticas de Roosevelt en Estados Unidos que propiciaban mayor intervencionismo del Estado (New Deal) con el fin de mantener las libertades políticas. El comunismo y el nacionalsocialismo se instituyen como amenazas y es por ello que el mayor intervencionismo se ve como una salida posible para evitar caer en los totalitarismos dirigistas, es decir, a modo de concesión para evitar lo peor. Los neoliberalismos del siglo XX serán la respuesta al auge de los regímenes fascistas en alza a la vez que a la concesión welfarista:

      En eso consiste precisamente la crisis actual del liberalismo, es decir que el conjunto de los mecanismos que desde los años 1925,1930, intentaron proponer fórmulas económicas y políticas que dieran garantias a los Estados contra el comunismo, el socialismo, el nacionalsocialismo, el fascismo, esos mecanismos, garantías de libertad, establecidos para producir ese plus de libertad o, en todo caso, para reaccionar ante las amenazas que pesaban sobre ella, fueron en su totalidad del orden de la intervencion económica, es decir, de la obstrucción o, de un modo u otro, de la intervención coercitiva en el domino de la práctica económica. Si se trata de los liberales alemanes de la Escuela de Friburgo a partir de 1927-1930 o de los liberales norteamericanos actuales llamados libertarios, tanto en un caso como en otro, el elemento a partir del cual hicieron su análisis, lo que sirvió como punto de anclaje de su problema, es el siguiente: para evitar esa menor libertad que entrañaría el pasaje al socialismo, al fascismo, al nacionalsocialismo, se establecieron mecanismos de intervención económica. Ahora bien, esos mecanismos de intervención económica, ¿no introducen precisamente, de manera subrepticia, tipos de intervención?, ¿no introducen modos de acción que son en sí mismos al menos tan comprometedores para la libertad como esas fórmulas políticas visibles manifiestas que se quieren evitar? (Foucault, 2008: 91).

      La pregunta foucaultiana deja abierta la duda de si la cura no propiciará la enfermedad que se quiere evitar. Vale decir, si el despliegue de ciertos programas intervencionistas que se generan para evitar caer en el dirigismo integral no abre la puerta precisamente al totalitarismo. Allí el debate con el keynesianismo por parte de los neoliberalismos será un elemento clave. Tanto la Escuela de Friburgo, es decir, los ordoliberales alemanes, como la Escuela de Chicago, los libertarios estadounidenses, establecerán una polémica alrededor del intervencionismo económico desde 1930 a 1960. Precisamente, aquí tenemos el nudo de la crisis de la gubernamentalidad nacida en el siglo XVIII. El análisis de los neoliberalismos del siglo XX por parte de Michel Foucault dará cuenta de la transformación de muchos postulados clásicos en aras de salvar la racionalidad liberal en el siglo XX.

      7- “La noción de biopolítica suscita dos problemas. El primero está ligado a una contradicción que se encuentra en el propio Foucault: en los primeros textos donde aparece el término parece estar ligado a lo que los alemanes llamaron en el siglo XVIII la Polizeiwissenchaft, es decir, el mantenimiento del orden y de la disciplina a través del crecimiento del Estado. Pero luego, por el contrario, la biopolítica parece señalar el momento de superación de la tradicional dicotomía Estado/sociedad, en provecho de una economía política de la vida en general. Es de esta segunda formulación de donde nace el otro problema: ¿se trata de pensar la biopolítica como un conjunto de biopoderes o bien, en la medida en que decir que el poder invistió la vida significa también que la vida es un poder, puede localizarse en la vida misma –es decir, por supuesto,


Скачать книгу