Foucault y el liberalismo. Luis Diego Fernández
gradualmente la obstrucción ya no será externa sino interna, autoimpuesta por el propio gobierno. Foucault lo expresa:
Y advertirán que esta razón gubernamental crítica o esta crítica interna de la razón gubernamental ya no va a girar en torno al cuestión del derecho, de la cuestión de la usurpación y la legitimidad del soberano. Ya no va a tener esa especie de apariencia penal que aún tenía el derecho público en los siglos XVI y XVII cuando decía: si el soberano infringe esta ley, será preciso castigarlo con una sanción de ilegitimidad. Toda esa cuestión de la razón gubernamental crítica va a girar alrededor del “cómo no gobernar demasiado”. Las objeciones ya no recaerán en el abuso de la soberanía sino en el exceso de gobierno. Y la racionalidad de la práctica gubernamental podrá medirse en relación con ese exceso. (Foucault, 2008: 29).
La transformación que aparece de la razón de Estado hacia la nueva racionalidad gubernamental, es decir, de los siglos XVI y XVII al siglo XVIII, será, en rigor, el pasar al problema de la nueva racionalidad que tendrá como objetivo capital precisamente la autolimitación de ese exceso de gobierno. La pregunta será entonces: “¿cómo no gobernar demasiado?”. Ahora bien, ¿qué será y como definir el “demasiado”? ¿Cuándo se sobrepasa la medida en términos de gobierno? El instrumento empleado para conseguir ese fin será la economía política. Pasar del límite inflingido en términos de derecho (que siempre es externo a la propia razón de Estado) al limitante interno en términos de nueva racionalidad de gobierno. La economía política no tiene como objeto los derechos anteriores, señala Foucault, sino reflexiona sobre las propias prácticas gubernamentales, su examen se centra en ellas:
Con la economía política ingresamos entonces a una época cuyo principio podría ser el siguiente: un gobierno nunca sabe con suficiente certeza que siempre corre el riesgo de gobernar demasiado, o incluso: un gobierno nunca sabe demasiado bien cómo gobernar lo suficiente y nada más. El principio del máximo y el mínimo en el arte de gobernar sustituye la noción de equilibrio equitativo de la “justicia equitativa” que ordenaba antaño la sabiduría del príncipe. Pues bien, en esta cuestión de la autolimitación por el principio de la verdad, ésa es, creo, la cuña formidable que la economía política introdujo en la presunción indefinida del Estado de policía. (Foucault, 2008: 35).
Aquí Foucault marca el momento fundante en que la economía política se constituye como la herramienta clave del proceso de transformación de la razón de Estado. Esta descripción de la economía política ya estaba presente en Las palabras y las cosas (1966) precisamente como dimensión específica de la episteme de la modernidad junto a la filología y la biología. En este sentido, la frase que nuestro filósofo cita de Robert Walpole que afirma “quieta non movere” (“no hay que tocar lo que está tranquilo”) se enlaza con lo que Foucault menciona a su vez de un artículo en el Journal économique escrito por el marqués de Argenson, que grafica la respuesta de un comerciante: “Dejadnos hacer”. La pregunta entonces será: “¿Qué es ese nuevo tipo de racionalidad del arte de gobernar, ese nuevo tipo de cálculo consistente en decir y hacer decir al gobierno: acepto todo eso, lo quiero, lo proyecto, calculo que no hay que tocarlo? Y bien, creo que, a grandes rasgos, es lo que llamamos ‘liberalismo’”. (Foucault, 2008: 39).
Una primera definición que Foucault nos otorga de liberalismo será: “no tocar, dejar hacer”. De todos modos, el término “liberalismo” aparece ya en la obra de Foucault previamente en Historia de la locura en la época clásica (1961) en relación con la cuestión del libertinaje y luego en El nacimiento de la clínica (1963) a propósito del control médico. Más adelante ampliaremos esta relación entre liberalismo y libertinaje.
En las notas a pie de página de Nacimiento de la biopolítica la palabra “liberalismo” aparece entre comillas en los apuntes del filósofo. Allí se amplían ciertas características del arte liberal de gobernar: en primer lugar, se debe aceptar una limitación del gobierno intrínseca que no sea solo una limitación externa (producto del derecho); en segundo lugar, se debe comprender al liberalismo eminentemente como una práctica; en tercer lugar, es necesario pensar al liberalismo como máxima limitación posible de las formas y ámbitos de la acción del gobierno; en cuarto y último lugar, hay que dar cuenta del liberalismo como organización de métodos de transacción aptos para limitar las prácticas del gobierno (constitución, parlamento, prensa, opinión, comisiones, etc.).
Otorgada la primera definición de “liberalismo” como no intervención, dejar hacer, no tocar y autolimitación de las prácticas del gobierno, Foucault es explícito en el objetivo de su análisis: “Estudiar el liberalismo como marco general de la biopolítica”. (Foucault, 2008: 40). Por ende, para el análisis foucaultiano el liberalismo es en primera instancia un marco previo que debe ser examinado para luego dar cuenta de la categoría de biopolítica. Liberalismo de este modo como nueva racionalidad gubernamental: “Una vez que se sepa qué es ese régimen gubernamental denominado liberalismo, se podrá, me parece, captar qué es la biopolítica”. (Foucault, 2008: 41). Sin embargo, Foucault no cumplió con lo dicho: su análisis sobre el liberalismo y neoliberalismo se expandió durante todas las lecciones del curso de 1978-1979 y nunca arribó a la categoría de biopolítica.
De todas maneras ya en La voluntad de saber (1976), primer tomo de Historia de la sexualidad, Foucault había introducido la noción de biopolítica en conjunto a la de anatomopolítica como los dos polos del poder sobre la vida. Es importante remarcar la palabra “sobre” (sur la vie) siendo fieles al texto foucaultiano. Foucault lo expresa con claridad al decir que “las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida”. (Foucault, 1995: 168-169). Esta organización del poder “sobre” la vida constituye para nuestro filósofo la característica central que permite pensar al liberalismo como “marco” general de la biopolítica. Pensar ese “marco” contenedor de los dos polos señalados (disciplina y biopolítica) como articulador de la racionalidad gubernamental liberal. Ergo, la reflexión sobre la cuestión liberal en Foucault necesariamente requiere de la descripción de estas dos técnicas de poder: la disciplina, encabalgada en instituciones normalizadoras, aplicada sobre el cuerpo singular de los individuos, de allí la dinámica de la “ortopedia social” y el enderezamiento de las almas; y la biopolítica, constituida desde instituciones reguladoras, aplicada sobre el cuerpo-especie de la población con la finalidad de su administración y gestión. En la segunda técnica es que el liberalismo en tanto “marco” será un elemento no menor, como señala Foucault: “ese bio-poder fue, a no dudarlo, un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo”. (Foucault, 1995: 170).
Subsiguientemente, la reflexión del liberalismo desde el prisma foucaultiano nace anclada con el biopoder. Por consiguiente, las preguntas en ese sentido serán: ¿hasta qué punto regular, intervenir y controlar las vidas de la población? ¿No regular determinadas prácticas y variables biológicas, qué riesgos implica? Siendo fieles a la definición de Foucault no tenemos aquí, como señala Judith Revel (7), una noción del poder investido en la vida o a la vida misma como potencia (proveniente de la lectura vitalista deleuziana) (8); esto implicaría comprender la biopolítica como “economía general de la vida” y por lo tanto nos haría localizar allí una potencialidad en términos de emancipación (una hipótesis de la que Foucault siempre sospechó). Si bien el Foucault “moral” (1980-1984) en el marco de su “giro ético” puede definir esta “resistencia” vinculada con cuestiones como la parresía (el hablar con franqueza aún a riesgo de perder la vida) en el eje subjetividad-verdad, lo cierto es que la categoría de biopolítica se ajusta a la definición mencionada previamente (poder sobre la vida) y no a la idea de una vida que resiste al poder, más bien las vidas son efectos de las relaciones de poder. Ahora bien, este poder sobre la vida no tiene que ser por necesidad despótico o autoritario, esta es una inferencia que no se sigue de lo planteado por Foucault.
El problema del liberalismo en Foucault reposará entonces en dos ejes: regulación y veridicción. Vale decir: ¿qué política de la verdad se produce a través del mercado? Este liberalismo, comprendido como “marco” de la biopolítica, no será estrictamente disciplinario (la anatomopolítica sí lo