Las batallas de Concón y Placilla. Andrés Avendaño Rojas
y su interior gobierno; que la subordinación se observe con vigor y que desde el cabo al coronel inclusive, cada uno ejerza y lleve las funciones de su empleo; que la tropa reciba puntualmente su vestuario y demás auxilios... y que la uniformidad de los cuerpos sea tan exacta en todo asunto, que en cosa alguna se diferencie un cuerpo de otro”29.
Para acentuar aún más en esta falta de mando del Inspector General, en las provincias y departamentos del país, las fuerzas debían subordinarse a los respectivos comandantes de armas —intendentes y gobernadores— quienes eran los representantes directos del Presidente de la República, a los cuales incluso debían solicitar su autorización para realizar actos que eran absolutamente castrenses. Se presentaba de esta forma una dualidad de mando, que indudablemente incorporaba visiones político-administrativas a las decisiones militares. De lo anterior, se deduce que aun cuando era el Ministerio de Guerra el que tenía el mando del ejército, había una fuerte injerencia del Ministerio del
Interior y de sus subalternos en sus funciones30. Con continuos roces entre las autoridades mencionadas, esta disposición, aunque modificada, estaría en vigencia hasta 193131. En síntesis, el verdadero comandante en jefe de ambas instituciones —Ejército y Guardia Nacional— era el Ministro de Guerra. (Ver Organigramas N°1, 2, 332 y 4)
ORGANIGRAMA N° 1Organización del Ministerio de Guerra y Marina hacia 1890.
ORGANIGRAMA N°2Organización del Mando del Ministerio de Guerra y Marina durante periodos de paz.
ORGANIGRAMA N°3Organización del Mando del Ministerio de Guerra y Marina durante periodos de guerra.
ORGANIGRAMA N°4Estructura del Ejército entre 1831 y 1891 según la Ordenanza General del Ejército.
Fuente: Ejército de Chile “Al servicio de Chile.Comandantes en Jefe del Ejército. 1813-2002”, anexo 2.
Para atender las necesidades del servicio, al 31 de mayo de 1890 existía, como ya se indicó, una dotación total de 945 oficiales que, distribuidos según las siguientes categorías, presentaban una proporción —o una desproporción— de un oficial por cada 5,22 soldados:
TABLA Nº 3Oficiales del Ejército en 1890.
Fuente: Memoria de Guerra de 1890 – Ministerio de Guerra y Marina. Archivo General del Ejército.
Este cuerpo de oficiales se componía de elementos muy heterogéneos y aunque se podría tender a pensar que la mayoría de ellos provenían de la Escuela Militar, la real situación distaba mucho de eso. A partir del decreto de 23 de febrero de 1889, el instituto formador de los oficiales contaba con 100 cadetes, egresando ese año solo nueve subtenientes, como lo señalara su Director, el general Luis Arteaga, en su memoria anual.33 Por lo mismo, para reemplazar las bajas ocurridas o cubrir los cargos disponibles no había más recurso que aceptar otros mecanismos de ingreso, de tal forma que, en definitiva, la oficialidad se reclutaba de tres maneras diferentes: por cadetes egresados de la Escuela Militar, los menos; por sargentos primeros ascendidos en los cuerpos de tropas; y por civiles con cierta instrucción general. En la Ley de Ascensos Nº 3.993 del 24 de septiembre de 1890, Art. 3º Nº 2, se señala que podían ser nombrados subtenientes los paisanos mayores de dieciocho años que hubiesen rendido los exámenes para obtener el título de Bachiller en Humanidades34. No se debe ser muy perspicaz para intuir que esta norma tendía a beneficiar a jóvenes que adecuadamente relacionados, más allá del interés profesional por la milicia, se sentían interesados por acceder a una fuente laboral.
Como podemos apreciar, los problemas del Ejército eran de diversa índole. Por una parte, la organización del mando de la institución no era la más adecuada, y por otra, era dudosa la calidad profesional de los recursos humanos destinados a conformar los mandos en los diferentes niveles. Ello requería de cambios trascendentes. “La organización del Ejército está en tabla”, afirmaba el teniente coronel José de la Cruz Salvo a través de las páginas de la Revista Militar de Chile, de julio de 1888, “…porque si entre lo vetusto, descompaginado e incoherente de nuestras instituciones militares hay algo que sobresalga por falta de lógica y de plan, es la organización de nuestro Ejército, la que no obedece a ningún principio”35.
Para este oficial y para muchos otros, conocedores de las tendencias europeas, la base, la piedra angular del edificio militar, radicaba en el proceso de reclutamiento del Ejército, el que necesaria y urgentemente debía ser reemplazado por un sistema obligatorio. Situación que solo llegaría a ser realidad algunos años más tarde, con la dictación de la Ley de Reclutas y Reemplazos (5 de septiembre de 1900), que estableció el servicio militar obligatorio, fijándolo en un año, con lo que en forma indirecta, pero estrictamente vinculada, terminaría la vida activa de la Guardia Nacional que, hasta esa fecha, era la instancia a través de la cual se formaban las reservas del Ejército36. Al respecto, el libro “El Ejército de los Chilenos 1520-1920”, el más reciente trabajo publicado en nuestro país en relación a la historia del Ejército, al referirse al estado del mismo al término de la Guerra del Pacífico señala: “…pero ahora, en tiempo de paz, el grueso de la fuerza estaba constituida, una vez más, por individuos provenientes del último escalón de la sociedad, semidestruidos por una serie de vicios, que llegaban a servir en las filas del Ejército por carecer de otra alternativa y que vivían en un ambiente sórdido y bajo condiciones morales reprobables” 37.
Hacia fines de 1890, la instrucción y el entrenamiento que poseía el Ejército era mínimo e insuficiente, tanto en sus dimensiones teóricas como prácticas. La principal causa de tan desmedrada situación recaía, como ya se señaló, en la falta de preparación de los oficiales encargados de entregar a las tropas estos conocimientos, ya que, como se dijo, éstos mayoritariamente carecían de una verdadera formación militar, y solo una mínima parte provenía de la Escuela Militar o habían cursado en la Academia de Guerra.
Los esfuerzos modernizadores, iniciados por el presidente Santa María y continuados por su sucesor, el presidente Balmaceda, no alcanzarán a dejar sentir sus beneficios en el ejército antes de la revolución. El Presidente estaba convencido que fortalecer al ejército y a la marina era un deber insoslayable, más aun cuando Chile acababa de terminar una guerra externa y seguían vivos los peligros de nuevos enfrentamientos con los países vecinos.38 El ejército de 1891, con pequeños matices, se mantenía similar en su instrucción y entrenamiento al de 1879, triunfador de la Guerra del Pacífico, pero que a estas alturas acusaba 50 años, o más, de atraso con respecto a los ejércitos más adelantados de la época. La sorpresa la darán las fuerzas congresistas que, por la influencia de los oficiales chilenos que habían estudiado en Europa y la participación del oficial prusiano Emilio Körner, incorporarán procedimientos y técnicas de combate mucho más modernas. Como más adelante se verá, este factor, sumado a la fuerte convicción en la justicia de la causa que defendían, tendrán vital importancia en el desenlace de la guerra.
Ultimo curso de la Escuela Militar en 1890.
Cadetes (con un ayudante y un profesor) que el 5 de enero de 1891 fueron destinados a los cuerpos de ejército. De izquierda a derecha, sentados: don Pedro León Medina, profesor de historia; teniente ayudante don Francisco Bravo (balmacedista); ayudante mayor graduado don Ramón Aguirre (revolucionario); ayudante mayor graduado don Santiago Hinojosa (balmacedista); ayudante