Actores locales, impactos globales: aportes académicos en paradiplomacia. Daniel Villarruel Reynoso
como nodos claves para la integración física o comercial, o que poseían recursos naturales estratégicos.
El territorio recuperó una función central en el vínculo sociedad-mercado global, explicando los cambios generados por el Estado, los procesos de descentralización, y las capacidades de respuesta desde lo subestatal y sus posibles articulaciones; tanto a nivel nacional como trasnacional, inter-regional e internacional, para dar una repuesta a la globalización.
En el escenario actual, signado por los procesos de globalización e integración regional, los espacios de frontera juegan un nuevo papel en las dinámicas sociales, económicas, culturales, migratorias, ambientales y de seguridad, en la medida que la función del territorio se transforma y adquiere una relevancia inusitada. El territorio ya no es sólo un elemento de contención y delimitación de los países, ahora forma parte de esas nuevas regiones transfronterizas (Boisier, 1996) que se están creando entre los límites de dos o más países (Ohmae, 1995; 2005). Las interacciones socio-económicas de este espacio ampliado se extienden, creando nuevos escenarios culturales, nuevas dimensiones de desarrollo económico y construyendo nuevas configuraciones territoriales, en un nivel trasnacional que perforan la soberanía (Krasner, 2001), en un proceso de escalamiento del territorio (Jessop, 2004) o de salto de escalas (Smith, 1993), de interdependencia (Keohane y Nye, 1977) o de dinámicas glocales (Robertson y White, 2004).
Procesos de desterritorialización y re-territorialización simultáneos han afectado las relaciones entre gobiernos no centrales y Estados como modos interrelacionados de organización socio-económica, política y geográfica. La reestructuración del proceso de acumulación, los nuevos espacios de producción y consumo, y las nuevas políticas espaciales emergen de la interface subestatal/global. Procesos que en conjunto llevan a una redefinición del lugar de lo subestatal, que pasa a ser un espacio de regulación y organización institucional cada vez más desconectado de las matrices territoriales del sistema interestatal, sustentado en una nueva retórica acerca de lo local.18
Si bien la economía mundial no impacta de modo homogéneo en todos los territorios, en su mayoría se puede reconocer algún elemento particular o efecto específico producto del proceso de reconfiguración subestatal tras el impacto de la globalización. Desterritorialización y re-territorialización serían así el resultado del movimiento del capital trasnacional, de la generación natural de nuevos espacios de acumulación, producción y consumo, y de las políticas públicas diseñadas para atraer a ese capital o mitigar su ausencia.
Lo subestatal y lo global no se excluyen mutuamente. Lo primero debe entenderse como un aspecto de lo segundo (Robertson y White, 2004), como el ámbito territorial donde se vive lo global. Los gobiernos no centrales se encuentran interconectados por flujos, generando cambios en su perfil pero, sobre todo, modificaciones en sus políticas públicas. Este escenario endógeno favorece procesos de integración regional y el desarrollo de cooperación transfronteriza. La glocalización sería, entonces, la globalización de lo propio, del territorio, del concepto ajustable de lo local;19 que institucionalmente se plasma en un incremento de las competencias y del papel de las autoridades subestatales en la gestión del desarrollo económico y social de los territorios bajo su jurisdicción (Swyngedouw, 1997; Boisier, 1997).
La vinculación global-local se constituye a partir de una tensión: la desterritorialización se da en paralelo a la reinvención del territorio como requisito funcional y como principio político del nuevo orden glocal. Como sostuviera Bauman (2006: 91) “parece haber una afinidad íntima, un condicionamiento mutuo y un fortalecimiento recíproco entre la globalización de todos los aspectos de la economía y el renovado énfasis sobre el principio territorial”. En este mismo sentido, el ensayista alemán Abdreas Husseyn ha manifestado que el mundo está glocalizado en múltiples estratos y jerarquías que existen en el intercambio cultural trasnacional. Por eso la noción glocal que acuña Robertson tiene mucho sentido, porque refiere a la tensión permanente que existe entre lo global y lo local, y cómo lo local incorpora y resignifica lo global (Friera, 2006).
La creciente importancia de ciudades y regiones ha estimulado el estudio de las formas y los mecanismos de articulación territorial, entendida ésta en términos de la estructuración de actores, grupos e instituciones a favor del desarrollo. Este debate ha tenido una recepción más amplia en los ámbitos de la gobernanza. Por su parte, en términos económicos, las autoridades locales actúan crecientemente como agentes emprendedores, orientados a mejorar las ventajas locales, las capacidades productivas, y a generar cadenas de valor en sus jurisdicciones territoriales, a fin de convertirse en nodos competitivos de la economía global. Para ello emplea distintas estrategias que incluyen el place branding y el marketing territorial, la consolidación de alianzas público-privadas y partenariados, la acción reticular multiactor, entre diferentes opciones político-institucionales que contribuyen a la planificación estratégica del territorio y su posible alineamiento con la cooperación internacional.
Como resultado de los debates glocales, ha tomado cuerpo la denominada perspectiva endógena, que persigue cambios en los fundamentos teóricos del desarrollo.20 La visión del desarrollo endógeno se basa en la necesidad de delinear una política de creación de recursos y capacidades específicas a escala territorial, poniendo énfasis en los procesos de tipo bottom-up (desde abajo hacia arriba). El fortalecimiento del sistema de convergencia de la proximidad se expresa en la capacidad de los gobiernos no centrales de liderar y orientar estratégicamente la convergencia entre los diferentes niveles, a partir de una planificación estratégica territorial y al desarrollo de las capacidades locales y responsabilidades públicas.21 En términos generales, junto a Brenner (1999; 2004) podría decirse que la desnacionalización de la economía y la consiguiente reconfiguración de las jerarquías urbanas no eliminan el rol del Estado como forma de territorialización de capital, sino que produce una desnacionalización de su estructura, privilegiando los niveles de regulación y de circulación de capital subestatales y supranacionales.
La localización geográfica de los gobiernos no centrales fronterizos favorece casi naturalmente acciones paradiplomáticas. Dicha interacción se ve estimulada cuando los territorios participan de una estrategia de conectividad física, cuando existe un apoyo político de alto nivel (desde los gobiernos nacionales) y cuando se reconoce políticamente la participación de los gobiernos no centrales como instancia institucional fundamental para una positiva gobernanza en las fronteras y en cuanto articuladores de la sociedad civil local (Rhi-Sausi y Oddone, 2012).
En los territorios de frontera, la paradiplomacia adquiere características particulares (Oddone, 2013). Las fronteras representan un “fuerte acto de imaginación del mundo” (Van Houtum, Kramsch y Zierhofer, 2005: 3) y una separación arbitraria y política de territorios que muchas veces están naturalmente unidos; dado que la “territorialidad exclusiva de los confines lineales de los Estados es (y ha siempre sido) solamente una convención” (Cuttitta, 2007: 31). Las comunidades de los territorios de frontera han desarrollado frecuentemente un grado de integración mayor con las comunidades vecinas —aun perteneciendo a diferentes Estados— que con los propios centros políticos y económicos nacionales, respecto de los cuales suelen ocupar una posición más bien marginal. La territorialidad en la frontera se impone como un elemento fundamental para la planificación del desarrollo económico. Las relaciones fronterizas apuntalan el llamado triángulo del crecimiento entre territorios con distintos factores de producción y niveles de complementariedad (Cornago, 2009; 2010a) que resulta muy atractivo para el desarrollo de estrategias de marketing territorial.
La cooperación territorial en zonas de frontera es estimulada principalmente por la proximidad física, que favorece el conocimiento recíproco y el intercambio. Otro vínculo importante radica en las problemáticas compartidas por los territorios, como la contaminación ambiental, el declive industrial de algunos sectores o las exigencias de diversificación económica. Un elemento ulterior que favorece el intercambio fronterizo es la diversidad regulatoria y legislativa de la que son objeto los territorios que pueden limitar o auspiciar la articulación y complementariedad: en las zonas de frontera “la intensidad suele ser acentuada por la diversidad contrastante en términos de contexto económico general, mercado de trabajo,