Las batallas de Concón y Placilla. Andrés Avendaño Rojas
los principales ejércitos de ese continente, lo que evidenció nuestro atraso en los conocimientos militares e impulsó las reformas necesarias que tuvieron amplia acogida en el gobierno de Domingo Santa María. El contacto con el mundo militar europeo entusiasmó a los oficiales chilenos a extremo tal, que el coronel Diego Dublé Almeyda, comisionado en Alemania, escribía en agosto de 1890: “…lo que verdaderamente me causa envidia es el admirable ejército alemán ¡Qué ejercicios, qué cosas tan útiles ponen en práctica. ¡Qué disciplina!”14.
Desde un comienzo Körner tuvo la suerte de contar en su tarea modernizadora con la colaboración del sargento mayor Jorge Boonen Rivera15. Para ambos oficiales uno de los principales problemas del Ejército de Chile —su talón de Aquiles— se encontraba en los procedimientos de reclutamiento que permitían el ingreso a las filas de elementos desplazados de las actividades agrícolas e industriales16 y que, por lo mismo, carecían de una instrucción suficiente que les permitiera desempeñarse en buena forma en sus funciones. El gran anhelo era la instauración de un sistema de conscripción que obligase a todos los ciudadanos a servir en el ejército, siguiendo el modelo vigente en Prusia, lo que solo se lograría años más tarde17. El servicio militar obligatorio, fundado en el concepto de “nación en armas”, sería instaurado en 1900 y perduraría en su esencia por ciento diez años. Recién en 2010, producto de la evolución tecnológica de los sistemas de armas, de la consecuente tecnificación de la milicia, así como de diferentes demandas sociales, entre otros factores, el modelo de reclutamiento vendría nuevamente a ser cambiado al transitar a un modelo mixto, que combina voluntariedad y la incorporación a las fuerzas de soldados profesionales, con lo que la conscripción ordinaria dejaría de tener la trascendencia y gravitación que por más de cien años había tenido, al iniciar el ejército su camino hacia una profesionalización más plena.18
Habiendo el capitán Körner conocido los planes de estudios de la Escuela Militar, llegó a la drástica conclusión que para formar adecuadamente a los futuros oficiales era necesario reformular sus programas y planes de estudio, ya que según su parecer, la Escuela se asemejaba más a un politécnico con disciplina militar que a un instituto formador de oficiales de ejército19. Respecto a los reglamentos, señalaba que ellos eran anticuados y con numerosos vacíos y deficiencias.
Las críticas de Körner y Boonen Rivera tuvieron una amplia acogida por parte del presidente José Manuel Balmaceda —quien había asumido el gobierno en septiembre de 1886—, por lo que siete meses más tarde, el 12 de abril de 1887, decretaba la reforma a los planes de estudios de la Escuela Militar.
Estos planes databan de 1883 y tendían a una enseñanza enciclopédica de los alumnos en desmedro de los ramos militares y científicos que precisaban los futuros oficiales. La educación humanista recibida por los alumnos era equivalente a la contenida en los programas de los colegios de nivel superior del país, pero debido a ello absorbían demasiadas horas en los ramos generales en menoscabo de las materias militares. Así lo reconoció el decreto reformador al señalar en su punto 1 “…El plan de estudios de 1883 presenta diversos inconvenientes, entre los cuales se encuentra el excesivo desarrollo dado a los ramos que no son de aplicación de la milicia”. El nuevo Plan de Estudios dio especial énfasis a la enseñanza de las matemáticas, puesto que, según lo señala su punto 4 “…considerando el estado actual de la ciencia militar, es indispensable que el estudio de las matemáticas sea la base de los que se dedican a la carrera de las armas”20.
Ese mismo año 1887, el 31 de mayo, se fundaba en Santiago la Escuela de Clases. En el respectivo decreto se señalaba que ella tenía como finalidad dar una mayor instrucción a los clases, ya que según lo establecía la legislación correspondiente “…la táctica moderna asigna a los cabos y sargentos una parte importante en el servicio de campaña y durante el combate”21.
De esta forma se empezaba a producir —desde las “almas mater” de oficiales y suboficiales— un cambio trascendental en el Ejército, cuyos integrantes hasta esos entonces soldados románticos, comenzarían con el paso de los años, a transformarse en profesionales de la guerra. La guerra, empezaba a ser vista ya no como un oficio o solamente como un arte, sino como una ciencia exacta, como una profesión. En opinión del profesor Brahm “…para el militar chileno que se mueve en torno al cambio de siglo, (del XIX al XX), no cabe ninguna duda que la guerra había pasado a ser una ciencia y además exacta y que sus cultores debían tener el más alto grado de formación científica”22.
Este proceso de cambios y de reflexión profesional quedó en evidencia con la creciente edición de un conjunto de revistas militares23, que se convertirían en un adecuado instrumento para la divulgación y debate de temas profesionales, contribuyendo a que los oficiales dispusieran de un espacio para el análisis y discusión. A través de sus propios órganos de difusión académica, el Ejército —probablemente sin tener plena conciencia— lenta y progresivamente, comenzaba a estimular una profunda evolución científico militar, reaccionando contra los antiguos dogmas24.
Sin embargo estos vientos renovadores no alcanzarán a modificar sustantivamente al Ejército al momento de la revolución, ya que fue a inicios de esta etapa de renovación cuando se desencadena la Guerra Civil de 1891 —la que se convirtió en un paréntesis breve de este proceso—, la que a su término, con la victoria de las fuerzas congresistas, adquirirá nuevos impulsos.
Según lo establece la Memoria de Guerra de 189025, la dotación autorizada de los cuerpos del Ejército de Línea26 ascendía a 5.885 hombres. A su vez, éste ejército estaba constituido por quince cuerpos de tropa: ocho batallones de infantería, tres regimientos de caballería, dos regimientos de artillería de campaña, un batallón de artillería de costa y un batallón de zapadores. Para estas unidades, así como para todos los demás servicios del Ejército, existía al 31 de mayo de 1890, una dotación de 945 oficiales.
TABLA Nº 1Fuerza del Ejército de Línea (1886 – 1890).
Fuente: Memoria de Guerra (1886 – 1890). Archivo General del Ejército. Recopilación de Leyes, Decretos, Reglamentos y Disposiciones de carácter general del Ministerio de Guerra (Roberto Montt y Horacio Fabres).
En 1890, además del Ejército de Línea, existía una fuerza militar integrada por voluntarios llamada Guardia Nacional, la que creada por Diego Portales en los albores de la República, sirvió efectivamente en las guerras de 1836 a 1839 y de 1879 a 188427.
Finalizada la Guerra del Pacífico, había cesado en sus funciones el cargo de General en Jefe del Ejército de Operaciones y se había disuelto el Estado Mayor General, conservándose solamente éstos en el Ejército del Sur28, y conforme a lo previsto por la Ordenanza General de 1839, la estructura del mando se retrotrajo a la modalidad existente antes del conflicto, volviendo a ser el Ministerio de Guerra el organismo director del Ejército, según lo había dejado claramente establecido, en mayo de 1890, el Reglamento Orgánico del Ministerio de Guerra.
TABLA Nº 2Efectivos del Ejército y de la Guardia Nacional.
Fuente: Alejandro San Francisco. The Civil War of 1891 in Chile. The Political Role of the Military, Tesis Doctoral, University of Oxford, 2005, p. 91.
Bajo la autoridad del Ministro se encontraban el Inspector General del Ejército y el de la Guardia Nacional, los que en su verdadero sentido no eran autoridades de mando, porque el Ministerio se entendía directamente con las unidades de tropa cada vez que lo estimaba conveniente, de tal forma que las funciones del Inspector General se limitaban a revistar las diferentes unidades y a tramitar la correspondencia entre estas y el gobierno, y sobre todo a vigilar que se cumpliera a cabalidad lo establecido en la Ordenanza General del Ejército de 1839, aún vigente en 1890, que en su título XLIX, artículo 1º señalaba que el Inspector General del Ejército tendría entre sus funciones