Trascendiendo. Fernando Gil Sanguineti
TRASCENDIENDO
© Fernando Gil Sanguineti, 2020
Primera edición, Lima, Agosto del 2020
Primera edición digital, Octubre del 2020
Editado por:
JAMMING S.A.C.
para su sello editorial Jamming Ediciones
Av. Canaval y Moreira N° 674, San Isidro
Lima, Perú
ISBN de la versión digital: 978-612-48297-1-0
Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú con N° 2020-06565
El presente texto es de única responsabilidad del autor. Queda prohibida su total o parcial reproducción por cualquier medio de impresión o digital en forma idéntica extractada o modificada, en castellano o en cualquier idioma, sin autorización expresa del autor.
Estos espacios de reflexión y trascendencia, convertidos en letras, los dedico a todos mis ángeles y maestros que con sus conductas, actitudes, maneras de ser y estar en la vida me enseñaron a valorarme a mi mismo, a partir de las cosas que admiro en ellos. Mis maestros me ayudaron a reconocer mis áreas de mejora en todo aquello que rechazaba de su accionar. A partir de la ley del espejo, hoy reconozco que soy producto de su autenticidad y del amor que reflejaron en cada momento de su presencia en mi vida. Más de una vez los culpé victimizándome no dándome cuenta que atraje esas experiencias a mi vida justamente para aprender. A todos ellos mi eterno agradecimiento.
PRÓLOGO
Estimado señor Fernando,
Hace casi veinte años empecé a trabajar en su hogar y estoy convencida de que, desde ese día, mi vida cambió. Llegué cuando Fernandito tenía 19 años de edad y cursaba su primer año de universidad, Gabriel tenía 11 y Pilarcita también era una niña y desde que los conocí pude darme cuenta de que ustedes conformaban una familia muy unida, con mucho amor para dar.
Desde la relación profesional de respeto y gratitud que he mantenido siempre con su familia y, sobre todo, con usted, he observado las buenas cualidades que posee y hasta he aprendido algunas en el tiempo. Por ejemplo, están su orden y afán por la puntualidad y he entendido lo que es la dedicación de un hombre entregado a sus deberes -no conozco hombre más trabajador que usted- y que camina por el camino correcto, alguien preocupado por sus hijos y su esposa, aunque a veces no tenga tiempo para sí mismo.
Por todo ello es que en mi corazón solo existe admiración hacia usted y su hogar y me honra poder dedicarle algunas palabras en su cumpleaños número sesenta. Le deseo los mayores éxitos con este libro, señor Fernando, y que le siga yendo bien en sus proyectos porque realmente se lo merece. Estoy segura de que, al igual que yo, más personas sabrán aprovechar su bondad y aplicar sus enseñanzas.
Muchas gracias,
Aleja.
***
Querido Fer,
Aunque lamento llevar muchísimos años viviendo alejada de la familia, conservo en la memoria unos bellísimos recuerdos que mantienen encendida en mí la esencia de tu energía tan característica. Soy una mujer afortunada por haber tenido un hermano como tú, que cuando dejé a nuestros padres en Tacna para mudarme a Lima -una ciudad donde nunca había pasado más de diez días seguidos-, te preocupaste de que yo me sintiera acogida como en casa. Jamás olvidaré los detalles que tuviste -que fueron muchos porque eres un consentidor nato-, pero en esas noches en que nuestro hermano Freddy trabajaba hasta el amanecer y yo me sentía sola y lejos del hogar paterno, la complicidad entre nosotros alumbró mis grises noches.
Recuerdo cómo me encantaba que, cuando llegabas del trabajo, a eso de las siete u ocho de la noche, en vez de arrojarte cansado sobre la cama -como haría cualquier adulto que labora hasta tarde-, sacabas fuerzas para salir a jugar conmigo. Hurgábamos por moneditas por toda la casa, revolvíamos muebles y mirábamos debajo de las camas, guardábamos las que encontrábamos y nos íbamos a jugar a los salones de videojuegos que había en Miraflores. Esos momentos eran especiales para mí porque solo estábamos tú y yo. Y lo que más me gustaba de todo el asunto es que no eras la clase de persona que dedicaría su tiempo al Pacman o esos juegos de arcade: eras, más bien, el joven aplicado a sus estudios y los deportes y muy dedicado a su empleo que, por pasar tiempo conmigo y distraerme, jugabas a mi lado sin chistar, emocionado y radiante. A mí me encantaba verte divertirte tan relajado, esa fue mi gran satisfacción aquellos días.
Fuiste tú, Fer, quien me llevó a mi primer concierto en los Estados Unidos. Yo acababa de llegar a ese país en 1986 y me invitaste a ver en vivo una banda de rock que te encantaba: Emerson, Lake & Palmer. Yo nunca los había escuchado, no sabía nada de ellos, pero me pediste que te acompañara y me sentí tan halagada que no pude decir no. Fue la mejor decisión que tomé. El espectáculo fue fabuloso y mucho más lo fue estar contigo en un evento así. Me sentí especial cuando me llevaste, jamás lo olvidaré.
Eres uno de los hombres que más influencia ha tenido en mi vida, hermanito, por tu energía y forma de ver la vida, porque siempre ves el lado positivo al mundo y nunca te dejas vencer, porque eres incapaz de detenerte. Tú estás decidido a crecer como persona y eso para mí es una inspiración. Nunca dejas de buscar ser mejor y tu afán resulta contagioso, seguro ya lo sabes, y más si te lo dice tu hermana menor, que ha crecido admirándote y viendo cómo maduras con decisión y buen humor. Quizá por eso es que, cuando yo era más joven, estar contigo me hacía sentir protegida, como si nada me pudiera suceder aunque mis padres no estuvieran conmigo. Precisamente eso me trae a la mente Watching over you, la canción de Emerson, Lake & Palmer que dice «Sleep on, sleep on / For no matter how dark or how long / It may seem that your night is / I will still be here watching / watching over you». Hoy sé que, si no hubieras estado conmigo aquellas noches de un gris profundo como las que se viven en Lima, no las habría podido superar. Gracias, Nanu, has sido mi soporte por varios años y ahora más que nunca eres mi admiración. Te deseo éxitos en todo lo que se viene, que de seguro no será poco. Sigue conquistando el mundo con optimismo y con ese buen corazón que todos en la familia conocemos. Eres el mejor.
Judy.
11.10.2019
***
No son muchos los padres que pueden hablar con genuino orgullo de las proezas que han conseguido sus hijos, o de las muchas satisfacciones que les han regalado: tú me has dado ambas experiencias y me siento gratificado por ello. Jamás hubiera imaginado, al recogerte en la puerta del colegio religioso en el que estudiabas en Tacna, que la vida te llevaría por caminos tan impresionantes como los que has recorrido. Yo siempre me pregunto de dónde sacas el tiempo y la valentía para vivir experiencias tan diversas y únicas como las que nos comentas cada miércoles en los almuerzos familiares. Solo sé que esas vivencias son las que ahora entregas desinteresadamente a tus lectores en este libro, y saber que lo haces me llena de orgullo.
Desde niño fuiste un ejemplo para los demás. En el colegio te ganaste la confianza de tu promoción y por eso te nombraban brigadier del aula. Sacabas buenas notas y cumplías con tus deberes a cabalidad, y eras responsable y comprometido con lo que te interesaba. Jugaste básquet, hiciste teatro y al final destacaste en salto alto, al punto de que llegaste a sacar pecho por nuestra región en las clasificatorias de los Juegos Sudamericanos y, tras obtener el primer puesto, viajamos a Ecuador para que representaras al Perú. No pudiste ganar ese juego, hijo, y ahora sé que fue porque algo mucho mejor te esperaba más adelante.
Con el talento que tenías desde jovencito se hizo evidente que habrías de llegar muy lejos, aunque no sospechaba que necesitabas alejarte de casa para lograrlo. A tu madre y a mí nos dolió mucho cuando tuvimos que traerte a Lima para que pudieras tener una buena formación universitaria. Estoy seguro de que para ti tampoco fue fácil, pues tuviste varias carencias en la capital. En Tacna te habíamos acostumbrado a todas las comodidades que podíamos brindarte y a estar bien atendido. Pese a las adversidades, no dudaste en venir a estudiar hasta Lima y te alojaste en una pensión junto a tu hermano para buscar un futuro más brillante que puedan compartir con nosotros más adelante. Hoy tu hermano ya no está con nosotros, pero estoy seguro de que él