Anorexia, bulimia y obesidad. Patricia Cordella

Anorexia, bulimia y obesidad - Patricia Cordella


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al unísono los que hacen saber quiénes somos en su sentido más amplio y nos dan noticias del self.

      En la segunda parte, destinada a la intervención, se presenta un primer capítulo más práctico que puede servir como manual de intervención para los diferentes profesionales que participan desde el área de la nutrición, psiquiatría y psicoterapia. En el capítulo siguiente, en cambio, se describe con detalle cómo se interviene en terapia familiar organizando las sesiones con técnicas particulares para los trastornos de alimentación. En el tercer capítulo de esta sección podremos ver un modelo que ayuda a entender cómo funciona una unidad de trastornos de alimentación con los diferentes equipos que se conforman para cada paciente y las dificultades que deben enfrentar con sugerencias técnicas. Continuando con el tema de profundización, el capítulo cuatro proporcionará una línea narrativa de análisis; allí nos ocuparemos de la construcción del significado en terapia, poniendo como ejemplo una familia con trastornos de alimentación.

      Y, para terminar, pareció interesante mostrar el delgado trazo que separa la normalidad de la psicopatología cuando la enfermedad se presenta por primera vez. Lo hemos hecho a través de un cuento, ya que me parece la mejor forma de capturar esa sutileza con la que gira la realidad de una familia, justo cuando todo parecía transcurrir tan bien.

      Muchas personas han estado presentes entre estas líneas: niñas que he visto crecer y salir de la patología; otras que penosamente lo logran con recaídas y otras que ayudamos en su cronicidad; colegas que han hecho preguntas-ventana que abren la comprensión más allá de la habitación donde estábamos; becados, internos y alumnos que se interesan y quieren investigar y saber; periodistas que hacen la nota y nos relatan sus propias experiencias; compañeros de ruta terapéutica con los que nos quejamos de no-poder, no-lograr, no-atinar a tiempo; amigos que nos sostienen cuando la carga se siente pesada y sobre todo las innumerables sonrisas que llenan el aire cuando comienza la recuperación de un ser humano y su bienvenida de vuelta a la vida.

      CAPÍTULO 1

      Cómo me hice esclava de este tormento

      “Como tú no comes nunca

      de esto no comprendes nada

      te hago caso algunas veces

      cuando hablas como hablabas

      cuando eras de carne y hueso

      y vivías en las casas.

      Ahora las gentes dicen

      que eres cosa trascordada”.

      Fragmento poema Tórtola, de Gabriela Mistral

      Llamaremos solución anoréxica al intento de autonomía que realiza un individuo a través del control de la ingesta alimentaria. Ser autónomo fisiológicamente significa constituirse como un ser vivo capaz de ser una unidad autopoiética1 y autorregulada que pueda, sin embargo, acceder a la regulación relacional y sostener la autonomía en un campo vincular complejo. Esos son los objetivos de la maduración.

      La solución anoréxica que está disponible en la noósfera2 se acopla con los ideales de contemporáneos donde la imagen ha tomado supremacía. Así, la primera lectura disponible en la superficie de este sistema de significados parece sugerir que la felicidad estaría más bien en “lucir”, es decir, en “parecer” alguien que desgastarse en “ser”. La iconografía propone identificarse con fotos o imágenes de video que pertenecen al dominio de lo muerto, de lo helado, de lo trucado, que para un ser vivo son imposibles de lograr. La solución es, por tanto, una pseudosolución.

      Parte del proceso de autonomía es salir del ambiente familiar a buscar otras formas de entender y por lo tanto de interactuar con el ambiente; cada tiempo y cultura tienen sus problemáticas y sus soluciones. Problemas y soluciones suelen compartir el modelo de articulación que les otorga significado. Circula en nuestros días la idea de que ser exitoso (admirada y rebelde como un rock star, delgada y hermosa como una modelo de pasarela, adinerada y desenfadada como una celebrity) sería “ideal”. Por otra parte, el ideal propuesto por los padres durante mucho tiempo ha sido el de “hijo tranquilo, obediente, estudioso, abnegado y sonriente”. Estos dos polos “ideales” y antitéticos se presentan como un desafío a la integración durante la adolescencia, que es el momento más sensible para simular, probar, copiar y finalmente identificarse con modelos y “modos” deseables.

      La solución anoréxica propone un plan muy rígido, articulado y coherente (“si puedes ser muy flaca, puedes todo”) apelando a los mecanismos de control más extremos sin importar las consecuencias físicas. Es una solución a ultranza donde se juega el todo por el todo. Se apuesta la vida a cambio de la muerte en vida. El paciente parece encontrar un eje organizador en esta solución de modo que la restricción, el conteo de calorías, el peso diario y hasta el uso de medicamentos en forma oculta pasan a ser un buen motivo capaz de sostener el sentido de la existencia. ¿Es que acaso había perdido el sentido? Como veremos en los casos clínicos, los pacientes tienen historias donde la sobreinvolucración con la madre, el padre o la relación de ambos los tenían en prisiones emocionales, como capturados para fines otros, como utilizados en batallas por patrias que no les pertenecen. Un modo de escapar del juego impuesto sería esta solución, que no es más que una ilusión de solución, porque dadas las consecuencias físicas que trae la baja de peso, los pacientes quedan aún más capturados por el sistema familiar. Ahora, enfermos, el sistema los tiene que cuidar. Los declara formalmente dependientes, inoperantes del cuidado de sí mismos.

      El guion anoréctico es posible encontrarlo circulando por la red. Existen sitios de ayuda dirigidos a las iniciadas donde se les entregan tips para sostener su “modo de vida” abogando, incluso, a la libertad de elegir esta forma de vida como si se tratara de una opción vocacional, una especie de claustro ascético de libre elección. Frases como “la delgadez es todo”; “el control es lo único que ordena el caos”; “quiero ser una flaca perfecta”; “amo mis huesos”; “Ana3 te hace”; “si como algo, como todo, por eso no como nada”; “un momento en tus labios, para siempre en tus caderas”; “moriré para ser perfecta”; “quiero que me mires desaparecer”, etc., operarían como impulsores de esta solución.

      Junto con esto hay un guion en el otro extremo, en el de la dependencia, que no ha sido escrito ni editado como el anterior, y que en palabras diría algo como “sonríe, eso le gusta a tu mamá”; “ calla, si hablas, todo se destruye”; “haz creer que obedeces cuando no puedas someterte”; “sométete cuanto puedas al control de lo que sea”; “ sé perfecta hija, perfecta hermana, perfecta estudiante, perfecta esposa, sufre si eso no ocurre”; “ la mejor medición de tu control es la balanza”; “si pesas poco, todo está bien”; “si pesas poco tienes la situación bajo control”; “ tu familia merece tu perfección”.

      Estos guiones del ser son rígidos, orientados a metas, y se viven en solitario. Cuando el guion se hace cargo del cuerpo de la paciente ella vive como ocupada por este mandato y aparecen signos como la sonrisa anoréxica. Esta sonrisa es permanente y estática, no se ajusta al estado emocional de la paciente ni es empática con el interlocutor, es como la sonrisa que tienen los presentadores en televisión, no está destinada a realizar contacto social verdadero, sino más bien a producir aceptación y simulacro de felicidad o bienestar. Frecuentemente va acompañada de posiciones corporales que, aunque incómodas, muestran control en el cuerpo. Recuerdo una paciente sentada durante toda la sesión afirmando la punta de un codo en el sillón como si quisiera obtener un ángulo fotogénico particular de su cuerpo, aunque en la realidad no había fotógrafo sino terapeuta y la situación no era una sesión fotográfica sino psíquica. Parecía imposibilitada de escapar de su celador interno quien, al parecer, controlaba todo movimiento que pudiera desplazarla fuera de la imagen decretada como perfecta.

      Controlar la ingesta y con ella el peso y la imagen entusiasman como un buen modo de proponerse al otro. La paciente puede hasta sentir vergüenza de su cuerpo


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